Solo poesía

La poesía de Zurelys López Amaya 







La ira

La ira es como caer y devolver la piedra que te lanzan, es correr a través del odio hacia la luz casi ciega, infinita. La ira no está hecha para personas como nosotros. Perder cosas nos hace huecos, salvajes, invisibles. La ira amarga los cuerpos y atraviesa Londres con la suavidad de un cuervo. Confunde planetas y aplaude al payaso iluso que transita con hambre. La ira es un Tifón enloquecido que arrastra ciudades. Sus dientes son los dientes de la ira. La ira lastima los oídos, los párpados, la córnea. No fluye ni conserva el cuerpo. Mata el cuerpo rígido que nos explora entre miríadas. La ira sale al exterior a visitar ciudades, deposita huevos y sale a buscar comida. Ella no se conoce. Grita y patalea como un elefante extraviado. Saca sus colmillos de dinosaurio o mamut, o cosa que se le parezca. Vomita y cambia su estrategia entre los muertos. Sale a buscar café, se esconde y decide mudar de piel. La ira es como caer y devolver la piedra que te lanzan.







 Correr

Sé que no soy canto, ni sombra, ni ave mustia que aparece. Sé que el suelo agrava el polvo y los sentidos de quien lo ve. Anoche estuve sola como un árbol solo. Nada tuve entre mis piernas. Solo árbol que cubre el camino hacia la noche. Sé que el cuerpo se resiste mientras el polvo desciende hacia las rocas. No es el miedo quien atrae a la muerte dispersa, es mi mano que busca la salida.







Búsqueda

Madre, tu cuerpo ha fallado en la noche. Se vuelve insípido en el vacío que nos espera a todos. Mientras rezo tú abrazas mis manos débiles. Es ahí donde respiras y conviertes el hábito de hacer el café en el sueño raro que nos cubre.








Lugares comunes

Todo lo inexplicable parece una ventisca,
algo mudo,
confiscado como el ciego que desea una ventana. 
Cada día recogemos hojas secas,
plumas de ave colorida que trasciende como los bosques de India.
Todo lo inexplicable nos hace comprender
que más allá somos una manada de rinocerontes que buscan agua. 
Cruzar la raya,
estar en listas negras, azules, carmelitas.
Llegar tarde y firmar tarjetas que marcan tu cuerpo
como si todo fuera una hoja con símbolos ilógicos.
Los rinocerontes desean jugar en su agua sucia no transparente.
Cruzar la raya, 
jugar al rinoceronte solitario que no sabe ser otra cosa que un rinoceronte,
estar en listas negras, azules, carmelitas, 
llegar tarde y firmar tarjetas que marcan tu piel 
como un trabajador agropecuario,
como un estibador de puertos y muelles de la zona franca, 
de frigoríficos,
productos secos y congelados que esclavizan al hombre de carga 
para hacer llegar el arroz que no se cosecha en la isla.
Hace un tiempo marcar una tarjeta nos daba personalidad,
alentaba a poner flores en el jarrón de tu oficina.
Ahora marcar una tarjeta lleva todo un proceso,
ajusta cuentas a un trabajador,
lo persigue hasta el final del día como un preso con deudas,
como un autómata enjaulado.
Una tarjeta se firma a la entrada y a la salida. 
La jaula no es común,
es diferente a las jaulas de las aves que no cobran un salario para sobrevivir.

Cada día recogemos hojas secas,
plumas de ave coloreada que trasciende como los bosques de India.
Apenas el sinsonte me arrulla en su pecho y atrapa con su canto mis oídos.
Este sitio me recuerda a una mujer que nunca firmó tarjetas,
pero hubiese querido compartir unos versos sobre rinocerontes solitarios.




Himnos

Anoche procuré aprender nuevos himnos sobre mi casa y la casa que fue de mi madre, sobre un pueblo que me vio nacer. Un himno sobre la familia y la iglesia, sobre el mar y lo que existe debajo de las piedras. Los himnos inspiran al que lo canta. 








Ficha biográfica

Zurelys López Amaya
La Habana, 1967. 
Poeta, narradora. Lic. en Comunicación Social por la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Sus poemas, entrevistas y reseñas literarias han sido incluidos en diferentes revistas nacionales y extranjeras. Su obra ha sido publicada en varias antologías dentro y fuera de la isla. Entre los libros publicados se encuentra el Poemario Pactos con la sombra, por la Editorial Unicornio, 2009; Rebaños, 2010, por la Editorial Extramuros, ambos con re-edición en los Estados Unidos por la Editorial Bal Harbour [Florida, USA], Atom Press, 2010 y Minúsculos espejos, por la Editorial Latin Heritage Foundation, [Washington], 2011. La señora solitaria, Editorial Unión, 2014. Obtuvo primera Mención en el Concurso Nacional Félix Pita Rodríguez, La Habana, 2003. Finalista en el Primer Concurso Internacional Los Odres, Murcia, España, 2007. Obtuvo Mención en el Concurso Nacional Fernandina de Jagua, Cienfuegos, 2008. Fue finalista en el Concurso: Premio de Cuento La Gaceta de Cuba de la UNEAC, La Habana, 2012. Es Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Actualmente trabaja como especialista del Centro de Información sobre Escritores de Literatura Cubana Contemporánea en el Centro de Promoción Cultural Dulce María Loynaz del Instituto Cubano del Libro. Es coordinadora del Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica de las Ferias Internacionales del Libro de La Habana. 




