sábado, agosto 13, 2022

 UN NUEVO CAPÍTULO 
EN LA HISTORIA DE COLOMBIA

Francia Márquez y Gustavo Petro


Después de seis años de inactividad, que coincidieron con la última parte del segundo mandato de Alvaro Uribe Vélez y cuatro de gobierno de Iván Duque, este blog se abre de nuevo a los lectores tras el triunfo del candidato Gustavo Petro Urrego y su Vicepresidenta Francia Márquez Mina. Ellos conforman, a partir del 7 de agosto de 2022 y hasta el 7 de agosto de 2026, el primer gobierno de izquierda de la historia colombiana, en representación de una amplia coalición de fuerzas progresistas denominada Pacto Histórico. Él economista y ella abogada, ambos tendrán en sus manos la responsabilidad de aclimatar un cambio político, social y económico en un país que lleva más de 50 años padeciendo una guerra interna que deja más de ocho millones de personas desplazadas y cerca de medio millón de personas muertas, la mayoría civiles. Porque a pesar del acuerdo de paz firmado en 2016 entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, persisten en Colombia numerosos grupos disidentes de esa guerrilla que no se acogieron al acuerdo, además de las acciones del Ejército de Liberación Nacional (ELN), y los permanentes ataques ejecutados por bandas del paramilitarismo o del narcotráfico, que en su disputa por el control del territorio para sus negocios ilícitos someten a los habitantes a las más terribles atrocidades.

Por eso, uno de los principales objetivos anunciados durante la campaña electoral y ratificado ayer por el Presidente Gustavo Petro en su acto de posesión, es el de construir una paz total que ponga fin a la confrontación armada con el ELN y demás grupos armados.

El domingo 7 de agosto, en un acto de posesión sin precedentes en la historia de Colombia por la masiva participación de la ciudadanía, el ambiente festivo que lo enmarcó y una ceremonia cargada de elementos simbólicos, el Presidente Petro resumió los compromisos de su mandato en el siguiente decálogo (ver versión completa en el enlace): 

1. Trabajar para conseguir la paz verdadera y definitiva.

2. Cuidar de nuestros abuelos y abuelas, de nuestros niños y niñas, de las personas con discapacidad, de las personas a las que la historia o la sociedad han marginado.

3. Gobernar con y para las mujeres de Colombia. 

4. Dialogar con todos y todas, sin excepciones ni exclusiones porque será un gobierno de puertas abiertas. 

5. Escuchar a colombianas y colombianos, porque no se gobierna a distancia, alejado del pueblo y desconectado de sus realidades.

6. Defender a los colombianos y colombianas de las violencias y trabajar para que las familias se sientan seguras y tranquilas.

7. Luchar contra la corrupción con mano firme y sin miramientos. 

8. Proteger nuestro suelo y subsuelo, nuestros mares y ríos, nuestro aire y cielo.

9. Desarrollar la industria nacional, la economía popular y el campo colombiano.

10. Cumplir y hacer cumplir nuestra Constitución. 


Una posesión presidencial nunca antes vista

Seis hechos hicieron de esta posesión presidencial una ceremonia especial, cargada de simbolismo y emoción. La primera, el juramento de Francia Márquez por sus ancestros y ancestras, y "hasta que la dignidad se haga costumbre", que significó nada más y nada menos que la entronización de un discurso alterno en la liturgia de las ceremonias de cambio de mando. Francia alteró para sí, para su asunción en el segundo cargo de importancia en el país, para su circunstancia histórica, la fórmula oficial de juramento, en un acto de soberanía ejercido por una dirigente surgida en las bases populares de uno de los departamentos más olvidados del país.

Foto: Reuters


La segunda, la imposición de la banda presidencial a Gustavo Petro por parte de María José Pizarro, hija del dirigente del M-19 Carlos Pizarro Leongómez, asesinado cuando era candidato presidencial en las elecciones de 1990, y después de haber liderado el proceso que terminó en la dejación de armas de ese movimiento.

Foto Semana


La tercera, la orden del Presidente de la República, acabando de asumir el cargo, de traer al Capitolio Nacional la mítica espada de Bolívar; la misma que el M-19 había extraído de la Quinta de Bolívar 48 años atrás y que fue devuelta al país en 1991 por Antonio Navarro Wolff. Esto después de que el presidente saliente, Iván Duque, se negara la noche anterior a autorizar la salida de la espada de la Casa de Nariño.


La cuarta, la rendición de honores militares al Presidente Gustavo Petro, que si bien es parte del protocolo de la posesión, en esta ocasión tuvo una connotación especial  por la condición de preso político que tuvo el Presidente en los años noventas, y sus tensas relaciones con el estamento militar.

Foto AFP


La quinta, el hecho de haber roto con la costumbre de hacer ceremonias de cambio de mando cerradas a un grupo de invitados especiales, y proponer en cambio una gran fiesta nacional y una plaza abierta que fue colmada por personas de todo el país que vinieron, como yo, a vivir la histórica ocasión. 



La sexta ocurrió antes del 7 de agosto, cuando el Presidente electo participó en una ceremonia de posesión ante las autoridades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, y en Bogotá lo hizo ante autoridades populares, comunitarias, étnicas y de los movimientos sociales. Un acto en el que el Presidente recibió el Mandato Popular, que según expresaron los organizadores, "recoge el sentir del pueblo organizado para el fortalecimiento del poder social."




