martes, septiembre 15, 2015

ATLANTIJAZZ 2015


En su novena edición, el Festival de Jazz Atlantijazz, organizado por el grupo SAM de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, contará con la participación de grandes figuras de la escena del jazz nacional e internacional, como: Philippe Sellam, quien llega desde Francia; Audiotrópico y Tefi Bell desde Bogotá, Jesús Molina & New Advance Jazz desde Sincelejo; Sinuijazz y la Big Band de Unicórdoba participan por Montería, las agrupaciones Agua e' Yuyo, EKO y Nieto-Calderón-López tríos y la  – ahora infaltable – Atlántico Big Band lo hacen por Barranquilla, entre otros. 

Del 15 al 18 de septiembre, 11 selectas agrupaciones harán presencia en tres escenarios de Barranquilla y el Atlántico, siendo el primero el Teatro José Consuegra Higgins, donde a partir de las 7:00 p.m se presentarán: el saxofonista Philippe Sellam, quien ha grabado 70 álbumes hasta la fecha; Sinujazz, dirigida por el maestro Rodin Caraballo; y la agrupación barranquillera de gran trayectoria, la Atlántico Big Band, dirigida por el maestro Guillermo Carbó. El acceso a este concierto es gratuito, las boletas se podrán conseguir en la taquilla del teatro horas antes del concierto.


PROGRAMACIÓN

Conciertos:

Martes 15 de septiembre - Teatro José Consuegra Higgins - 6:30 pm

Temporada de Arte y Cultura del teatro José Consuegra Higgins

Atlántico Big Band (Barranquilla)

Sinujazz (Montería)

Phillippe Sellam (Francia)



Miércoles 16 de septiembre - Teatro de Bellas Artes - 6:30 pm

Big Band Unicódoba (Montería)

Agua e Yuyo (Barranquilla)

EKO Trío (Barranquilla)



Jueves 17 de septiembre - Teatro de Bellas Artes - 6:30 pm

Tefi Bell (Bogotá)

Nieto-Calderón López Trío (Barranquilla)

Jesús Molina & New Advance Jazz (Sincelejo)



Viernes 18 de septiembre - Plaza Puerto Colombia - 6:30 pm

M-Tromké (Barranquilla)

Jesús Molina & New Advance Jazz (Sincelejo)

Audiotrópico (Bogotá)



Franja académica:

Martes 15 de septiembre - Facultad de Bellas Artes

Taller de saxofón con Phillippe Sellam


Miércoles 16 de septiembre - Lobby Teatro de Bellas Artes

Exposición y proyección imágenes de Atlantijazz


Jueves 17 de septiembre - Facultad de Bellas Artes

Taller de piano con Jesús Molina


Viernes 18 de septiembre - Facultad de Bellas Artes

Clases magistrales con Jesús Molina


Atlantijazz cuenta con el apoyo institucional de la Secretaría de Cultura de la Gobernación del Atlántico, la Alianza Francesa de Barranquilla, la Alcaldía de Puerto Colombia y la Universidad Simón Bolívar.

Mayores informes a través del correo electrónico: atlantijazz@mail.uniatlantico.edu.co , ó  en Facebook/BellasArtesUA y en Twitter @BellasArtesUA.


viernes, septiembre 04, 2015

Réquiem para Aylan Kurdi




Qué liviano eras, qué frágil, qué indefenso y cuán inofensivo frente a las máquinas de guerra que acosaron a tus padres hasta hacerlos huir. Con tu familia, tu infancia fue pisoteada, expulsada, arrojada a ese mar que tanto miedo debió causarte. Gritos, llanto, rostros de pavor debieron ser las últimas imágenes que en tus ojos se imprimieron. De repente los brazos de tu madre ya no estaban, de repente flotaste solo y aterrado hasta que las olas golpearon y vencieron al ángel que te guardaba. Sobre la playa amaneció tu cuerpo, que ahora es símbolo, que ahora es bofetada a la conciencia humana, que ahora derriba las puertas que antes te cerraron. A ti, a tu madre, a tu padre, a tu hermano, a millones de seres utilizados en el juego infernal del poder y luego bárbaramente despreciados. Aylan, tu nombre no se borrará de la playa ni de la memoria del mundo.


Patricia Iriarte

jueves, julio 02, 2015

Reseña de unas memorias

Como marcas en la brecha
Una historia de vida, la de Hernán Darío Correa


Por Patricia Iriarte


Como marcas en la brecha es una historia que comienza con una conversación sobre los libros y termina en una conversación con los libros.

El preámbulo, titulado “Una confesión al lector: los libros y la vida”, empieza narrando lo que podríamos llamar la relación del autor con estos artefactos culturales. Libros guardados en una caja guardada debajo de una cama sobre la que solía haber una toalla extendida. Cajas como la de Alfonso Calderón, en la Universidad de Antioquia, o las que se desbordaban desde un localito en una esquina de Bogotá, o la caja que guardaba el abuelo debajo de su cama, en el asilo de ancianos.

