jueves, abril 25, 2013

Cartas en el asunto


Soy parte de ese grupo de ciudadanos y ciudadanas que hacen su aporte al desarrollo de la ciudad desde diversas áreas de la actividad cultural, y que este año le han dirigido dos cartas a la alcaldesa Elsa Noguera De la Espriella; cartas en las que se plantean diversas situaciones relacionadas con el patrimonio cultural de la ciudad, y que piden su intervención como primera autoridad del Distrito. En esta entrada publicamos las dos misivas, para información de los lectores y lectoras. La primera  también fue dirigida a la Dra. Carla Celia, directora de la Fundación Carnaval S.A.  y la segunda, firmada por el Consejo Distrital de Literatura, aunque sólo fue radicada oficialmente la semana pasada, fue remitida al correo electrónico de la alcaldesa el pasado 16 de marzo. Ninguna de las dos cartas ha sido respondida, a pesar de que uno de los remitentes es un órgano de participación y asesoría del Sistema Distrital de Cultura y requiere una respuesta oficial.

Es necesario aclarar que el Consejo Distrital de Cultura inició hace varios meses una interlocución con  el Secretario de Cultura Afif Siman en torno al tema de la casa donde habitó Meira Delmar, pero las gestiones adelantadas no habían arrojado avances, razón por la cual este organismo decidió recurrir a la Alcaldesa. 



El jueves pasado, en el marco de la Feria del Libro, tres integrantes del Consejo tuvimos la oportunidad de tocar el tema con la doctora Elsa Noguera y ésta nos informó que no había recibido la carta, pero dio instrucciones al Doctor Afif Siman para que se trabajara en el asunto de la casa de Meira. Mi propuesta, en este sentido, es que se convoque a una mesa de trabajo con participación de los herederos de la casa, el Consejo Distrital de Cultura, el Comité pro Casa de Meira y la Secretaría Departamental de Cultura del Atlántico. 

Sin más preámbulos, las cartas en cuestión.



Patricia Iriarte


Carta Abierta de los Pensadores del Carnaval


Barranquilla 30 de Enero de 2013

Doctora
ELSA NOGUERA
Alcaldesa de Barranquilla.

Doctora
CARLA CELIA
Directora Carnaval S.A.

Hace ya 10 años que nuestras históricas fiestas de Carnaval fueron declaradas patrimonio intangible, oral e inmaterial, de la humanidad, por la UNESCO, entidad que desde aquel momento señaló las pautas  consignadas en un Plan Decenal de Salvaguarda para preservar el tesoro invaluable que es esta tradición festiva del Caribe colombiano.

En este 2013, por coincidencia, celebramos dos aconteceres de significativa importancia para nuestra ciudad: 200 años de haber sido erigida en Villa el Sitio de Libres que éramos, y la declaratoria como Capital Americana de la Cultura. No obstante un sinnúmero de esfuerzos realizados por diferentes actores y gremios culturales por promover la discusión abierta sobre el tema, la ciudad sigue adoleciendo de adecuados espacios de interlocución que promuevan la consolidación en materia de cultura y, con la salvedad de algunos avances, aun no se ha implementado en el Distrito de Barranquilla  una política pública concertada y participativa para el sector cultural. Así, seguimos adoleciendo de un derrotero en donde se enmarquen las diferentes expresiones, propuestas, seguimientos o balances sobre el sector.

En el marco de estas celebraciones nosotros, actores y gestores del sector cultural, preocupados por propiciar una discusión serena de cara a la ciudadanía sobre el futuro de nuestro hacer cotidiano, nos permitimos hacerles llegar las siguientes reflexiones y consideraciones:

Las diferentes celebraciones, actividades y aspectos culturales deben responder a un plan consensuado y participativo, con el concurso de todas las fuerzas vivas de la ciudad. Barranquilla debe armonizar y priorizar su vida cultural como uno de los aspectos estratégicos de su desarrollo económico y social.

El balance de los avances logrados en la elaboración y aplicación del Plan de Salvaguarda muestra un saldo preocupante, de tal manera que ya es notorio el riesgo de mantener nuestro Carnaval como Patrimonio de la Humanidad.