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Roberto Núñez

Del libro "Relación del perdido"
Ediciones Exilio, 2013



Intuición del agua


Nada sabe la luna de agua 
y, 
aun así,
se baña en el estanque.
Nada sabe de senderos y,
sin embargo,
persigue al niño.
Llueve luna sobre la sabana, 
sobre el estanque dormido,
oscuro cofre de peces y tortugas,
de hojas derramadas que en la mañana soñaron
tornarse pájaros antes de la caída.
Nada sabe la bonga de hechizos y,
sin embargo,
una bruja se ahorca en su ramaje, 
atrapa para siempre  el corazón del inocente
y escribe en sus pupilas
un sonido con el que iniciar el poema.
Nada saben los peces de luz,
mas la atrapan en sus escamas
para iluminar los caminos
que surcan el estanque.
Como el niño,  
nada saben los pájaros de poesía.
Aun así, 
intuyen en las cosas un canto 
que pretenden cantar.



Relación del perdido


El perdido ha entrado al bar.
Después de varios whiskys 
ha fumado un pucho de marihuana y,
lento, 
ha bailado con la muchacha de anteojos.
El perdido,
entre humo y palabras,
ha subido con ella las escaleras y ha hecho el amor
y sale nuevamente a la calle, 
la calle en la que el sol y la noche,
al igual que en su espíritu,
trenzan en una disputa eterna
el amanecer.
El perdido saca unas pocas monedas de su bolsillo 
y en la esquina compra el café de la mañana
y el pan
y los huevos
y saluda a un pequeño poeta pequeñoburgués
y le pide un billete para definir el mediodía
o una cerveza
o el derecho a ver
recostado en la yerba
las pocas estrellas que le quedan a la ciudad.
El perdido se ha dormido en la banca del parque.
Ha intentado leer algunos versos,
mas el poema se le ha perdido entre los ojos.
Bajo el crepúsculo se despertará
y recordará quizá, no lo sabe,
que es poeta y que está perdido
(eso sí con certeza).
La noche comienza otra vez,
repetible, 
abismal .
El perdido se halla otra vez en el bar
bailando con la muchacha de anteojos
entre whisky y marihuana.
Alguien pagará la cuenta.
Ebrio reconoce el perdido
que algún día pasarán estas cosas.
Ojalá quede al menos algo de poesía.


Mas lo que descubre es tan solo un árbol que cae

¿Qué patria ha de tener el perdido
si ha olvidado el nombre de su amada
y los senderos que conducen a su casa?
¿Habrá tierra para sus muertos?
Ya no alcanzan los jardines
ni las flores silvestres que la luz cultiva.
El perdido intenta, 
de seguro,
levantar su república;
lo que descubre es tan solo un árbol que cae.
No hay caminos para visitar a los amigos
o divisar una faralla
desde donde vislumbrar las ventanas.
No hay aldeas ni ciudades para el perdido.
Todos los ríos le han sido expropiados 
y los valles y riberas
solo habitan su memoria
y viejos papeles que ignoran,
crueles,
los relojes.
Fantasmas indiferentes lo saludan desde las aceras,
desde el concreto que cuece las calles.
No hay más amor, solo lo que de él se recuerda.
No hay más canto que aquel que en vano intenta.
La lluvia que lo cobija
compadece su derrota.




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Poemas de Miguel Iriarte
Del libro Semana Santa de mi boca


TRÍPTICO DE SALGAR

I

La palometa es redonda y plateada como una luna de mar.
Es tan plana y delgada que no parece un pez para la mesa
                                                     Sino un pan para la misa.

Yo no la conocía
hasta cuando un pescador de Salgar me la ofreció como gran cosa,
Un día en que yo andaba buscando cojinúas
                                                           para un caldo de resurrección.
Éstas, 
familiares del bonito, del jurel y del atún,
firmes y morenas, de roja pulpa y de una arquitectura sin espinas
se entregan en tu boca multiplicadas por milagro.

A mí me gusta sudarlas,
                                   luego del martirio en el sartén caliente,
en una leche de coco y en un lecho de verduras al achiote,
a fuego lento, rociadas con yerbas aromáticas
y un par de copas de la sangre de Cristo.

Pero la palometa es más bien un pez para la Biblia.
Parece cultivada en un acuario prohibido
                                                    y no en el mar.
Y cuando pones su carne blanca y delicada al fuego,
Sale un humo aromoso, como si fuera el alma
                                                         de un pez ornamental.
Por eso hay que comerlo con los ojos cerrados,
Olvidados de espinas y demás sinsabores,
Con el mismo abandono con el que saboreamos
                                                         a una mujer caliente.

Este pez y paloma de plateada inocencia
Vuela por este mar y se entrega en las redes
De todos estos hombres que pescan en Salgar
Y que matan el hambre y hacen sus ilusiones
Con lo que va quedando del alma
                                                               del océano.



II


Un día sí
Un día no
Salgo al mar con mis perros
                                            (Eco y Chomsky)
A caminar la playa de este Salgar ruidoso
                                                     de agónica alegría.
En el que los turistas de poca plata y dicha
Domingos como este traen sus niños y abuelos
Y sus ollas de arroces y sus pocas vituallas
A tomar sol y sal
A enterrarse vivos en la arena caliente
                                                          que endereza los huesos.
A mirar a los otros comer mojarra frita y arroz de chipi chipi
Y mojan de vallenatos sus grandes alegrías.