Este nuevo libro de Hernán Darío Correa narra un periplo vital íntimamente ligado a unas lecturas y por tanto, a un acervo bibliográfico personal. Libros cuya disposición en los anaqueles llegaba a revelarle, incluso, los cambios interiores. Libros cuidadosamente referenciados con su casa editorial, año de publicación y color de la carátula. Libros como personajes que dialogan. Libros vinculados a las mujeres que marcaron su vida. Libros que también acusan, entre sus páginas, esas marcas en la brecha, como dice el autor en el párrafo final del Preámbulo, donde bien resume el espíritu del libro: “Marcas en la brecha de todos estos años, en las portadillas o entre las páginas: Huellas de lo caminado, de las sendas perdidas; cicatrices de los extravíos por los laberintos urbanos y literarios de la lucha social, de la amistad y del amor…”

Lucha social, amistad y amor son, ciertamente, tres dimensiones que se entrelazan a lo largo del relato, confirmando esa presencia permanente de lo político, lo personal y lo familiar.

Puentes hacia la infancia y la adolescencia, sendas recuperadas de una biblioteca pletórica de marcas en la brecha, hecha memoria; páginas, letras y anaqueles como cajas que apenas salen de debajo de la cama, y permanecen abiertas.”

Hernán Darío Correa. Foto de Vanessa Reyes
Es allí, en ese preámbulo libresco, donde recuerda Hernán Darío una idea de Hermann Broch citada por Burgos Cantor sobre la responsabilidad que tiene, quien llega a una edad madura, de reflexionar sobre la relación con su tiempo. Esa es sin duda la responsabilidad que Correa asume con la escritura de estas memorias, bellamente editadas por El Peregrino Ediciones. Y es precisamente Burgos Cantor quien resume de manera magistral el alcance de esta obra hilvanando al final de su comentario una afirmación de Canetti: Es muchísimo lo que dormita en cada hombre, pero no hay que despertarlo en vano. “Esta es su virtud”, dice Roberto Burgos.

Las cuatro ciudades
En el primer capítulo el lector se entera –y de qué manera- de que la infancia y la adolescencia del narrador transcurrieron entre cuatro ciudades que ya desde los años 50 eran las principales del país: Barranquilla, Cali, Medellín y Bogotá. Barranquilla, la de la primera y feliz infancia; la segunda, la de las raíces familiares; Cali, la de una adolescencia contrariada y Bogotá, esa ciudad donde su vida se desdobla “como el ave maya de doble mirada, el Kahuawil, hacia afuera y hacia adentro”: hacia las luchas sociales y hacia la aventura interior. De este capítulo de las ciudades capturó mi atención el relato de su amistad con Raúl Gómez Jattin, nacida al tenor de su vinculación al grupo de teatro de la Universidad Externado de Colombia. Una amistad sobre la que Hernán nos regala hermosos pasajes sobre los viajes que hicieron juntos a la costa, y en especial a Cereté, cuando aún vivía Lola Jattin, la madre del poeta.

“En la gira que hicimos por algunos pueblos de la costa, dormíamos en hamacas y nos dábamos el lujo de hacer sonar a Serrat, Adamo, los Beatles o las Cuatro Estaciones de Vivaldi cualquier mañana en esas playas desiertas llenas de conchas y de enormes árboles derribados en lo profundo del Chocó y arrastrados por el Atrato hasta las costas de Moñitos o San Bernardo del Viento…”

En esta parte del relato, que en su conjunto adquiere el tono de una buena novela, me conmovió también su semblanza de la casa materna en el barrio La Soledad, desde donde escribió este libro, y que es a la vez el relato sobre su madre y su admirable capacidad para adaptarse a los tiempos ensanchando aún más el ya amplio caserón para que cupieran en él todos sus hijos con sus amigos y sus sueños.

A tientas por un país iluminado y sombrío
Salido ya del cascarón de la casa materna, proceso gradual que se cumpliría en parte a bordo del Mercury verde de su padre como “espacio intermedio entre la casa y el mundo”, el autor construye su primera relación afectiva y se hace papá, al tiempo que irrumpe a tientas, como él dice, en ese país iluminado y sombrío al que creía posible cambiar, primero, desde las lides del movimiento estudiantil y luego desde la construcción de una corriente política organizada como fueron las Ligas Socialistas, a las que dedica buena parte de sus energías al tiempo que prosigue con su itinerario de formación intelectual.

A estas alturas tenemos ya un testimonio de excepción sobre los intentos revolucionarios de una generación que le apostaba a la transformación del mundo desde los más variados caminos. Desde propuestas civilistas y esencialmente democráticas, como las Ligas Socialistas, con su manifiesto “Un mañana nace todos los días”, hasta la opción radical de la lucha armada frente a la mezquindad de un bipartidismo que acaparaba el poder.

Este capítulo, que abarca un poco más de una década, finaliza con un acápite que Correa titula “Ante los oscuros designios del narcotráfico, la delincuencia y la violencia”, en el que de manera aguda y apoyándose en el texto de Darío Jaramillo Agudelo Cartas cruzadas, nos conduce y nos pone frente a la cruda realidad de la forma como el narcotráfico se enquista en todos los órdenes de la sociedad colombiana, comenzando por el lenguaje y terminando con la conciencia, incluso, de no pocos militantes de la izquierda revolucionaria.