LA POSESIÓN DESDE LAS CALLES

Texto y fotos: Patricia Iriarte



Semanas antes de la posesión presidencial, el Pacto Histórico hizo saber que en esta ocasión el país iba a vivir una cosa distinta. Se comenzó a hablar de la organización de la ceremonia -si le correspondía al gobierno entrante o al saliente- y de los costos que iba a tener. Se supo, finalmente, que era el gobierno saliente el que estaría a cargo del protocolo y de la lista oficial de invitados, con lo cual quedó descartada la presencia de los presidentes de Nicaragua, Cuba y Venezuela.  Entre tanto, los voceros del gobierno entrante daban detalles sobre la gran fiesta que estaban organizando, con artistas de todo el país invitados a actuar en las diferentes tarimas que se instalarían en Bogotá, y con pantallas gigantes en las principales ciudades para que la gente siguiera en detalle lo que iba a ocurrir en la Plaza de Bolívar. Una programación cuyo costo apenas si superó el valor legal asignado por decreto a la ceremonia de posesión, según explicó la coordinadora del evento, Marisol Rojas.



La plaza, a diferencia de lo sucedido tradicionalmente en los cambios de mando, estuvo en parte reservada para los miembros del gobierno e invitados nacionales y extranjeros, pero también abierta para que todo el que quisiera estuviera presente en el histórico acto. El acto en el que por primera vez en la historia de Colombia un presidente de izquierda asumiría el poder. El resultado fue una plaza abarrotada hasta las banderas, y todo el centro histórico de la capital, en sus cerca de 80 cuadras, ocupado por una muchedumbre eufórica que compartía su alegría y redescubría la esperanza. Danzas, comparsas y disfraces típicos venidos  de los cuatro puntos cardinales del país desfilaban por las calles junto a los ciudadanos que se dieron cita en Bogotá para ser testigos del evento. Les sugerí a mis amigas que nos acercáramos a la tarima de la Cra 7 con 12A para ver al grupo de mujeres de Patapelá, de Sincelejo, al que tengo por uno de los mejores en su línea de cumbia y bullerengue. No alcanzamos a verlas porque la tarima del Parque Santander con entretuvo un rato un grupo caleño de bailarines de salsa, y cuando llegamos a la 12 ya habían terminado su presentación. Pero vi grupos de Casanare, San Andrés y Providencia y Nariño. Y todo transcurrió sin que se presentara un solo hecho violento, un riña o algo que lamentar en toda la jornada.





Yo fui una de las personas que viajó desde el sábado 6 de agosto a Bogotá y me uní el domingo a un combo de amigos para recorrer esas calles festivas hasta las dos de la tarde y luego, juntarnos en una casa para ver la transmisión por televisión, pero el encanto de las calles nos cautivó más de la cuenta y el inicio de la ceremonia nos sorprendió aun en el restaurante donde entramos a almorzar. En los televisores allí instalados vimos cuando el Presidente Petro salió del Palacio de San Carlos de la mano de su esposa Verónica Alcocer, y seguidos de sus hijos  se dirigieron -sin alfombra roja- hasta la Plaza de Bolívar. Las banderas ondearon con vigor, y el coro del “Sí-se-pudo” se levantó como una sola voz. Parecía increíble que estuviéramos viendo esta escena, después de décadas de luchas, de derrotas, de atentados, de magnicidios, de calumnias…




La noche anterior el taxista que nos hizo una carrera a una amiga a mí, nos dijo que había recibido videos en los que Gustavo Petro y Francia Márquez asistían a un rito satánico; que varios de estos ritos se habían realizado en la misma Casa de Nariño, y que ya era bien sabido que los nuevos gobernantes pertenecían a una de esas sectas. Afirmó ser un “estudioso” del tema satánico y que era capaz de detectar si una persona era practicante de alguna de sus variantes, y entonces enumeró: “yoga, feng shui, brujería, vampirismo… etc.” Mi amiga y yo pasamos del estupor a la risa, y entonces recordé la entrevista concedida horas antes por la senadora María Fernanda Cabal a la revista Cambio, en la que la congresista del Centro Democrático declaró, entre otras cosas, que la izquierda colombiana se había “inventado” seis millones de desplazados y seis mil falsos positivos; porque le gusta el número seis, dijo con sorna, “como el diablo, como la bestia.” La derecha, pensé entonces, como siempre, dispuesta a todo, incluso al ridículo con tal de desacreditar a su principal opositor. Pero esta vez no les valió de nada porque por fin el pueblo se había manifestado, derrotando en las urnas el nefasto legado uribista. 



Otro aire, otra luz, otra etapa se estaba respirando ya, junto a la certeza de estar asistiendo a una segunda oportunidad para todos, como dijera el Presidente Petro en su discurso de posesión. Un discurso poderoso, como lo fue también el del presidente del Senado, Roy Barreras. Ellos, junto a la mayoría de los ministros  y ministras designados para ese momento, comenzaron a demostrar desde la primera semana de trabajo, que el nuevo gobierno está en manos de hombres y mujeres que estarán a la altura del reto que les espera: construir una matria más justa, más próspera y más segura para todos, un país donde sea cada vez más posible esa promesa de vivir sabroso




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