Hoy, por ejemplo, el mar no trajo tantas
                                                               sus cosas a la orilla.
Y en su visita oleada que siempre recomienza con una sal distinta.
Reinaugura deshechos, resucita maderos, crucifica crustáceos
y reinventa el domingo con ese sol delgado, herido
                                                                                     pero invicto.
Como si hubiese estado escondido en la muerte
después de tristes días cruzados de pasión.

Los perros van buscando pescaditos plateados
que mueren en la playa después de los oleajes.
Y yo con los ojos cerrados
respiro el mar temprano y recojo semillas
e intactos caracoles y palitos tallados
por la sal agitada de todos los océanos que llegan a Salgar.
Y me asombran las formas
que toma la basura que nos devuelve el mar
                                                               para que la pensemos:
Este tacón lejano de transparente acrílico.
Este madero negro como de cruz de noche.
Esta muñeca ciega que se ahogó sin su niña.
Este árbol inmenso con sus ramas completas
y todas sus raíces
arrancado del mundo como por un gigante.
La jeringa y la sonda de muchos moribundos.
Botellas sin mensajes que nos hablan del mar.

Y el agua, Dios, el agua…
Que en cada ir y venir parece despedirse
luego de que incesante deja sobre la playa
un nuevo testimonio de lo que se derrumba.
Y bautiza en sus sales las miserias del mundo.


III.

Cuando todas las tardes
Pasa alineada por el cielo del pueblo
La misma formación de grises alcatraces,
Que vuelan casi siempre rozando casi el mar,
 Mi vecino el poeta se levanta y saluda
(no importa lo que haga)
Diciendo ritualmente:
¡Fuerza Aérea de Salgar!

En realidad son pelícanos.
Que vienen del Caribe y vuelan frente a la casa
para sentir que alguien
                                   los saluda al pasar.

Bajan al mar por peces y regresan al cielo
Con el buche cargado de mucho más que mar.
Que nadie toque el vuelo de este pequeño Dios
                                                           de mochila y de plumas.
Que no lo alcance nunca la maldita cauchera.
Que siga siempre el vuelo de las tardes soleadas.
Buscando los saludos que la costa le da.

Al igual que el poeta
su reino es allá arriba.
Un cielo de palabras que son la sal del mundo
es el espejo claro del mar y de la arena.
                                                                Y de todo lo demás.

¡No toquen ese albatros!
¡Dejen ese pelícano!
¡Cuidado el alcatraz!





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Aeropuerto II




Después, cuando el viaje ha quedado atrás, el sitio aparece en la memoria como un corredor lleno de caras a quienes tu cara tampoco dice nada. Un aeropuerto es una estación en medio de la nada, un espacio de tiempo ocupado, casi siempre, por un afán, por una ansiedad, por una pregunta.
Después, cuando el viaje ha quedado atrás, el aeropuerto se disuelve en su propia nebulosa.


Patricia Iriarte

***   ***   ***




A TI SICARIO QUE LE DISTE AL VIKINGO CRIOLLO


Ay sicario, cómo nos dueles
en tu parto se nos desgarraron las entrañas
porque naciste esclavo
con grilletes perpetuos de ignorancia
y de certera bala en la frente
quisiste silenciar al pensador libre.

Con la bala en la sien
su mágico mundo azul
tuvo la explosión del big-bang
para darle visos rojos al estallido azul
de respeto, justicia y paz que no conoces
a pesar de haberla tenido al frente.

Te alimentas como buitre carroñero
de los hilos rubíes que saltan de los cuerpos
con que siembras mi tierra de dolores.
El rayo de trueno con que intimidas y callas
se transforma en látigo en tus propias manos
y te azota y calcina hasta el alma.

El bumerang de tu reluciente bala se torna llave de plata
que estalla y desaparece ante tus ojos atónitos
que cierra la única puerta verde de libertad
que pinta tus sueños de negro.

Al explotar en el universo blanco de sus ideas
quedaste solo en el cepo de miedo, angustia y remordimientos
en que te sumió “el negocio” que, cual Judas de tu clase, “coronaste”
por  migajas de devaluados pesos
apuntando al blanco que se tornó negro
cuando ciego disparaste al cierre de tu propia libertad.

Dime sicario…
¿no lloras la muerte de tu propia víctima
porque las lágrimas se te calcinaron en los ojos
cuando el sol iluminó el rostro de tu objetivo militar
y cual reluciente espejo te enfrentó con él?
¿O no lloras porque las lágrimas se te evaporaron en la conciencia?
¡Dímelo! ¡Respóndeme!
¿Es que acaso su evanescente figura
desde ese 17 de septiembre te persigue y te envuelve
y cual tela fantasmagórica se adhirió a tu ser como una nueva piel
que te envuelve y te asfixia
transformándote en azogue que no logra reposo?

O quizás tal vez tus vísceras de acero
tornan quimera mis elucubraciones
dejándome sentir el transpirar salobre
de su vacío y su ausencia.


Piedad Sánchez Molinares
Barranquilla, septiembre de 2011






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De Patricia Iriarte, dos poemas






Instrucciones para atrapar a la poesía durante un recital


Recuerde cuáles son los lugares en los que mejor se siente.

Imagine que está en el mejor de ellos.

Si no le vienen ahora a la cabeza

aproveche, en todo caso, para sentirse mejor.