Allí nos hace una síntesis apretada pero eficaz de lo que ha significado para el país esta larga convulsión del conflicto armado y nos comparte una reflexión contundente que invita a enfocar la mirada en las élites dominantes antes que en el sectarismo y el divisionismo de la izquierda como responsables de la debacle nacional de las últimas décadas: “… cuando un balance de fondo debería reconocer que detrás de cada uno y de todos los caminos emprendidos por los diferentes empeños organizativos y políticos de las izquierdas desde los años setenta, lo que ha habido son esos múltiples ensayos para encontrar caminos alternativos a los oscuros designios de unas élites que de su parte se la han jugado a fondo combinando las formas de lucha para que nada cambie, aun a costa del envilecimiento de lo público, de la política y de la democracia misma…”
 
Hacia el otro lado del espejo
Luego de un difícil periplo en el que se han sucedido cismas tan dolorosos como la muerte de su hermana y de su padre, el holocausto del Palacio de Justicia, la dispersión de las Ligas Socialistas y la ruptura de su primera relación de pareja, el autor nos hace partícipes en este capítulo final de uno de los más bellos procesos interiores que pueda vivir un hombre de una treintena de años.

De nuevo inspirado por un libro, esta vez Alicia en el país de las maravillas, Hernán Darío Correa nos introduce en lo que sería un nuevo cambio de piel y nos presenta a la mujer con la que vivió bajo el mismo techo por 32 años: la antropóloga Socorro Vásquez. Con ella se abre otro mundo, y como para Alicia fue la madriguera del conejo, para Hernán Darío fueron esas otras dimensiones del país que aguardaban en territorios como La Guajira, la Sierra Nevada de Santa Marta o la Amazonía, revelándole otras claves de país desde el mundo indígena.

Al lado de Socorro Hernán Darío logra entregar importantes aportes sobre el derecho de los pueblos indígenas, como asesor del entonces Ministerio de Gobierno y luego, por varios años, como asesor de la Dirección Nacional de Parques, ayudando al Estado a comprender y respetar las lógicas de vida y producción de las comunidades indígenas en su relación con el entorno.

“Y entonces pude por fin escribir diversos textos a mis anchas”, dice el autor casi con alborozo, citando de uno de los trabajos que salieron por entonces de su pluma, un pasaje verdaderamente poético de su experiencia en el desierto de La Guajira:

“Delicados umbrales de sonido y movimiento. Y una extraña vivencia del tiempo: el presente perpetuo. El pasado cristalizado, petrificado, la geología desnuda. La luz, que remodela de modo permanente la arquitectura del mundo. Las sombras navegando en el ancho mar del día. La sorprendente edad del cactus columnar tocando la masa azul del cielo. (…) Sorprenden de nuevo la luz, la quietud de las piedras, el viento. Damos el primer paso, entramos al desierto a redescubrir la vida”[1].

Y así, desde el “fondo de la madriguera del conejo, hacia el revés de la nación, de la política y de la vida”, este memorioso lector y escribiente regresa, cerrando el periplo, a la enorme casa de La Soledad, donde está su vieja, al recuerdo de los últimos momentos de su hermano Fernando, al legado poético que éste, y la vida toda, le ha dejado, y cierra estas memorias con poesía y pensamiento, dejándonos la sensación de haber conocido a un ser humano que no ha pasado simplemente por su tiempo, sino que lo ha labrado con asombro, con amor y con la paciencia de un caminante, quizás de un cazador que a su regreso reconoce sus marcas en la brecha, como reza el verso de Mutis en el poema que sirve de epígrafe al libro.

El diálogo final es con Heidegger, quien le dice: “… entonces el pensar tendrá que hablar poéticamente desde el enigma del ser. El pensar trae la aurora de lo pensado a la proximidad de lo que queda por pensar”. Y responde Hernán Darío: “Y por supuesto, por hacer. Pero esa es ya otra historia.”






[1] Fragmentos del epígrafe del libro Desiertos. Zonas áridas y semiáridas de Colombia. Jorge Hernández Camacho y otros autores. Diego Samper, fotografías. Bogotá. Banco de Occidente, 1995

Letra a letra se rompen los paradigmas



En su edición dedicada a la Feria del Libro de Bogotá, la revista Arcadia publicó un artículo titulado ¿Por qué no lee Macondo?, el cual, más que un análisis de la situación de lectura en el país (asumiendo que Macondo es Colombia) hacía una revisión del panorama editorial, incluyendo las cifras decadentes de producción y venta, la pérdida de empleos del sector, el pírrico número de librerías en el territorio nacional y las posibles razones del encogimiento editorial.

En medio de tan desalentador panorama, el autor señalaba, sin embargo, que en los últimos años, “y a la sombra de los grandes jugadores, se empezó a gestar un fenómeno que hoy ya se ha posicionado en el mercado: las editoriales independientes, un nicho cada vez más fuerte…”

Nadan contra la corriente en un mundo al que cada tanto le vaticinan la muerte a manos de los medios electrónicos, pero son tantas y tan decididas en su independencia estas nuevas editoriales que hoy conforman una asociación, como la tienen también los libreros independientes –otro importante eslabón en la cadena de lectura-.

Entre esas editoriales se han consolidado, entre otros, nombres como Trilce Editores, Tragaluz, Rey Naranjo, La Silueta, Sílaba, Ícono, La Iguana Ciega -acá en el ámbito caribeño-  y avanzan a paso firme otras de más reciente creación, como El Peregrino Ediciones y una especializada en poesía a la cual está dedicada esta reseña: “Letra a letra”, que funciona bajo la forma de una asociación cultural y fue concebida originalmente en Barcelona por la editora Luz Eugenia Sierra, quien la retomó en Bogotá en 2008 con un claro interés en promover la publicación de poesía colombiana.

