Habíamos quedado en Riohacha, donde dejé al grupo expedicionario el domingo 2 de octubre, a punto de salir hacia la plaza central para el homenaje al Almirante Padilla. Allí se celebraría un Te Deum en memoria de su muerte, un 2 de octubre de 1828. Había autoridades civiles, eclesiásticas y militares; sol picante, lluvia fina y banderas ondeando, pero también una colorida delegación de Cartagena que había llevado un pedacito de las Fiestas de Independencia para celebrar el hermanamiento de las dos ciudades que Padilla llevó en el corazón. A la alcadesa Judith Pinedo le regalaron una medalla y una pintura del almirante, y ésta le regaló a Riohacha una escultura alegórica a Getsemaní. Pero además se declaró a Aline Helg y a Adelaida Sourdis como hijas adoptivas de Riohacha por su conocimiento y aporte a la consolidación de Padilla como un héroe de la patria.
Todo eso ocurrió esa mañana frente a la Catedral después de una noche que había comenzado muy bien con las exposiciones, los libros presentados y la actuación de dos sorprendentes orquestas: la de Fundarte, de repertorio clásico, y la Charanga Junior, conformada por jóvenes de 12 a 18 años pero que suena como las grandes.
Digo que había comenzado muy bien porque
al final de los actos, cuando nos retiramos al hotel a descansar, nos llevamos
una ingrata sorpresa: a los decibeles ya muy altos de los negocios de afuera se
sumaron los de una fiesta que se ofrecía en la piscina del hotel y que hacía
sencillamente imposible el reposo de los expedicionarios. Uno de ellos decidió
incluso irse a dormir a otro hotel y al día siguiente se presentaron quejas
formales ante la gerencia.
El incidente no merecería una mención si
se hubiera tratado de un "hecho aislado", pero lo traigo a cuento
porque representa uno de esos defectos de nuestras ciudades que nos hacen
sentir vergüenza a los caribeños cuando tenemos invitados. No hay asomo de
control sobre los niveles de ruido en el espacio público, y lo peor es que el
problema no es solo de día -que vaya y venga- sino que a veces es más agudo en
la noche, cuando no se puede ni dormir en paz ni conversar en las terrazas. Y a
ello se agregan las basuras por todas partes, la mala calidad del servicio en
hoteles y restaurantes, el incumplimiento y la informalidad con que se asumen
los compromisos por parte de los proveedores o establecimientos contratados.
Pero habiendo dejado constancia de estas incomodidades, sigamos con el epílogo
de este viaje por el conocimiento sobre el Caribe y su historia.
Eduardo Polanco y Rafael Bassi fueron en busca de la música. |
Desde
Cartagena, la estrategia Negro tenía que
sé visitó escuelas y con propuestas lúdicas estimuló la interculturalidad,
la lucha contra la discriminación y las reivindicaciones étnicas de los
colombianos. Se conocieron también los aportes del pueblo wayuu, que tiene
ancestrales relaciones con el Caribe insular, que se hermana con Venezuela en lengua
y territorio; que mantiene su singular economía basada en el intercambio y que ha
ejercido históricamente diversas opciones de resistencia a la agresión colonial
y a los intentos de colonización cultural de los nuevos tiempos.
Muy
importantes fueron también en la expedición las nuevas tecnologías de
información y comunicaciones. Con la participación del Ministerio de las TIC el
buque ARC Cartagena de Indias se convirtió en un Punto Vive Digital y de Gobierno
en línea con 35 computadores para la formación de los jóvenes a bordo y el
uso por parte de los expedicionarios y la prensa. Más de 2.000 personas visitaron el buque y se
entregaron 10 aulas digitales en Cartagena, Santa Marta, Barranquilla y
Riohacha, en ésta última con tecnología especial para personas sordociegas.
Según el balance
hecho por la Expedición y la experiencia misma de quienes la vivimos, el
Padilla que conocimos no es un héroe petrificado en los pedestales sino una
figura de carne y hueso que dio muestras de gran valor y capacidad intelectual.
José Padilla es un caribeño al que la vida le jugó una mala pasada habiendo
sido el más grande de los de su generación, Y no puede quedarse anclado en el
pasado sino inspirarnos para el futuro.
Alberto Abello Vives, director de la Expedición. |
Terminó este primer trayecto marítimo y terrestre, con sus horas de viaje ocupadas por igual con el paisaje y la actividad de la expedición; sin un minuto para el aburrimiento. Extrañaremos la camaradería del combo y los nuevos amigos y amigas que dejamos en este Caribe que se queda pero también en el que va y viene con personas como Adelaida, como Aline, como Carlos y tantos otros que participan en esta aventura de conocernos. Pero la agenda de Padilla continúa con una amplia programación que se desarrollará en Cartagena, Montería, Coveñas y San Andrés hasta el mes de diciembre. En el 2012 se entregarán las memorias y resultados de las investigaciones logradas durante la travesía, a las cuales se podrá acceder en www.expedicionpadilla.com
Patricia Iriarte
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