jueves, noviembre 26, 2009

Burgos, el memorioso



Así lo llamó anoche la filósofa bogotana Adriana Urrea en el acto de lanzamiento del libro Roberto Burgos. Memoria sin guardianes, del cual ella es editora y compiladora junto con el profesor e investigador barranquillero Ariel Castillo Mier.

La edición de este nuevo volumen sobre el autor de La Ceiba de la memoria es producto de un premio otorgado por el Ministerio de Cultura al Observatorio del Caribe colombiano en la pasada convocatoria del Portafolio de Estímulos, y es, según los entendidos, un libro de referencia para conocer la obra de este escritor colombiano.

Ensayos críticos de Burgos y sobre Burgos, textos rescatados, cartas, fotos y una completa bibliografía activa y pasiva, además de un indice analítico, conforman las 286 páginas de este trabajo que estuvo al cuidado de José Antonio Carbonell y su editorial Maremagnum.

El evento se realizó en el auditorio Marino Troncoso de la Universidad Javeriana, que tuvo un lleno total gracias a la fidelidad y el entusiasmo de lectores, amigos y público interesado en la obra de Burgos Cantor. También se proyectó un avance del documental de Juan Carlos Guardela titulado Roberto Burgos, memoria encendida, que hace parte de la serie Trópicos de Telecaribe.

A continuación, tomados de la página 65, los párrafos finales de un texto leído hace 11 años en la Feria Internacional del libro de Bogotá, titulado Entre la destrucción de la realidad y la construcción del sueño:

"En Colombia, los escritores carecemos de cualquier motivo para tener razones de esperanza. Por el contrario, preguntas y preguntas surgen a borbotones y constatamos con desaliento cómo aquí toda tragedia se quiere convertir en gesto vacío, vana retórica, repetición de lágrimas sin llanto. La misma gritería irresponsable, el palabrerío sin sentido transformador, y después el olvido interesado con el que pretendemos tapar, como el gato, nuestras vergüenzas íntimas. El país ha refinado tanto su mentira que hemos logrado convertir la muerte en tema de academia, en informes impolutos para instancias inexistentes, en conciencia congelada que asiste impávida al exterminio y la catástrofe.

Así, los escritores sobrevivimos al horror diario, oponemos a él las corrientes de la imaginación, la fe en las posibilidades transformadoras de la vida, su carácter de invencible. Es decir, escribimos a pesar de todo. Lo demás es una actitud inevitable de rechazo y de asco."

Como si se hubiera escrito ayer.

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