martes, mayo 26, 2009

"Lo mejor está por venir"*

















* Eslogan de campaña del alcalde de Barranquilla, Alejandro "Alex" Char

Está por verse.
Fotorreportaje de: patriciairiarte

lunes, mayo 18, 2009

Arte Urbano, sin tregua, del 16 al 23



TREWA Encuentro de Arte Urbano 2009 

Desde el  sábado 16 hasta el sábado 23 de mayo se darán cita en la Alianza Francesa y el Parque Cultural del Caribe los jóvenes cuyo arte se esparce por toda Barranquilla en forma de sonidos, imágenes y movimientos.

Se trata de la 7ª versión de TREWA, Encuentro de Arte Urbano, que a través de la formación, entre-aprendizaje, experimentación y exhibición al público se toma la ciudad durante ocho días continuos.

 Este año el propósito de TREWA es dar a conocer a su público todas las herramientas disponibles con las que pueden producir sus iniciativas y mejorar la calidad de los productos finales, sean estos visuales o sonoros, contando con materiales reciclables, artefactos de casa e incluso softwares libres que están al alcance de todos y todas.  

Artistas como Iván Benavides, Juan Carlos Pellegrino, Mickey Nielsen, Mauricio Solano, entre otros, pondrán todos sus saberes al servicio de la creación colectiva y las estéticas citadinas de este Caribe que se construye a diario con una propuesta lúdica y cargada de identidades. 

Al finalizar la semana artistas como Amefrika Sound System, Ephniko, La Guardia, KüZ*KÁZ, Golden Death Music, entre otros, ofrecerán dos conciertos de músicas experimentales y de Hip Hop, donde el sonido y las letras se fusionarán para transmitir toda la energía y la emoción del ser joven Caribe hoy.  

TREWA es organizado por la Fundación Cultural Cazadores de Auroras y cuenta con el apoyo de la Alianza Francesa, el Parque Cultural del Caribe, siendo un evento concertado con el Ministerio de Cultura.  Toda la programación es de acceso público y sin costo.  Algunas actividades requieren inscripción previa para garantizar su cupo. Para mayor información, comuníquese a cazadoresdeauroras@gmail.com o llame a los teléfonos 3012935756 – 3004907919.  Visita también http://trewa.blogspot.com 


domingo, mayo 10, 2009

Desde la hamaca

HABEMUS MUSEO



“Nadie dijo que sería fácil,
tan sólo que valdría la pena”






Finalmente, después de nueve años de trabajos y de espera, abrió sus puertas el Museo del Caribe. Finalmente la región tiene un espacio que intenta contenerla, reflejarla y reinterpretarla en la diversidad de sus dimensiones, en la amplitud de su diversidad: geográfica, humana, histórica, cultural. “El Caribe en todo sentido”, es, con acierto, el eslogan elegido para identificarlo, y esa es la aspiración de esta nueva institución cultural del Caribe colombiano.
El nacimiento del Museo del Caribe coincide, felizmente, con lo que parece ser una nueva etapa en el proceso de construcción de la Región: la de las iniciativas políticas, económicas y culturales dirigidas al conjunto del país. En ese proceso se inserta, o debería insertarse la institución, aprovechando su condición de activo cultural de la región y de su gente. El museo es un activo en la medida en que hoy se cuenta con un inmenso caudal de información plasmada en textos, imágenes y sonidos recogidos a todo lo ancho y largo de este territorio, y esto conforma, más allá de lo que aparece en la exposición permanente, un patrimonio de todos los caribeños y caribeñas.

Porque algo que debe saber la opinión es que la exposición permanente es tan sólo el resultado más visible de esa inmensa inversión de tiempo, recursos y talentos que se hizo durante tantos años. Es como un iceberg, lo que está sumergido es bastante más de lo que se expone y ha de servir para alimentar una programación cultural, u
nas actividades permanentes, unas
publicaciones y una labor educativa y recreativa de la que debe beneficiarse toda la región. Es, sin duda, un resultado notable y una obra museográfica de calidad internacional que puede llenar de orgullo al Caribe y a toda Colombia.