Haga suya, moldee la silla hasta que logre que sea

ese cómodo sillón con el que siempre había soñado.



Si no le da vergüenza, cierre los ojos

abra la mente

saque a pasear al corazón

suélteselo a las palabras

juegue con las ideas

entréguese

confíe en su poder.

No asuma nada.
La música, si la hay, llegará a sus oídos
sin que usted haga nada.

Al otro lado está la poeta
tratando de tañir la antigua arpa.
Seduciendo, haciendo suyo el instrumento
jugando a ser ángel
invocando demiurgos
liberando luz
liber ando…

Escuche, de ser posible, en silencio.
Si no le da vergüenza, cierre los ojos
abra la mente
saque a pasear al corazón.
Siéntase libre.
Esa es la poesía.





Poema de la casa


Llueven mangos. Todo el día caen en mi patio hermosos mangos multicolores, olorosos, sensibles, amables, tiernos... como el corazón de Gómez Jattin.

Ese patio en el que caen es de la casa en la que habito, que no es mía pero parece hecha por mí en mis pensamientos. Ahora espero hacerla por dentro con mis manos, con más plantas que cosas, una hamaca azul y tres asientos. Esta casa que ahora, con todo mi menaje, tiene grupos de tareas por todos lados: cuadros por poner, cosas qué ordenar, qué regalar, qué desechar, qué reciclar… Esta casa que está llena de verbos por conjugar, de colores por combinar, de zonas de sonido y de silencio. De pequeños altares. De recuerdos, de novedades.

Espacio rodeado de mundos, de ritmos, de otros, de calles, de pregones, de pájaros y ardillas coloradas que hacen su circo entre cables y ramas de roblesmangos y otras especies. Rodeada de miradas, de vecinos, de saludos que se convierten en redes y relaciones “necesarias”.

La casa no está en una cuadra, es propiedad de la cuadra. Largo tiempo deshabitada y repentinamente recuperada, todos y todas estaban pendientes de cómo quedaría y de quién llegaría a vivir allí.

Mujer sola, qué interesante. Un detalle propicio para jugosos argumentos relacionados con quién llega y quien sale, cuanto se demora y otros detalles como los pedidos que se hacen a la tienda o el tipo de carro en que llegan mis visitas. Todo esto lo ven las 24 horas del día los cuatro ojos de los  dos vigilantes de los edificios que quedan justo enfrente. No puedo escapar a su presencia permanente –la de sus ojos- sobre la acera de mi casa.

Mi casa, la que se cuida a si misma, la que disfruta estando a solas cuando no estoy yo y ella puede espiarme en todas mis cosas. Mi casa, la de ligeras cortinas, la solo mía. Mentiras, la ajena; la de todos, la que me han dado a cuidar, la que me cuesta, la que me recibe. La que bien sabe atesorar mi soledad.



***   ***   ***




POEMAS DE RAÚL GÓMEZ JATTIN (1945-1997)



Un probable Constantino Cavafis a los 19

Esta noche asistirá a tres ceremonias
     /peligrosas
El amor entre hombres
Fumar marihuana
Y escribir poemas

Mañana se levantará pasado el mediodía
Tendrá rotos los labios
Rojos lo ojos
Y otro papel enemigo

Le dolerán los labios
Y le  arderán los ojos como colillas encendidas
Y ese poema tampoco expresará su llanto


De lo que soy

En este cuerpo
en el cual la vida ya anochece
vivo yo
Vientre blando y cabeza calva
Pocos dientes
Y yo adentro
como un condenado
Estoy adentro y estoy enamorado
y estoy viejo
Descifro mi dolor con la poesía
y el resultado es especialmente doloroso
voces que anuncian: ahí vienen tus angustias
voces quebradas: pasaron ya tus días

La poesía es la única compañera
acostúmbrate a sus cuchillos
que es la única


Me defiendo

Antes de devorarle su entraña pensativa
Antes de ofenderlo de gesto y palabra
Antes de derribarlo
Valorad al loco
Su indiscutible propensión a la poesía
Su árbol que le crece por la boca
con raíces enredadas en el cielo

Él nos representa ante el mundo
con su sensibilidad dolorosa como un parto.



Pájaro
En la clínica mental vivo 
un pedazo de mi vida. 
Allí me levanto con el sol 
y entre tanto escribo 
mi dolor y mi angustia. 
Sin angustias ni dolores 
ataraxia del espíritu 
en que mi corazón 
como una mariposa 
brilla con la luz 
y se opaca como un pájaro 
al darse cuenta 
de los barrotes que lo encierran.


Conjuro
Los habitantes de mi aldea 
dicen que soy un hombre 
despreciable y peligroso 
Y no andan muy equivocados 
Despreciable y Peligroso 
Eso ha hecho de mí la poesía y el amor 
Señores habitantes 
Tranquilos 
que sólo a mí 
suelo hacer daño



Memoria
Más allá de la muerte y sus desolaciones 
que perviven intactas como la vida misma 
hay un sol habitado de palomas y árboles 
que guarda tu futuro en mitad de mi infancia 
Joaquín Pablo mi viejo niño y amable 
la edad nos confundió y nos separó dolidos 
en mañanas de Mayo esperando la lluvia 
y en las horas del brillo y las escaramuzas 
de los gallos de riña entre los matorrales 
Hay un silencio grave parecido al olvido 
que me nubla mis ojos y quiebra mi garganta 
en tus voces que guardo como una tibio sábana 
para el frío de los años y la soledad cansada 
Eras el último hombre honrado que sobrevivía alegre 
Eras aquel sentido sembrador de amorosas pasiones 
En mitad de la vida se me escapó tu cuerpo 
Como un frutal cargado soleado y cuidadoso 
que me heredó sus mangos en lo más débil del alma