Estamos a la expectativa por lo que se conoce acerca del incumplimiento del fallo judicial que dejó sin piso legal la forma organizativa que se le venía dando al Carnaval, y de la obligación del Distrito de asumir el manejo de las fiestas a través de una nueva estructura institucional. La solución sobre la estructura de la entidad operadora de las fiestas aún no recoge el grado de inclusividad y democracia requerido y, si es así, seguramente nos veremos abocados a un tortuoso camino de pleitos jurídicos, producto de un mal abordaje de esta disputa.

Ojalá que este año las medidas tomadas impidan que tengamos que soportar nuevamente los abusos de la comercialización y los excesos de grupos con privilegios en los diferentes desfiles, en desmedro y atropello de los hacedores centenarios, especialmente protegidos por UNESCO.

Una vez transcurridas las festividades del presente año debiéramos generar eventos de reflexión e intercambio con Uds.,  autoridades Distrital y del Carnaval, que permitan evaluar esos tópicos en el contexto de la construcción de una política pública en el ámbito de la cultura.
Por estas razones consideramos de suma importancia abrir un espacio de deliberación e incidencia pública alrededor de la cultura en el Distrito de Barranquilla, desde una perspectiva incluyente, de formulación de políticas públicas y fortalecimiento de los actores sociales involucrados.

Quisiéramos encontrar las puertas abiertas de la comprensión y el diálogo ciudadano con nuestras autoridades culturales para trabajar conjuntamente en función de estos propósitos,

De Uds., atentamente,



Álvaro Suescún     Mariano Candela          Miguel Iriarte
Laurian Puerta              Mónica Lindo               Chelito de Castro
Eduardo Márceles              Patricia Iriarte               Numas Armando Gil
Ricardo de León                  Tony Montealegre          Diógenes Rosero.



Sobre esto estamos también a la espera de que El Heraldo convoque la segunda tertulia sobre el Carnaval, como lo anunció en la tertulia realizada unos días antes de las festividades de este año.



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Solicitud de inicio de las negociaciones con la familia Chams 



Barranquilla, marzo 11 de 2013



Señorita
Elsa Noguera De la Espriella
Alcaldesa de Barranquilla
Ciudad


Apreciada Alcaldesa:

Estamos a pocos de días de que se cumpla el cuarto aniversario de la muerte de nuestra gran poetisa Meira Delmar, un 18 de marzo de 2009. A finales del año 2010 un grupo de personas del sector cultural de la ciudad, con el respaldo de 600 firmas de ciudadanos , artistas y escritores de todo el país, elevó una solicitud al entonces alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, y al señor gobernador, Eduardo Verano de la Rosa, para que como primeras autoridades del Distrito y el Departamento, respectivamente,  tomaran la decisión de adquirir la casa donde habitó la poetisa, consagrando el lugar a la preservación de su memoria y de su obra, mediante el establecimiento de un centro cultural dedicado a la formación y la promoción de la literatura y el arte en general.



Hasta el escritor William Ospina firmó en el 2010 la
primera comunicación que se dirigió a las autoridades para
que tomen cartas en el asunto de la Casa de Meira.
En ese momento nuestra solicitud no fue escuchada, pero hoy el Consejo Distrital de Literatura levanta nuevamente la bandera y solicita formalmente a la Alcaldía Distrital y a su Secretaría de Patrimonio, Cultura y Turismo, que le de su respaldo a esta iniciativa e inicie las negociaciones con los señores representantes de la familia Chams. Creemos que sólo su liderazgo podrá allanarle el camino a un proyecto que sin duda le hará justicia a la memoria de Meira, retribuyendo en mínima parte el aporte que ella le hizo a la ciudad y a la literatura colombiana.
El proyecto de convertir la casa de Meira en un espacio para la cultura espera desde hace dos años que exista la voluntad política de hacerlo realidad, por eso lo hemos puesto en conocimiento del señor Secretario de Cultura y hoy le rogamos, señorita Alcaldesa, tomar en sus manos esta propuesta en el año del Bicentenario y de la Capitalía Americana de la Cultura, otorgándole a la ciudad un regalo perdurable, como la obra de Olga Chams Eljach, nuestra amada Meira Delmar.

Nosotros desde la sociedad civil, y como representantes del área de literatura, pondremos todo cuanto esté a nuestro alcance para movilizar las voluntades en torno a este loable propósito.