Antes de continuar debo aclarar, en este punto, que no hablo en forma objetiva; no sólo porque la objetividad no existe en periodismo y mucho menos en opinión, que es de lo que se trata este texto, sino porque estuve mucho tiempo vinculada personal, profesional y emocional
mente al proyecto del Museo del Caribe. A él llegué en el año 2000 como asistente de conceptualización del museólogo Alejandro Reig y la arquitecta Ana Babic, quienes habían diseñado en Caracas el Museo del Hombre y el Ambiente. Entre agosto de ese año y abril del 2001 se elaboraron los primeros guiones y bocetos del futuro museo, a partir de una serie de artículos previamente contratados por el proyecto y de un proceso de discusión y trabajo en equipo que fue validado por un comité científico de alto nivel.

Esa primera conceptualización se basaba en la idea del Caribe como un todo confo
rmado por un entorno natural, una sociedad, un sistema productivo y un sistema simbólico, en una propuesta muy afín a la que posteriormente formuló el museógrafo brasileño Marcelo Dantas. No obstante el buen camino señalado por ese equipo de diseño conceptual y museográfico, hubo desacuerdos contractuales entre el Parque Cultural del Caribe y los expertos venezolanos, y el equipo fue reemplazado después en dos ocasiones por museógrafos colombianos cuyas propuestas –tengo entendido- no llenaron las expectativas de los directivos del Parque.

Regresé al proyecto cinco años después para trabajar con Carmen Arévalo, quien estaba a la cabeza del proyecto desde hacía algunos años, para realizar la coordinación de contenidos a la luz de la propuesta narrativa ya trazada por el brasileño Dantas, tarea que llevé a cabo hasta agosto del año pasado, cuando comenzaba la fase de producción y montaje.

Es por ello que puedo dar fe de que los contenidos del Museo se construyeron con el apor
e de un gran número de personas de la región, entre investigadores de muchas disciplinas, intelectuales, artistas y músicos que realizaron para el proyecto una gran cantidad de ensayos, propuestas y diseños que hoy se ven reflejadas en las paredes, imágenes y dispositivos de la exposición. Otra cosa fue la producción audiovisual, soporte de la mayor parte de esos contenidos, que estuvo a cargo de una empresa bogota
na.

Me consta también que todo ello representó una escuela para una gran cantidad de personas que estuvieron involucradas en el proyecto desde su concepción hasta el diseño y la producción. Fue un aprendizaje muy valioso que la región no puede dejar perder al son de vaivenes políticos o de caprichos personales de funcionarios, sino, por el contrario, conservar, sistematizar y potenciar para el futuro del mismo proyecto y de otros museos regionales.
De manera que, con toda la subjetividad pero también con conocimiento de causa y después de visitarlo como cualquier espectadora el sábado siguiente a la inauguración, reitero que el museo en sí mismo es un todo un logro y son más los aciertos que presenta, pero también es necesario señalar las fallas para que en el camino se vayan corrigiendo.

No sé cómo transcurrió el proceso de montaje ni qué decisiones de última hora debieron tomarse, pero es lamentable la ausencia toda una pared de información que estaba prevista en la sala de Acción y que daba cuenta de aspectos cruciales en la conformación del Caribe como región económica a través de un gran panel que narraba la historia de las actividades productivas y su impacto sobre el medio natural. Sin este elemento, la historia económica de la región queda limitada a una sin duda bella y significativa colección de objetos (impecablemente instalada por el artista Cristo Hoyos), acompañada por una maqueta de piso que no logra su cometido de representar la ocupación del territorio caribeño. Salva esta sala el video que logra sortear con éxito la difícil prueba de contar en 25 minutos la historia social y política. Pero no vemos nada sobre el tabaco del Carmen de Bolívar, el río Magdalena, los medios y vías de comunicación, la economía bananera, la industria, la minería, los puertos o el turismo, por citar sólo algunas de las actividades que la sala de Acción debería haber mostrado. Ojalá se trate tan sólo de un retraso en la producción de este panel y pronto podamos tener una visión más completa de lo que ha sido la construcción de esta región.