Abuela Oriental
A esa abuela ensoñada 
venida de Constantinopla 
A esa mujer malvada 
que me esquilmaba el pan 
A ese monstruo mitológico 
con un vientre crecido 
como una calabaza gigante 
Yo la odié en niñez 
Y sin embargo vuelve 
en esta noche aciaga 
con algo de hermosura 
Por algo se dice 
que con el tiempo uno perdona casi todo 
Vuelve con sus cicatrices en el alma 
de fugada de un harén 
con sus "mierda" en árabe y en español 
Con su soledad en esos dos idiomas 
Y ese vago destello en su espalda 
de alta espiga de Siria


Príncipe del valle del Sinú

Sus sentimientos más leves que las alas de las garzas 
pero fuertes como su vuelo Su virilidad la propia 
de un príncipe masculino soñador y altivo Su talante 
el del que no quería amar pero ama Su heredad 
la tierra Los míticos cebúes blancos y rojizos 
Un carruaje de madera y metal violeta oscuro 
Como sus ojos Tiene la noche de Damasco en ellos 
Su voz la del trueno diluida en el susurro de la brisa 
Su elegancia la del caballero del desierto Sus maneras 
la presencia de los antepasados orientales fumando 
el hachís Batiendo el aire con las pestañas negrísimas 
con un fondo morado de ojeras de adicto ancestral 
Tendido sobre un cojín de seda verde pistacho 
Sus alimentos las almendras Las aceitunas El arroz 
La carne cruda con cebolla y trigo El pan ácimo 
Las uvas pasas El ajonjolí El coco El yogur ácido 
Sus colores el negro El azul y el magenta 
Sus elementos el aire y la tierra Su presencia 
la de un joven dios agrario alejando el mal invierno 
Regalando su fuerza al débil del campo Su esencia 
íntima la del adolescente eterno que habita 
la ilusión del poeta y su locura de alcanzarlo 
en su pleno tránsito fugaz hacia la madurez 
familiar a los hábitos poco felices 
Su sentido unánime el de la saeta y el corazón palpitante 
de la agonía del éxtasis erótico Su placer el desbordamiento íntegro 
del ser sobre mis sueños abandonados entre sus manos 
Su eternidad en mí la del amor largamente deseado 
en lo esencial de cada instante De cada poema



Ella se lamenta
Me hubiera gustado ser varón 
para poseerte 
Para darnos trompadas en señal de ternura 
y de fidelidad 
Para ponerme las botas de capataz 
y cabalgarte desnudo 
Para amenazarle con un revólver 
Pero yo 
Una mujer 
Una simple mujer 
¿Qué puede hacer de memorable 
en la prosecución de un amor?


Casi obsceno
Si quisieras oír lo que me digo en la almohada 
el rubor de tu rostro sería la recompensa 
Son palabras tan íntimas como mi propia carne 
que padece el dolor de tu implacable recuerdo 
Te cuento ¿Sí? ¿No te vengarás un día? Me digo: 
Besaría esa boca lentamente hasta volverla roja 
Y en tu sexo el milagro de una mano que baja 
en el momento más inesperado y como por azar 
lo toca con ese fervor que inspira lo sagrado 
No soy malvado trato de enamorarte 
intento ser sincero con lo enfermo que estoy 
y entrar en el maleficio de tu cuerpo 
como un río que teme al mar, 
pero siempre muere en él.


Canción del Amor Sincero
Prometo no amarte eternamente, 
ni serte fiel hasta la muerte, 
ni caminar tomados de la mano, 
ni colmarte de rosas, 
ni besarte apasionadamente siempre. 
Juro que habrá tristezas, 
habrá problemas y discusiones 
y miraré a otras mujeres 
vos mirarás a otros hombres 
juro que no eres mi todo 
ni mi cielo, ni mi única razón de vivir, 
aunque te extraño a veces. 
Prometo no desearte siempre 
a veces me cansaré de tu sexo 
vos te cansarás del mío 
y tu cabello en algunas ocasiones 
se hará fastidioso en mi cara 
Juro que habrá momentos 
en que sentiremos un odio mutuo, 
desearemos terminar todo y 
quizás lo terminaremos, 
mas te digo que nos amaremos 
construiremos, compartiremos. 
¿Ahora si podrás creerme que te amo?