De usted atentamente,


Fabiola Acosta Amaury Díaz Patricia Iriarte
Presidenta         Secretario Consejera







miércoles, abril 10, 2013

Segunda oración por la paz


Texto del escritor William Ospina leído en la marcha  realizada el 9 de abril de 2013 en Colombia para apoyar los diálogos de paz con la guerrilla. Se llama Segunda oración por la paz porque el 7 de febrero de 1948 el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán pronunció por primera vez su Oración por la Paz de Colombia.


"Hace 65 años se alza desde esta tribuna un clamor por la paz de Colombia.

65 años es el tiempo de una vida humana. Eso quiere decir que toda la vida hemos esperado la paz. Y la paz no ha llegado, y no conocemos su rostro.

Es un pueblo muy paciente un pueblo que espera 65, 70, 100 años por la paz. Cien años de soledad. Un pueblo que trabaja, que confía en Dios, que sueña con un futuro digno y feliz, porque, a pesar de lo que digan los sondeos frívolos, no vive un presente digno y no vive un presente feliz.

Aquí no nos dan realidades, aquí se especializaron en darnos cifras. El pueblo tiene hambre pero las cifras dicen que hay abundancia, el pueblo padece más violencia pero las cifras dicen que todo mejora. El pueblo es desdichado pero las cifras dicen que es feliz.

Ahora comprendemos que un pueblo no puede sentarse a esperar a que llegue la paz, que es necesario sembrar paz para que la paz florezca, que la paz es mucho más que una palabra.

El verdadero nombre de la paz es la dignidad de los ciudadanos, la confianza entre los ciudadanos, el afecto entre los ciudadanos. Y donde hay tanta desigualdad, y tanta discriminación, y tanto desprecio por el pueblo, no puede haber paz. Allí donde no hay empleo difícilmente puede haber paz. Allí donde no hay educación verdadera, respetuosa y generosa, qué difícil que haya paz. Allí donde la salud es un negocio, ¿cómo puede haber paz? Donde se talan sin conciencia los bosques, no puede haber paz, porque los árboles, que todo lo dan y casi nada piden, que nos dan el agua y el aire, son los seres más pacíficos que existen.

Donde los indígenas son acallados, donde son borradas sus culturas, donde es negada su memoria y su grandeza, ¿cómo puede haber paz? Donde los nietos de los esclavos todavía llevan cadenas invisibles, todavía no son vistos como parte sagrada de la nación, ¿a qué podemos llamar paz?

La paz parece una palabra pero en realidad es un mundo. Un mundo de respeto, de generosidad, de oportunidades para todos.

Y hay que saber que lo que rompe primero la paz es el egoísmo.

El egoísmo que se apodera de la tierra de todos para beneficio de unos cuantos, que se apodera de la ley de todos para hacer la riqueza de unos cuantos, que se apodera del futuro de todos para hacer la felicidad de unos cuantos. De ahí nacen las rebeliones violentas, y de ahí nacen los delitos y los crímenes.

Hemos ido aprendiendo a saber qué es la paz… haciendo la suma de lo que nos falta.

La paz es agua potable en todos los pueblos y agua pura en todos los manantiales. No hay paz con los ríos envenenados, con los bosques talados y con los niños enfermos por el agua que beben.

La paz es trabajo digno para tantos brazos que quieren trabajar y a los que sólo se les ofrecen los salarios de sangre de la violencia y del crimen.

La paz son pueblos bellos y ciudades armoniosas, que se parezcan a esta naturaleza. Porque las montañas, los ríos, las llanuras, las selvas y los mares de Colombia son la maravilla del mundo, y no hemos aprendido a habitarlas con respeto, a aprovecharlas con prudencia, a compartirlas con generosidad.

Porque la idea de generosidad que tienen muchos grandes dueños de la tierra tiene un solo nombre: alambre de púas. Esa idea medieval de tener mucha tierra, mientras las muchedumbres se hacinan en barriadas de miseria.