Su primer proyecto, Colombia en la poesía colombiana: los poemas cuentan la historia, fue premiado en la convocatoria “Literaturas del Bicentenario” del Ministerio de Cultura, y con un tiraje de 2.500 ejemplares en su primera edición y de 500 en la segunda, figuró entre los 10 libros más importantes del 2010 según la revista Semana. Una cifra importante para ser poesía, para ser el primer título de una editorial y para ser un volumen de casi 500 páginas.

El segundo proyecto, lanzado en 2012 fue El país imaginado: 37 poetas responden a Robinson Quintero Ossa, que realizó en coedición con Trilce Editores, en edición de 1.000 ejemplares. En el mismo año y también bajo la fórmula de la coedición publicó Homenajes 1992-2012, con poemas de varios autores colombianos.


Al año siguiente, y como un proyecto propio, Letra a Letra presentó dos títulos: el volumen María Mercedes Carranza. Poesía reunida & 19 poemas en su nombre, destinado a destacar y a divulgar la obra de la gran poeta bogotana, y Libro de los enemigos, de Robinson Quintero Ossa, que era un proyecto premiado por la Alcaldía de Medellín.

Para 2014 y en alianza nada menos que con el Instituto Caro y Cuervo, el sello editorial Letra a Letra publica María Mercedes Carranza. Su poesía y 7 ensayos sobre su obra, dos tomos de impecable factura con los cuales se conmemoró un aniversario más de la muerte de la poeta Carranza y que entraron a formar parte de la serie conmemorativa “Poesía”, del Caro y Cuervo.






El tercer título del año pasado corresponde a otro interesante trabajo de Robinson Quintero: 13 entrevistas a 13 poemas colombianos (& una conversación imaginaria), en el que un grupo de consagrados autores (entre ellos Giovanni Quessep, Meira Delmar, Juan Gustavo Cobo Borda, Juan Manuela Roca y Horacio Benavides)  revelan la génesis y el proceso creativo de sus más celebrados poemas.


Ahora en el 2015 la joven empresa editorial presentó los dos primeros volúmenes de su nueva Colección "Poesía letra a letra", que abre con dos aquilatados poetas colombianos: Luis Aguilera y Gustavo Adolfo Garcés. Voz que se queda,  de Aguilera, y Una palabra cada día, de Garcés, vienen en una edición rústica de exquisito diseño, como corresponde a la calidad de las palabras que atesoran.





Así, letra por letra y libro por libro el sello de Luz Eugenia Sierra y sus cómplices demuestran que es posible romper viejos paradigmas sobre la edición de poesía en Colombia.


El mundo se detiene
para que te hagas
las trenzas

afuera es la guerra

no hay que salir

los hombres no terminan
de matarse

Gustavo Adolfo Garcés

 



domingo, marzo 22, 2015

Alfonso Suárez: El cuerpo múltiple


Por Patricia Iriarte



Performance
(Arte del cuerpo)



Cuando más quiero callar no puedo,
siempre termino hablando con mi cuerpo.
soy el gesto que rompe el silencio,
un grito mudo
abierto en la conciencia humana.
No me pidan traducirme en idiomas
ya que mi cuerpo es alfabeto incierto,
con él puedo escribir lo que me venga en gana
puedo soñar, gozar o sufrir cada agonía
de esta herida que nos han abierto…
la fisura mas profunda de la especie
esa marca indeleble que es el pensamiento.

Ruven



De Alfonso Suárez no se puede hablar solo con palabras; habría que hacerlo con imágenes, con música, con gestos, con movimientos, con silencios, con risas, y también con lágrimas, por supuesto.

Sobre este artista hay mucho que decir pero sobre todo, mucho que contar. Porque en el Caribe, y él es caribeño en cuerpo y alma, se narra con las palabras pero también con el cuerpo. Sobre todo con el cuerpo, como lo observaría ese maravilloso pensador llamado Antonio Benítez Rojo.

Yolanda Ciodaro di Filippo, como novio,
y Josefina Fernández Trespalacios, como
novia. 1937
Alfonso Suárez se ha narrado desde siempre. Sus primeros atisbos de conciencia, entre los 5 y los 7 años, estuvieron precozmente expresados en un lenguaje estético que solo su madre, Yolanda Ciodaro di Filippo, amante ya de la música y el arte, supo reconocer. Ella misma, con su belleza y su espíritu creativo, había seducido al pequeño Alfonso con actos nada corrientes como tocar el piano o vestirse de hombre para posar con una amiga vestida de novia, en una boda ficticia que a alguien se le ocurrió fotografiar.

Se narró desnudo en Autoterapia, su primera obra, en los años ochenta, y vestido de santo en Visitas y apariciones, a principios de los noventa. Se narró ataviado como farota de Talaigua en El Ribereño. Se narró frágil al ciento por ciento en otro performance que hizo historia en el arte nacional, y se sigue narrando en el siglo XXI sin dejar de hurgar en sí mismo con la misma pasión, guiado por una fuerza vital que lo esclarece y que entonces le permite producir verdaderas joyas.