Serenata
Asómate amor mío 
que el cielo ha encendido un fandango 
en su comba lejana 
Y no hace frío 
El viento música entre árboles un gemido 
que parece tú sintiéndome el placer 
que parece tú inclinado en mi rostro 
secreteándome señales en el camino 
"Todavía no" o "Aprisa que me muero" 
Asómate y no temas a tu padre con su Colt 45 
que yo traje el mío 
¿Me oyes? ¿No deseas que nuestro amor 
realice bajo los astros otra jornada? Como dioses 
¿No le echaste al viejo en el cafe la valeriana 
para que duerma y nos deje hacer lo nuestro? 
Así te supliqué y no respondiste Después supe 
que días antes te habían mandado de vacaciones 
a París Para que te olvidaras de mí El poeta 
del pueblo Ese que se ha ganado una triste 
fama de marica por tu cuerpo adorado 
No olvides que a mi ese asunto me tiene sin cuidado 
Que es pura envidia Puta tontería de tu viejo 
y sus aburridos compadres verdugos de la vagina 
y de tus amigos falsos que les gusta mi falo 
No olvides que el amor es más valioso 
que todos esos juntos Que hemos luchado 
aún contra nosotros mismos Que nuestro placer 
tiene toda la belleza viril que ellos nunca han tenido


Ni siquiera una dulce noche
Aquel amor de fiebre y de tormento Aquel estar 
pendiente de la luna entre los cocoteros Por si ella 
me traía presagios de tu cuerpo Pero en vano 
Pero estaba demasiado enfermo para soportar 
la intimidad de tus caricias No hubieras conocido 
en mí sino el temblor de un poeta y de su muerte 
Aquel temor de mirarnos a los ojos no era vano 
Estabas revestido de otro mundo Estabas lejos 
Sobre todo cuando yo te amaba Cuando era 
de ti como la nube en el reflejo del agua 
Dentro pero lejos Dentro en el vientre 
de una realidad inventada y fugaz 
Era íntegramente bello porque no toqu6eacute; 
tu cuerpo aunque tú lo querías y yo también 
Pero antes de mi deseo estaba mi futuro 
Estabas tú antes de mi deseo de ti 
antes que el deseo estaba el amor 
Antes que el amor estaba la vida y la maldad 
Aquel amor que no tuvo una noche 
Ni siquiera una dulce noche amor mío


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Tres poetas indígenas

Selección mínima tomada de la Biblioteca Básica de los Pueblos Indígenas de Colombia. Ministerio de Cultura, 2010




Hablando con los muertos




A veces hablo con los muertos.
En noches estrelladas
ellos iluminan caminos zigzagueantes.
Cómo va la vida, me preguntan.
Y yo les digo:
“Aquí, mirando tanta muerte”.



Wiñay Mallki (Freddy Chikangana)
Poeta yanacona, del suroriente del Cauca
Del libro “Espíritu de pájaro en pozos de ensueño”




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No dije nada, sólo pensé


Esas plumas que lleva el taita en su corona
me hicieron pensar en la muerte de un guacamayo.

El taita, que caminaba distante de mí,
Se acercó y me dijo:
“Yo no lo maté
lo recogí en el salado de los loros,
fue mi ofrenda
para adquirir el poder de adivinar el pensamiento”.

Luego se marchó.



Hugo Jamioy Juagibioy
Poeta del pueblo camëntsá o kamsá, Putumayo
Del libro Danzantes del viento



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Espanto de olores fuertes



Nosotros tenemos un espanto invisible
que nos visita con olores.
lo alejamos con mucha sal en el fuego
y orín de los hijos mayores.
Este espanto nos hace descubrir
los olores ocultos de la vida:
sentir los olores tranquilos de los ancianos
tocar los olores fértiles de las mujeres
escuchar los olores blancos de la risa de los niños
dormir en los olores blandos del sueño…

Y el viento nos congrega en este respirar.



Vito Apüshana
Poeta wayuu, de La Guajira
Del libro “En las hondonadas maternas de la piel”




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AÑORANZAS DEL RETABLO ESTIVAL - POEMAS DE OSCAR DELGADO

A Enrique Caballero Escovar

I El paisaje


Cuando comienza diciembre a hojear su álbum de amaneceres,

los almendros giran ya,

bajo una brisa de pájaros.

El verano pulveriza su lámina transparente

sobre el aire azul trémulo,

que refresca la sombra de las nubes nuevas.

Para el advenimiento de aquella navidad provinciana,
sin villancicos, ni juguetería,
el paisaje recoge la humedad dorada de las campanas
y envuelve las dimensiones tranquilas de la aldea
en trinitarias de sol.

II La estrella
Ante una pálida opacidad de cigarras,
el crepúsculo ilumina la leyenda de la estrella
anunciadora, desflecada entre la cabellera del ríoclaro.
Nunca supieron de su sabor bíblico
los hombres que la contemplaban
a través de la verde quietud de las ceibas,
pero su geometría de vidrio
retoca una religiosa emoción
que aclara la humilde arena de sus vidas.
La estrella es un plateado rumor de paz
que va enhebrando el collar de las lunas magas de diciembre.

III La noche
Convertida por afán eglógico de sus habitantes
en angostos bosques de arbustos
teñidos por una liviana floración de papeles alegres,
las calles gozosas entran al murmullo de la noche
pobladas de faroles rústicos
que tiemblan en el ramaje como brillantes frutas de colores.
La noche navideña
balancea en el chinchorro de candelas de la cumbia
su desnudez enjoyada de constelaciones rurales.
Unos tambores alimentan el vértigo del vestuario campesino,
que desarrolla su cromática exuberancia
sincronizada por el abanico melódico de los acordeones.

IV El milagro
Surge de la temperatura recóndita de los pechos
el canto que desenvuelve la interpretación lugareña
del inefable rito,
iluminado por una calurosa liturgia de cobres.
La hora del milagro antiguo
recorre la cronometría aguda de los gallos
y panes calientes inciensan el olfato de la madrugada.