Pero es que la paz verdadera exige no sólo un pueblo respetado y grande y digno sino una dirigencia verdadera. Y no es una gran dirigencia la que se esfuerza veinte años por que le aprueben un Tratado de Libre Comercio, y cuando le aprueban el Tratado la sorprenden con un país sin carreteras y sin puertos, con una agricultura empobrecida, con una industria en crisis, confiando sólo en vender la tierra desnuda con sus metales y sus minerales para que la exploten a su antojo las grandes multinacionales. Ahí no sólo falta generosidad sino inteligencia, ahí faltan grandeza y orgullo.

En cualquier país del mundo un tratado de libre comercio se negocia poniendo como primera prioridad qué necesitan y qué consumen los propios nacionales. ¿Por qué tiene que ser la prioridad poner oro en las mesas de otros antes que poner alimentos en nuestras propias mesas?

Hoy el mundo se ha lanzado a un obsceno carnaval del consumo. Pero esos países que divinizan el consumo, como los Estados Unidos y Europa, por lo menos han tenido la prudencia de garantizarles primero a sus pueblos agua limpia, vivienda digna, educación seria y gratuita, salud para todos, trabajo y salarios decentes, una economía que se esfuerza por ofrecer empleo de calidad, que no llama trabajo como aquí al rebusque desesperado, ni a la mendicidad, ni al tráfico violento de todas las cosas.

Si por lo menos cumpliéramos con brindar a los ciudadanos las prioridades básicas de una vida digna, no sería tan absurdo que nos predicaran ese evangelio loco del consumo, pero aún así tenemos que pensar con responsabilidad en el planeta, para el que ese consumo indiscriminado es una amenaza. Tenemos climas frágiles porque tenemos ecosistemas ricos y preciosos, que producen agua y oxígeno para el mundo entero.

Colombia es un país de tierras bellísimas y de climas benévolos, esto no es Europa ni los Estados Unidos, donde el clima exige millones de cosas, aquí podemos vivir una vida sencilla en un paisaje maravilloso, aquí no habría que refugiarse en ciudades malsanas y estridentes, el país es de verdad La Casa Grande. ¿Qué nos impide esa felicidad? La desigualdad y la violencia. La codicia que pasa por encima de todo.

La naturaleza no es una mera bodega de recursos sino un templo de la vida. Pero una lectura equivocada del país y una manera mezquina de administrarlo han convertido este templo de la vida en una casa de la muerte.

Hace 65 años Gaitán clamaba aquí por la paz. Sus enemigos no sólo lo mataron sino que llevaron al país a una guerra, a una violencia que acabó con 300.000 personas. El país entero entró en una orgía de sangre. Y perdimos el sentido de humanidad, y casi nos acostumbramos al horror, y dejamos de estremecernos con la muerte. El tabú de matar se perdió, Colombia se volvió tolerante con el crimen, y en el último medio siglo es posible que por falta de paz y de solidaridad haya muerto en Colombia otro medio millón de personas.

Y cada día que tardan en firmar un acuerdo el gobierno y las guerrillas, más muertos de todos los bandos, más víctimas, se suman a esa lista. Porque no es sólo el conflicto en los campos: bajo la sombra de ese conflicto prosperan las guerras de supervivencia en las ciudades, la violencia de las mafias, el delito, el crimen, la violencia intrafamiliar, el desamparo, la ignorancia.

Pero es que lo único que detiene a la mano homicida es sentir que lo que le hace a su víctima se lo está haciendo a sí mismo. Lo único que detiene esa mano es la compasión, y para que haya compasión hay que sentir al otro como a un hermano, como a un milagro de la vida, efímero, precioso, irrepetible. Si no sentimos eso no sentimos nada. Sin ese respeto profundo por los otros nadie siente verdadero amor por sí mismo.

Pero para que haya ese afecto profundo por los conciudadanos hay que haber sido educados en la generosidad, bajo unas instituciones generosas, hay que haber sido querido. Al que no es valorado en su infancia, respetado, apreciado, ¿cómo pedirle que quiera, que respete, que valore a los otros?

Por eso es tan ciega una sociedad que no da nada y en cambio pide todo. Que da adversidad, obstáculos, discriminación, pero pide a los ciudadanos que se comporten como si hubieran sido educados por Sócrates o por Francisco de Asís. El estado se volvió irresponsable, los ciudadanos le perdieron el respeto al estado, y el estado les perdió el respeto a los ciudadanos. En ningún país se exigen tantos trámites para cualquier cosa. Y el que está en desventaja es el que no tiene recursos para sobornar, para abreviar los trámites, para correr con éxito de oficina en oficina. Con mucha frecuencia el estado no facilita la vida sino que es un estorbo para las cosas más elementales.