Por esa razón, el mismo Alfonso Suárez toma la voz en este reportaje y con la voz de  importantes críticos, amigos cercanos y testigos de su carrera, continúa narrándose. De hecho, aunque la performancia y las instalaciones han sido su lenguaje habitual no verbal, en los últimos años Suárez ha usado también la multimedia y ha tomado la palabra, oral y escrita, para expresarse. Sus entrevistas, los textos que suelen acompañar sus obras, la titulación, la rotulación del arte postal, las cartas sugeridas o evidentes en sus obras y los poemas, son todas manifestaciones de la creatividad de este artista traducidas al lenguaje verbal.

Este Alfonso, autodidacta en artes y varias veces Premio Regional y Nacional de Artes Plásticas, es también dibujante, ilustrador, escenógrafo, diseñador, vestuarista, fotógrafo y promotor de su propio trabajo. Un hombre orquesta, podrían decir muchos. Más bien, un artista integral cuya capacidad de trabajo le admiran quienes lo conocen desde sus inicios. Algunas de esas personas nos dieron su opinión sobre él.

“Él es un performance viviente las 24 horas del día, y su aporte al arte ha sido el de asumirse y mantenerse día a día en ese estado. Precisamente, lo que le ha permitido construir su obra es esa dedicación diaria a la creación, tan necesaria para él como respirar para vivir”, señala Gustavo García, curador y director de Ars Antiqua Galería. Él organizó una de las primeras Visitas y Apariciones en Barranquilla y ha sido cómplice de Suárez en varias de sus empresas creativas.


La farota, como personaje emblemático de la cultura
ribereña, ha sido otro de los motivos presentes
en la obra de Alfonso Suárez
Invitación a Fantasmata

A su vez Eduardo Polanco, arquitecto, diseñador y curador cartagenero que ha seguido de cerca la carrera de Alfonso Suárez, coincide en que el aporte de este creador al arte del performance en Colombia es el de un estilo propio en el empleo del cuerpo como lenguaje. Por ello piensa que Alfonso es un pionero en Colombia, equiparable a Carlos Zerpa en Venezuela. “La mayor calidad artística de Alfonso y que le ha permitido construir la obra que hoy tiene es su versatilidad para ofrecer a la audiencia ingenio, nostalgia, y una parodia de lo Caribe”, añade Polanco.

Por su parte el poeta, fotógrafo y empresario Rubén Darío Mejía, su amigo desde hace 40 años y colaborador permanente en todas sus instalaciones, define así al artista momposino:  “Él es el lienzo y la partitura, él es en sí es una obra de arte.  Y lo considero un gran triunfador. Si en Colombia ha habido un artista integral de alta calidad ha sido Alfonso Suárez. Incomprendido, indudablemente, porque yo creo que a Alfonso la sociedad colombiana no le ha dado lo que se merece. Él es un hombre que debería tener hoy en día su taller y espacio propio, porque su propuesta artística es demasiado buena.

El inicio de su biografía artística suele ser asociada a su participación, desde 1981, en las obras del maestro Álvaro Herazo, con las que el joven comienza a desarrollar, en la escena artística de Barranquilla, las dotes de performer que había mostrado desde muy corta edad en la casa materna.

Precisamente, una de las imágenes que, como una llave, nos revela un aspecto esencial de la personalidad creativa de Alfonso Suárez es esta que nos regaló durante una charla Rubén Darío Mejía, precisada luego en sus detalles por el artista mismo:

Alfonso tiene entre 6 y 7 años de edad cuando descubre el prodigio de las acuarelas. Como a muchos niños de esa edad, a Alfonsito le regalan una caja metálica que traía, probablemente, ocho colores, uno de ellos el azul cobalto o azul “de pelotica”, color que, al mezclarse con el agua, deja fascinado al pequeño artista que ya habitaba en él. Como decía su madre, el niño se obsesionó con esos polvos de colores como se obsesionaban otros niños con los dulces. Es así como un día decide robarse el ladrillito del color azul de las cajas de sus amigos, y cuando tiene varias se encierra en el baño con un banquito (para  poder alcanzar al espejo), se desnuda y  se pinta todo el cuerpo de azul.

No es difícil imaginar la cara de su madre y de su tío  Osvaldo cuando, después de buscar a Alfonsito por toda la casa, lo encontraron en el baño, teñido de azul de pies a cabeza cual dios Shiva y con una sonrisa de satisfacción. El asombro debió ser mayúsculo, pero no del todo extraño en un niño que solía jugar con su voz frente a un ventilador encendido,  que se hacía turbantes con la toalla o que podía pasar horas bañándose con la manguera en el patio de su casa, cuando a las once de la mañana el calor de la Villa amenazaba con derretir cualquier cosa.  Lo que nadie imaginaba era que bajo aquel ordinario chorro de agua había un pequeño artista que  veía ese chorro como una fuente de luz iridiscente y convertía el movimiento de las gotas en esculturas vivientes.

Cuenta Alfonso que en alguna ocasión intentaron llevarlo al psiquiatra, porque para la mayoría de la gente todas sus ocurrencias no eran más que locuras que había que “curar”.

Hoy en día el catálogo de este artista nato incluye performance, exposiciones fotográficas, objetos e instalaciones en las que se conjuga lo popular y lo universal; lo ancestral y lo contemporáneo. Están, entre ellos, Autoterapia, Desconcierto, Visiones, Homenaje a Santo Tomás, Nocaut, Soplo divino, HQBPJX, Sueños de un hombre rana, Pesadillas de un hombre rana, Acetato, Fly, vuela la paloma a su palomar; El graduado, Homenaje a Lili Marleen, Cuerpo virtuoso-desconcierto, Pasado y presente, Fantasmata, Sonido negro, negro parlante; Ensayo de una boda, Entierro de Joselito, Visitas y apariciones, 100% Frágil,  El Ribereño y Hombre de dolores, sin contar media o quizás una docena de obras inéditas que aguardan por su momento en sus cuadernos de apuntes. Eso, más numerosos objetos, collages, ensamblajes y obras de arte postal inspiradas en varias de las temáticas tratadas en sus performances.


