Dejando el puerto de Santa Marta en la madrugada de ayer. |
Aquí en la Guajira no es necesario encuestar a la gente de la calle para saber cuántos conocen a Padilla, porque él aqui es un héroe cercano y un hombre -todos lo saben- que supo guerrear pero también amar y dudar, y bailar. Hay una biblioteca con su nombre, así como colegios, estatuas, canciones y leyendas que la Historia se esfuerza por alcanzar y traducir al lenguaje científico. Pero no es fácil; el mito escapa a los intentos de racionalización y no se preocupa si pasa o no la "prueba ácida" de los testimonios y los documentos incontrovertibles.
Este segundo día en Riohacha fue un día emocionante, con las excelentes y sentidas palabras de Aline Helg, para quien la alcaldesa de Cartagena, Judith Pinedo, pidió la declaratoria de ciudadana honorífica de Riohacha por su pasión y conocimiento sobre la gesta del Almirante; de Adelaida Sourdis, quien dejó en claro que para ella la importancia de esta figura histórica está en habernos devuelto el mar, y de Weildler Guerra, que hizo una brillante y emotiva intervención "desde la emoción y la memoria".
Todo esto sucedió en el panel sobre la importancia de Padilla en la historia nacional, que se llevó a cabo en el auditorio del Banco de la República. Y aunque ya se había realizado uno similar en Santa Marta este fue muy especial; esta vez el auditorio fue, mayoritariamente, de público local: estudiantes, maestros, gente del sector cultural, periodistas, jubilados y entre ellos, por supuesto, más de un pariente lejano del guajiro homenajeado: hijo del hermano del abuelo de Padilla, sobrina-nieta de su segunda esposa, tío imaginario del abuelo del comandante. Es un dato cierto que el almirante no tuvo descendientes, aunque sí muchas mujeres pero, ni falta que le hace.
Llevar el apellido Padilla es tan honorífico que aún quienes no tienen ningún lazo de sangre ni político con José Prudencio (aquí sí se llama así) quisieran descubrir alguno entre sus antepasados. Uno de esos parientes -por vía del hermano menor de José- nos cuenta durante el coctel que la infertilidad de Padilla se debió a una varicocele producida, probablemente, por unas paperas que "se le bajaron". Aquí la historia del héroe, me atrevería a decir, hace parte de los imaginarios de la identidad, y al parecer, no sólo para los adultos mayores. Dos jóvenes de menos de treinta años que estuvieron presentes en el panel -uno de ellos vistiendo a la manera tradicional de los indios, es decir, con guayuco y guaireñas- se acercaron a Aline Helg para entregarle un poema y un dibujo en señal de afecto y gratitud por su dedicación a la historia de Padilla y por ayudarlos a comprender aún más y mejor la trascendencia de su figura. Ella, que ya estaba profundamente conmovida por la sola posibilidad de pisar esa Guajira sobre la que tanto había leído, casi suelta una lágrima con el gesto de los jóvenes, con quienes se quedó largo rato "arreglando el mundo".
Importante la declaración de Adelaida Sourdis sobre la necesidad de que la historiografía nacional se modifique para abarcar la historia que se escribió en los mares. Porque ya es hora de que se cuente que la Independencia definitiva de España tuvo en el mar , y no en los andes, sus dos batallas culminantes: la Noche de San Juan, frente a Cartagena, y la batalla de Maracaibo, ese lago marino a donde Padilla entró con su flota en medio del fuego y los escollos para vencer y sellarle del todo las puertas de América a la flota española. Por eso -dijo Adelaida- para mí Padilla simboliza el mar, la recuperación de ese mar al que por tanto tiempo le hemos dado la espalda.
Y fascinante la versión de Wieldler Guerra, antropólogo, quien ratifica lo que veíamos: uno es el Padilla de la historia oficial y otro es el de la memoria colectiva, y estos dos nacen, incluso, en sitios diferentes: el de la historia oficial nació en la Villa de Pedraza y el otro nació en Camarones. Uno fue un gran general, bastante ingenuo políticamente, y otro fue el hombre que amaba a las mujeres y armaba unas juergas descomunales.
Pero más allá de todo esto, a lo largo de la agenda académica de la expedición ha quedado clara otra cosa, y es que Padilla representa la supresión del pasado. Desde el siglo XIX la nación colombiana viene asistiendo y reforzando la exclusión de amplios sectores sociales de la narración de su historia. La negación del papel de los pardos en la Independencia nacional se sigue reflejando hoy en la discriminación racial que se aplica en Cartagena y en otros lugares del país, así como en las múltiples y frecuentes formas de exclusión de los llamados sectores "subalternos", en una sociedad a la que le cuesta dejar de ser clasista, racista y decimonónica.
Estudiantes de uniforme blanco le hicieron calle de honor a los expedicionarios, y a la entrada del Muelle Turístico un grupo de parroquianos y curiosos nos esperaba con esta pancarta. |
Todo esto sucedió en el panel sobre la importancia de Padilla en la historia nacional, que se llevó a cabo en el auditorio del Banco de la República. Y aunque ya se había realizado uno similar en Santa Marta este fue muy especial; esta vez el auditorio fue, mayoritariamente, de público local: estudiantes, maestros, gente del sector cultural, periodistas, jubilados y entre ellos, por supuesto, más de un pariente lejano del guajiro homenajeado: hijo del hermano del abuelo de Padilla, sobrina-nieta de su segunda esposa, tío imaginario del abuelo del comandante. Es un dato cierto que el almirante no tuvo descendientes, aunque sí muchas mujeres pero, ni falta que le hace.
Adelaida Sourdis, historiadora experta en la Independencia, Wieldler Guerra, antropólogo e historiador, Judith Pinedo, alcaldesa de Cartagena, y Aline Helg, historiadora suiza especializada en Padilla. |
Importante la declaración de Adelaida Sourdis sobre la necesidad de que la historiografía nacional se modifique para abarcar la historia que se escribió en los mares. Porque ya es hora de que se cuente que la Independencia definitiva de España tuvo en el mar , y no en los andes, sus dos batallas culminantes: la Noche de San Juan, frente a Cartagena, y la batalla de Maracaibo, ese lago marino a donde Padilla entró con su flota en medio del fuego y los escollos para vencer y sellarle del todo las puertas de América a la flota española. Por eso -dijo Adelaida- para mí Padilla simboliza el mar, la recuperación de ese mar al que por tanto tiempo le hemos dado la espalda.
Y fascinante la versión de Wieldler Guerra, antropólogo, quien ratifica lo que veíamos: uno es el Padilla de la historia oficial y otro es el de la memoria colectiva, y estos dos nacen, incluso, en sitios diferentes: el de la historia oficial nació en la Villa de Pedraza y el otro nació en Camarones. Uno fue un gran general, bastante ingenuo políticamente, y otro fue el hombre que amaba a las mujeres y armaba unas juergas descomunales.
Pero más allá de todo esto, a lo largo de la agenda académica de la expedición ha quedado clara otra cosa, y es que Padilla representa la supresión del pasado. Desde el siglo XIX la nación colombiana viene asistiendo y reforzando la exclusión de amplios sectores sociales de la narración de su historia. La negación del papel de los pardos en la Independencia nacional se sigue reflejando hoy en la discriminación racial que se aplica en Cartagena y en otros lugares del país, así como en las múltiples y frecuentes formas de exclusión de los llamados sectores "subalternos", en una sociedad a la que le cuesta dejar de ser clasista, racista y decimonónica.
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