Las cárceles están llenas de seres que no recibieron nada, que fueron educados en la dureza y en la precariedad, y a los que la sociedad les exige lo que nunca les dio. Porque aquí sólo les exigimos respeto a los que nunca fueron respetados.

Es necesario gritar que nuestro pueblo no es un pueblo malo sino un pueblo maltratado. Y todavía a ese pueblo maltratado y admirable vamos a pedirle, aunque no tenemos derecho a hacerlo, vamos a pedirle que nos dé un ejemplo de su espíritu superior; vamos a pedirle que, a cambio de un acuerdo esperanzador entre los guerreros, sea capaz de perdonar.

No hay ceremonia más difícil y más necesaria que la ceremonia del perdón. Pero es el pueblo el que tiene que perdonar: no la dirigencia mezquina ni la guerrilla violenta que tomó las armas contra ella. Y sin embargo todos tendremos que participar, humilde y fraternalmente, en la ceremonia del perdón, si con ello abrimos las puertas a un país distinto, más generoso, que deponga las armas fratricidas, que abandone los odios y que construya un futuro digno para todos, pero sobre todo un futuro de dignidad para los que siempre fueron postergados.

Desde hace 65 años pedimos la paz, suplicamos la paz, esperamos la paz. Hoy ya no podemos pedirla ni suplicarla ni esperarla. Si se logra un acuerdo entre el gobierno y las guerrillas, tenemos que construir la paz entre todos, la paz con una ley justa, la paz con una democracia sin trampas, la paz con un afecto real en los corazones, la paz con verdadera generosidad. Y la única condición para que esa paz se construya es que no maten la protesta, que no aniquilen la rebeldía pacífica, que dejen florecer las ideas, que permitan a este país grande y paciente ser dueño de sí mismo y de su futuro.

Esa paz que construiremos será un bálsamo sobre esos miles de muertos que se fueron del mundo sin amor, a veces sin dolientes, a veces sin un nombre siquiera sobre su tumba.

Entonces sabremos que la paz no es sólo una palabra, que la paz es convivencia respetuosa, prosperidad general, justicia verdadera, campos cultivados, empresas provechosas, bosques y selvas protegidos, ríos que tenemos que limpiar y manantiales a los que tenemos que devolver su pureza.

Y que otra vez haya venados en la Sabana y bagres sanos en el río, que salvemos la mayor variedad de aves del mundo, que vuelen las mariposas de Mauricio Babilonia, y que los caballos de Aurelio Arturo vuelvan a estremecer la tierra con su casco de bronce, y que haya hombres y mujeres pescando de noche en la piragua de Guillermo Cubillos, y que el viajero que encontremos por los campos a la luz de la luna no nos produzca terror sino alegría.

Que haya cantos indios por las sabanas de Colombia, y arrullos negros en los litorales, y que las armas se fundan o se oxiden, y que haya carreteras y puertos, y barcos y trenes que nos lleven a México y a Buenos Aires, y que nuestros jóvenes tengan amigos en todo el continente, y que sólo una industria se haga innecesaria y necesite ayuda para cambiar su producción: la industria de las chapas y los cerrojos y los candados y las rejas de seguridad, porque habremos logrado que cada quien tenga lo necesario y pueda confiar en los otros.

Porque la paz se funda en la confianza y en la sencillez, y en cambio la discordia necesita mil rejas y mil trampas y mil códigos. Aquí, por todas partes, están los brazos que van a construir ese país nuevo, los pies que van a recorrerlo, los cerebros que van a pensarlo, y los labios del pueblo que lo van a cantar sin descanso.

Que hasta los que hoy son enemigos de la paz se alegren cuando vean su rostro.

Que llegue la hora de la paz, y que todos sepamos merecerla."

William Ospina



Los rumbos de Sara Harb   Por Patricia Iriarte   Me sumergí en él, salí, pasaron días. Lo retomé y volví a leer uno de los últimos c...