100% Frágil


Uno de los diamantes producidos por Suárez, 100% Frágil, se mostró esta semana en el Art Dubai, la feria de arte más importante del Medio Oriente, África y Asia del Sur como parte de una colectiva de performance en la que participan obras de María Teresa Hincapié,  María José Arjona, Daniela Amaya Chauves, El Cuerpo Habla, Ann Hamilton, Joan Jonas y Cheryl Pope. Sobre esta obra, que ganó el VII Salón Regional de Artistas en 1995 y el XXXVI Salón Nacional en 1996, dijo el maestro Gustavo Zalamea, jurado de los salones regionales ese año: “Revela, con inmensa delicadeza, la noción de fragilidad del hombre. El envoltorio escogido, hecho de una fina red recubierta por un grueso lazo, y que a su vez recubre gran parte del cuerpo, es de una hermosura y economía extremas, mientras que la eficacia y la potencia de su presencia y energía se multiplican con el montacargas sosteniendo en vivo la figura envuelta en la entrada de la sala. Una obra impresionante que sigue creciendo en la imaginación.”


Entro en mi sueño de lunas
y mi respiración toma un ritmo especial.
una luz plata, un punto de luz plata
se acerca a mis ojos, se abre y desvanece.

Oh, cabuya que quemas
Oh, cabuya dolorosa
Oh, cabuya denunciante…



Las apariciones de José Gregorio
Otra de sus obras imperecederas es la serie Visitas y apariciones, que presentó a finales de 2014 con una nueva performance que a más de uno nos puso los pelos de punta. Se trata de una versión poética, minimalista y estremecedora de la que en 1994 ganara el primer premio en el XXXV Salón Nacional de Artistas. Esta vez las apariciones se dan en un ambiente cerrado, con un mínimo de luz, aroma de incienso, música de Erik Satie y de fondo, lacerando la belleza de la música y la luz, un documental científico sobre la ureteroscopia, el doloroso procedimiento médico al que este artista tuvo que someterse en más ocasiones de las que creía soportar.

Escena de Visitas y apariciones. Museo del Atlántico, noviembre
de 2014

Fue a propósito de este trabajo, que constituyó la reaparición artística de Alfonso Suárez después de ganarle la batalla al cáncer, que le solicité al maestro que me concediera una entrevista. Esa tarde, al finalizar el performance, un alud de preguntas vino a mi cabeza: ¿Cómo es que en medio de ese martirio de exámenes, cirugías y tratamientos él sigue cocinando una obra como esta?  ¿Cómo influyó la enfermedad en su proceso creativo?, ¿De dónde obtiene tanta energía?

Solo había una forma de comprender cómo podía un artista diagnosticado de cáncer sobreponerse al dolor y producir una obra magnífica, y esa era escuchándolo.

Alfonso me recibió en varias ocasiones, con su placidez habitual, en la casa de su hermana, en una sala que conserva el aire de las casas momposinas, con sus mecedoras y muebles antiguos de madera tallada. Allí, entre fotos de la Villa -como le dice Alfonso a Mompox- y el aroma del café recorriendo la tarde, me contó y me dejó ver sus cuadernos de trabajo, sus baúles, su bodega atestada de objetos preciosos y su memoria prodigiosa y aplicada a los detalles. Y para fortuna de sus futuros biógrafos, hay que decir que este artista tiene un completo archivo de sus obras, logros y presentaciones nacionales e internacionales. Gracias a ello y a su generosidad, Cantaclaro tuvo acceso a material gráfico hasta ahora inédito que hoy publicamos en exclusiva.

Las respuestas a las preguntas que yo me había hecho no estaban, en todo caso, en el pasado inmediato. Venían de tiempo atrás.

“El primer premio del Salón de Arte Joven del Centro Colombo Americano lo obtuve con un performance que llevaba por título Autoterapia-desconcierto, donde abordaba toda esa represión que me inculcaron frente al desnudo, sobre todo en un lugar como Mompox, tan apegado a la iglesia católica que un desnudo era una visión prohibida.

Primera función de Autoterapia. Barranquilla, 1982

Autoterapia. Barranquilla, 1982




















Para crear Autoterapia hice un recorrido por la historia del arte en busca de desnudos masculinos en escultura, hasta llegar al Renacimiento. Luego, con mi cuerpo homologado al mármol, hacía un recorrido por las esculturas más famosas del arte clásico, terminando con el Hércules ebrio. Toda esa transformación tenía un telón musical y una serie de sonidos creados por mí: máquina de escribir, cisterna de baño, llaveros, ladridos de perro, etcétera. La obra, para sorpresa del público, terminaba con una micción en plena sala. Eso fue en 1982, y yo ya marcaba una gran intuición para resolver, para armar y plasmar en una obra lo que estaba pensando.”