V La virgen morena
Nocturnas trenzas
ondulan por la recia vocación de los bejucos
que fortalecen el rancho nativo;
pupilas tostadas
por el viento oloroso que agiliza la fecunda lejanía
de los maizales;
brazos disciplinados
en la gimnasia de los cántaros rítmicos
para el maduro ritmo de la maternidad.
Voz vegetal
como la risa de las mazorcas,
piel profunda
como la tiniebla líquida de los estanques montañeros;
la virgen morena,
sembrada en el centro del retablo estival,
conforma la ambición paterna de aquellos hombres
nutridos por el ácido misticismo de la tierra.


Oscar Delgado
Santa Ana, Magdalena. 1910-1937



Tomado del libro Colombia en la poesía colombiana. Los poemas cuentan la historia (2010)



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La poesía de Margarita Vélez


Margarita Vélez Verbel nació en Corozal (Sucre) y estudió Derecho en la Universidad de Cartagena. En 1995 publicó el libro de poemas Los ángeles sólo bajan una vez, con el que ganó la convocatoria del Instituto Distrital de Cultura y Deporte de Cartagena, ciudad en la que vive desde muy joven, y en el 2007 su segundo poemario, Del polvo y el olvido, editado por la autora y la Editorial Pluma de Mompox.

Tiene inéditos otros dos libros de poemas: El libro de las destrucciones y Espinas y cenizas, y uno de ensayo, Religión, sexo y misoginia. 

Con esta selección revisada y autorizada por la autora, Cantaclaro continúa divulgando el trabajo literario de los escritores y escritoras caribeñas cuya obra, como esta de Margarita Vélez, sobresale por su fuerza y calidad. Juzguen ustedes mismos, pues esta poesía habla por sí misma, y queda resonando...


DEL LIBRO “DEL POLVO Y EL OLVIDO” (2007)


Palabras

Necesito decir algo:
que el alma se me tuerce,
que me corren ríos,
que muero,
que no soy sólo un montón de huesos
que envejecen con el tiempo.
Necesito algo más que este día
que transcurre y cae al vacío.
Algo más para no desbordarme ansiosamente
entre autos y gente que marcha y se hunde,
para no perderme entre horas de desesperanzas
y de hormigas que luchan contra el hambre.
Necesito sueños grandes que alivien mi vacío
que me llenen mientras caigo.



Universo

Ya que he sido todos los hombres
y he padecido todas las afrentas
en este único cuerpo y en este único tiempo.
Ya que he esperado con una esperanza ciega
bien me merezco algún cielo,
alguna piedra donde posar este cansancio.
Bien merezco un día de reposo,
un pan para mi hambre,
un creador menos duro,
una ansiedad más corta.


Gris

En estos días 
en que sufro,
en que he desnudado mi alma a las tormentas,
en que a veces me siento grande
con la soberbia y la rabia que guarda el que soporta,
quisiera encontrar un culpable
a quien poder colgar de un árbol,
un punto, un dios miserable
al que quejarme,
una ira suprema que me parta.



Atravesándome

Me pierdo entre estas cosas repetidas, entre estos
                                       /vahos pestilentes
Me deprimo
pobre de mí que soy mi verdugo de día y de noche.
Pobre de mí que he bebido de otras aguas
                             /y me consume otra sed.
Mas me valdría, de un salto, atravesarme
                             /como un alfiler
a una mariposa



Un río

En algún momento el alma reposa
y es como una bestia pastando,
como un río.
Es entonces bella con todas sus torceduras,
Dejándose tender las trampas de la nostalgia.
En algún momento el alma es plena y solitaria
y se basta a sí misma
como el cuerpo al placer.
Entonces se siente la vida,
el agua fuera de su cauce
enseñando otros caminos,
seducida por su propio canto.
Toma con igual goce su dulce y su veneno.



Del polvo y el olvido

Cuando me haya marchado
y sólo quede el polvo
alguien por mí quedará en esta rueda
repitiendo cada cosa, cada acto.
Se llamará distinto
y jamás habrá escuchado mi nombre
pero soñará y sufrirá igual.
Librará consigo las mismas batallas
y pretenderá cosas que nunca hallará.
Estará cansado al final
y yo no le conoceré.
Le entregaré parte de mi mortalidad
como una hoja se entrega al viento.
Como la hierba a cada cosa que en ella crece.
Cuando me haya marchado
y todo se repita en otro,
habré resucitado sin gloria
del polvo y el olvido.
Vendré a treparme en otra mortalidad dolorosa
a usurpar otro espacio y otro aliento.


POEMAS DEL LIBRO  "EL LIBRO DE LAS DESTRUCCIONES"


Las sopas

Recuerdo bien a mi madre con su crucifijo de pepitas,
con su rosario en la mano.
la recuerdo repitiendo sus avemarías
y explicándole a sus hijos las bondades del reino venidero
que nos atraería su dios judío.
La recuerdo son la huella de una trompada que le diera mi padre en el ojo
diciéndonos que dios era justo.
La recuerdo con su resignación cristiana, con su urbanidad de Carreño,
con la cartilla del padre Astete mientras hacia las sopas.
la recuerdo con sus ojos escrutadores, investigando lo que ocurría
en el fondo de mi alma, para impedir que juzgara, que cuestionara, que luchara,
que pensara, que viera la mierda hasta el cuello en que estaba untada aquella familia, toda la indignidad que reinaba entre esas cuatro paredes.
La recuerdo con su moral cristiana, con su moral de perros
la recuerdo metiéndome por los ojos su puto cristianismo.