En la sala de la Palabra se había logrado articular un discurso coherente con la importancia que la palabra oral y escrita tiene en la sociedad caribeña. Allí oralidad y literatura compartían los honores de un espacio en la identidad Caribe, pero de nuevo la curaduría presenta fisuras: los ejemplos de oralidad parecen provenir sólo del mundo rural, y la experiencia de escucha en los biombos no está felizmente resuelta ya que el nivel de volumen de algunos testimonios invade otros que en cambio son apenas audibles bajo la ducha de sonido. Por otra parte, la forma final de la cápsula de poesía hace que esta expresión pierda la preeminencia que se le quería dar (una experiencia individual de lectura y encuentro con la voz de los poetas a puerta cerrada), y contribuya a contaminar aún más el muy bullicioso ambiente de la sala. Y esto, más que un simple problema técnico, es una falla estructural en cuanto al compromiso educativo que tiene el museo con la comunidad: nos estamos esforzando por demostrar que ser costeño no es sinónimo de bullicio y la sala de la Palabra es exactamente el ejemplo contrario.

Se echan de menos los sonidos urbanos del voceador de periódico, del que se sube en un bus a pedir o a cantar, la voz de los obreros, de los viejos capitanes o de los jóvenes raperos. En la sala de literatura me sorprendió encontrar escritores que no estaban incluidos en el guión original, que fue encargado a un experto al que no se consultaron los cambios de última hora.
Las salas mejor logradas son, en mi opinión, la de Gente, que logra transmitir la idea de la diversidad étnica y cultural de la población caribeña, y la de la Expresión, por la espectacular producción audiovisual y musical que le regala a los espectadores. Sólo le faltaría un rincón donde se aprecie lo que hemos producido en música clásica y contemporánea, para equilibrar la poderosa fuerza del carnaval y el folclor popular, que terminan imponiéndose en la muestra.

En la de Naturaleza se logra un buen corredor informativo, con bellas e instructivas imágenes de nuestros ecosistemas acuáticos y terrestres, pero la pantalla panorámica, destinada a emocionar al visitante desde el primer momento con un despliegue espectacular de naturaleza virgen, lo que transmite es una sensación acartonada que privilegia el montaje y la animación computarizada al delicado, pulsante, acompasado o enérgico movimiento natural de los seres vivos.
En fin, es mucho lo que una institución nueva como esta tiene que aprender, tanto de su público como de la interacción de éste con la exhibición, para realizar los ajustes y cambios que se requieran. Hasta ahora el Museo del Caribe se ha llevado los aplausos de quienes lo h
an visto y habrá que seguir su evolución para ayudarlo a crecer y a madurar. Porque nadie dijo que sería fácil, pero sí que valdría la pena, como rezaba en estos días la pizarra de don Ciro, el vendedor de chance que se aposta frente a la Catedral de Cartagena y que tiene siempre, junto a los resultados del día, una frase que nos pone a pensar.

Ojalá todos los habitantes de Barranquilla y muchísimos más del Caribe y del país vayan al museo a conocerlo, a recorrerlo, a disfrutarlo, y se lleven la buena nueva de su creación. Ojalá sus gestores y directivos estén a la altura del reto de mantenerlo cada vez más vivo y más bello, y ojalá se lleve a cabo la exposición itinerante para que sea también el museo el que vaya a buscar a la región.



Patricia Iriarte

Los rumbos de Sara Harb   Por Patricia Iriarte   Me sumergí en él, salí, pasaron días. Lo retomé y volví a leer uno de los últimos c...