Ese premio, el primero también en la carrera de Suárez, fue organizado por el artista visual Álvaro Herazo, maestro y figura definitiva en su carrera, quien lo había invitado a participar en un famoso performance que está en la memoria de muchos: Reporter con interferencias; luego le dio otro papel en Información es poder, animándolo también a participar en el Salón de Arte Joven con una obra propia.

“Fue el Grupo 44, y en especial Álvaro Herazo Girón y Víctor Sánchez Quevedo, las influencias más inmediatas que recibí durante mi etapa de formación aquí en Barranquilla y de quienes aprendí mucho de lo que sé sobre performance.

En unos carnavales, Alfonso al centro como mexicano. A su
derecha Fernando Cepeda y a la izquiera, con turbante, Alvaro Herazo.


“Después de 1982 viene un proceso de reflexión sobre la responsabilidad que había adquirido con ese premio, y una serie de preguntas para mí mismo: ¿Y si las ideas se me van?  ¿Y si no vuelvo a crear y me quedo estancado en Autoterapia y Desconcierto? ¡Dios mío…! Enseguida comencé a bajar de peso y por tanto, a visitar médicos, pero lo que hacían era recetarme barbitúricos que me daban taquicardia... Poco a poco comenzaron a aparecer otros trabajos, sin forzarme, porque siempre van fluyendo, lo cual se me hace maravilloso.

“Luego de Desconcierto, de contenido ecológico, aparece Visiones, donde comienzo a trabajar con toda la carga de lo ritual. Con el fetiche y los ornamentos religiosos comienza a aflorar todo eso que ya estaba muy marcado en mí y que nadie podía quitarme. Por ejemplo, mi sensibilidad a los olores. A la edad de 4 o 5 años, cuando me llevaban al templo de la Inmaculada Concepción, yo no podía creer aquello que veía: el padre Rosero Perea con toda esa indumentaria, su capa lujosa, el incensario de plata, la reverberación en el aire, la forma como se disipaba el humo del incienso… Todo eso comienza a aparecer en mi trabajo, como aparecieron las fotocopias de fotografías mías iluminadas a mano, como decía el maestro Barrios”. Fotografías que serían la base del trabajo Visiones, antecesor de Visitas y apariciones, donde se caracteriza como José Gregorio Hernández.”


Visitas y apariciones en Mompox
Es sabido que fue el cineasta Luis Ernesto Arocha quien le hizo ver el parecido impresionante que tenía con el médico venezolano y le sugirió tenerlo en cuenta en su obra, y que la primera “aparición” de José Gregorio fue en 1992 durante un Festival de Música del Caribe, pero pocos conocen los detalles.

“Los del festival querían que yo fuera pero no me reconocían nada. Como yo ya no usaba bigotes me hicieron un bigote postizo y lo demás fue apareciendo: el vestido de paño, el chaleco de 1914, el sombrero que había comprado en unos carnavales en Santo Tomás por tres mil pesos… La sorpresa fue cuando me quedé solo en el cuarto y me vestí completamente de José Gregorio Hernández. El primero en impresionarse fui yo.

“Ya en Cartagena, estaba yo haciendo apariciones en la Plaza Monumental de Toros al ritmo de los danzones cubanos tocados por un grupo que había venido de La Habana cuando me preguntaron si me anunciaban y dije que no, que lo único que pedía era que siguieran echando humo blanco, que dejaran la luz azul y me dieran un muchacho que conociera bien espacio para que me ayudara a subir a la parte alta del escenario. Como a la una de la mañana, al compás de los danzones, aparecí en medio de dos palmeras fluorescentes. Cuando el humo comenzó a desvanecerse apareció la imagen José Gregorio, a siete metros de altura. Esa fue la primera aparición. La siguiente fue también en Cartagena, en la Casa del Marqués de Valdehoyos y después le tocó a Barranquilla, con Ars Antigua Galería, cuando se paralizó una boda en la iglesia de la Inmaculada.”

Mientras me enseña las fotos de ese día Alfonso relata que a partir de allí comenzó a estudiar la vida y obra de José Gregorio Hernández como no lo había hecho antes, enriqueciendo cada vez más el performance, que en 1994 gana el XXXV Salón Nacional de Artistas y llega a realizarse en ciudades como La Habana y Nueva York.


Sueños de un Hombre Rana

El cuerpo atacado
Para el performer, como para el bailarín y todo artista que trabaje con el cuerpo, este es un instrumento de saber, de pensamiento y de expresión, como dice Laurence Louppe en su Poética de la danza contemporánea. El cuerpo es lenguaje, es espacio, es objeto de exploración y es laboratorio para el autoconocimiento, para el  trabajo interior que luego habrá de transformarse en código, en signo, en arte. Pero ¿qué pasa cuando la enfermedad aparece y amenaza ese cuerpo?

¿Qué siente Alfonso Suárez cuando le diagnostican el “Ca”, en junio del año  2013?

“Son momentos inexplicables, yo quedé que no lo podía creer y todavía es la hora y no lo creo. Pero la parte creativa siguió allí, a flor de piel. El dolor es lo que muchas veces lo hace a uno parar y reaccionar… como una suerte de autoterapia. Recuerdo que empecé a sacar todo eso con una serie de poemas dolorosos, los “poemas de agua dulce”, cuando presenté Farota de la esmeralda, un performance inspirado en las farotas de Talaigua.”

¿En ese momento ya venías luchando contra la enfermedad?

“Sí, claro, no sé cómo tuve el coraje de estar allí entre tanto público. Eso fue en febrero de 2014, pero desde octubre de 2013 estaba en pleno proceso de irradiaciones y el 20 de diciembre estaba saliendo nuevamente de cirugía. Lo mío era un cáncer de vejiga y las radiaciones no respetan nada, de manera que era un proceso que impedía muchas cosas, comenzando por la alimentación. En este momento estoy sanado pero los controles médicos deben ser continuos.”

¿Tú habías sido un hombre saludable?
“Sí, pero esto venía avisando. Cuando me presenté con Hombre de Dolores en PoemaRio ya tenía mucho dolor y ardor al orinar.”

Un hombre de dolores
Con motivo del estreno de esta obra, en 2009, Alfonso Suárez escribió:

Hombre de Dolores

“Mediante el empleo de mi propio cuerpo como lenguaje, pongo mi vida en escena, exhumando imágenes persistentes, tabúes, mitos, íconos de la cultura popular y de nuestra estructura ideológica; trabajando con el inconsciente colectivo y las paradojas del tejido social como laboratorio de historias idílicas, épicas o trágicas. En Hombre de Dolores me expongo indefenso, soportando un peso sobre mis hombros, susceptible a toda flagelación. Este es el hombre contemporáneo, una criatura sin garantías, sin privacidad, casi sin destino propio.”

¿De dónde te agarraste para sobrellevar todo eso? ¿Eres un hombre creyente?
“Sí, soy creyente. En estos días estuve visitando a Jesús sacramentado, con las Reparadoras de Cristo.”

Inevitable preguntar si pediste a José Gregorio Hernández por tu salud y si crees que tuvo algo que ver en tu recuperación.

“Sí claro,  en la primera radioterapia yo sentí que José Gregorio estaba presente. No solo lo sentí, sino que por esos mismos días apareció un galerista de Bogotá para comprar ocho obras de JGH, algunas de ellas para la colección del Banco de la República. Me llamó la atención ese repentino interés de los coleccionistas por la obra, porque hubiera podido ser por El Ribereño o por cualquier otra, pero fue por JGH y eso para mí fue una señal muy clara.  El apareció y sigue apareciendo.”

Volviendo a la versión de Visitas y apariciones que presentaste en el Museo del Atlántico, ¿cuándo empieza a gestarse esta obra?

“Estaba decidida dos o tres meses antes”, dice mientras pasa las hojas de su cuaderno y encuentra los primeros apuntes.

“Aquí están ya los embudos, la bola de algodón, que es una escultura; el ojo, con el que siempre trabajo… Aquí está todo. Aunque primero se pensaba en una retrospectiva, pero había que restaurar varias obras y el tiempo era demasiado corto. Al fin se decidió el performance para celebrar los 150 años del nacimiento de José Gregorio y los 20 años del Premio Nacional. Entonces me lancé a trabajar, porque ya todo lo tenía claro…”

¿Y cómo llega a ti esa música de Satie que sirve de base a la obra?

“Yo quería usar los sonidos de Luis Pulido que utilicé la primera vez, en 1993, en el Salón Nacional de Artistas Zona Norte, pero no pude encontrarlo. Entonces no sé de dónde saqué que Satie probablemente se había conocido con José Gregorio Hernández en París, porque ellos fueron contemporáneos, uno de 1864 y otro de 1868, si no me falla la memoria, y el médico era un científico que frecuentaba París en esa época. Después llegué a Gymnopedie, una pieza preciosa para piano, bautizada así en honor de una danza anual que se celebraba en la antigua Esparta, donde los jóvenes desnudos mostraban sus habilidades atléticas.”

Alfonso, una última pregunta: ¿Qué te hace feliz?

“El arte, mi trabajo y estar con gente parecida a mí en un espacio armonioso donde no se  me restrinja.”

Este es Alfonso Suárez, un artista íntegro e integral, comprometido con su trabajo hasta el límite de sus capacidades, prolífico, incansablemente lúdico, provocador, y capaz de afrontar la adversidad con humor e inteligencia.

El escritor y crítico de arte Eduardo Márceles Daconte coincide con sus amigos y admiradores en que Suárez es uno de los pioneros más importantes del arte del performance en Colombia, y también coincide en que no ha sido valorado en toda su dimensión, especialmente en Barranquilla. Márceles, quien prepara una publicación monográfica sobre este artista, resalta la cualidad metafórica y el valor ético y estético de su obra, donde siempre han estado presentes las preocupaciones ambientales, la religiosidad, la cultura popular y los valores humanos.

Detalle de una caja  de la serie 100% Frágil

Junto a opiniones tan autorizadas como esta no deja de ser válido el pensamiento de Mejía, cuando en una afirmación que seguramente ruborizará al artista dice: “La propuesta de Alfonso es de una profundidad, sutileza y variedad increíbles… Alfonso es el Andy Warhol nuestro, el Bob Dylan  nuestro. Él tiene todos los elementos de estos genios, lo único que no ha tenido es la publicidad que ellos tuvieron pero de resto lo ha hecho todo y lo ha dado todo.”

Como suele suceder en los accidentados y controversiales terrenos del arte, es el tiempo el que termina por consolidar la obra de un artista. Sin embargo, parafraseando lo que ya en 1996 dijo el maestro Zalamea, Alfonso Suárez es un artista impresionante que sigue creciendo en imaginación.

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