Herencia familiar

Para Carmen Sofia Verbel , mi madre.
para Sara Duque Bonoli (In memoriam )


Cómo me duelen mi madre y mis abuelas.
Cómo me duelen sus mundos reducidos al fogón y a las salas de parto,
sus vidas envilecidas, sus esclavitudes.
Pobres seres reducidos, pobres mariposas de llanto.
Cuánta violencia les pesa,
cuánta violencia agazapada en los cuartos,
en sus faldas, en sus cópulas de goce exclusivo del macho.
Cuánto silencio se cierne sobre sus hijos procreados y paridos a la fuerza,
como un doloroso hierro clavado al vientre.
Cuánta mierda escondida bajo el techo,
entre la manteca caliente y el café en las mañanas.
cuánta podredumbre.


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Una revista Clave en la poesía 


Se publicó recientemente en Cali el número 15 de la revista de poesía Clave, que editan José Zuleta y Rafael Escobar de Andreis. Además de las Memorias del X Festival Internacional de Poesía de Cali, este número nos trae, como una revelación para los amantes de la buena poesía, una muestra de la obra de Sándor Kányádi, de quien reproducimos parte de la reseña realizada por Rodrigo Escobar y tres poemas deslumbrantes.Enhorabuena para Clave. 


ndor Kányádi


Nació en Nagygalambfalva (hoy Porumbenii Mari, Rumania), un pequeño pueblo de Transilvania, en 1929. A los 21 años fue a estudiar a la universidad Bólyai (hoy Babeş-Bolyai) en Koloszvar (hoy Cluj-Napoca) donde se graduó en filosofía y se hizo docente de lengua y literatura húngaras. Comenzó a publicar poesía en 1955, y ha ganado los premios más importantes de Hungría y de Rumania. Hoy, a sus 90 años, es el decano de la poesía húngara.


Humo



Ya de lejos denota el humo arraigo humano
desde la trasgresión de Prometeo

desde que se calienta,

cuece y asa, incendia, quema

e incinera, desde entonces la historia humana humea.

Leve humo azul de fuegos en la noche,

humo de pira, hoguera y crematorio
tiñen de ¿familiar? negro la bóveda
sostén del sol, la luna y las estrellas.

Fumo sentado en la colina y desde el valle
se encarama traslúcido el humo de las casas
sobre rayos de sol casi a nivel,
pero el inaguantable humo de sesos
agita mi memoria de sabores y olores.

¿Quemarán libros en alguna parte?





Un poema es algo que se tiene que decir





Tal fue la respuesta de un escolar de aldea en una de mis giras rurales. ¿Qué es un poema? era la pregunta de él mismo, y me la lanzaba, dirigido obviamente por su maestro. Tomado por sorpresa se la devolví tal como un soldado en pánico devuelve la granada aún sin estallar.

—Bueno, ¿y qué piensas tú que es?
—Un poema es algo —y se colgaba de mis ojos buscando apoyo— que se tiene

que decir.




La clase rompió en risas.
Solo nosotros dos quedamos algo encogidos.
Él un poco con la ligereza que uno siente tras lanzar el bumerán, pero a la vez agradecido por no haberme reído de él. Y yo porque este escolar pronunció con tanta claridad lo que yo desde hace mucho tiempo sospecho, creo y ando diciendo.




Un poema es algo que se tiene que decir.

Fue como si, desde el comienzo de los tiempos,una brisa viniera a refrescarme. Como si, despertando de su sueño, Homero hubiera abierto sobre mí sus ojos ciegos pero llenos de luz.





Como si los poemas exiliados a los libros desde Gutemberg se hubieran levantado y vuelto a casa, para ponerse ante el podio o en la pantalla y cantaran marchando sobre la cinta o girando sobre el disco.

Como si Sándor Petöfi, nuestro poeta nacional, hubiera tomado asiento entre nosotros.

Un poema es algo que se tiene que decir.




Soñolienta





La mar no está dormida


apenas cabecea como yegua
por veces sacude la cola

agitando las crines

la mar dormita

sobre sus patas como yegua

desde sus entreabiertos párpados

sigue blanqueando
el rotundo horizonte






Traducido por 






Rodrigo Escobar Holguín con Dániel Végh.




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SAGA DE LOS DESTERRADOS




Poema de Beatriz Vanegas Athías, ganadora del X Certamen de Relato Corto Pilar Paz Pasamar (Modalidad Poesía), en Jerez de la Frontera (Cádiz, España).


1
No intentes habitar este añico del mundo
porque aquí el fuego se extinguió.
Es este un lugar oscuro
donde el fuego fatuo fundó su morada
y crecieron ciudades con rostro de carbón.
No intentes habitar este pedazo del mundo
el fuego fatuo se aposentó en la montaña
y crecieron desiertos con oasis púrpura
y ríos cárdenos de peces purulentos.
No intentes asomarte, Prometeo,
no hay coro para tu gesta.
No intentes asomarte
el fuego fatuo puede ser tu perdición.

2
Ahora mi patria es tu cuerpo.
Luce vano el trono
del rey de las miserias
ante el poder de mi dolor.
La ley es ese cuervo
que pugna por saciar su hambre.
La ley es el lazo que amordaza
mis lágrimas.
País de cuervos ahítos
y de lágrimas  prohibidas.
Ahora mi patria es tu cuerpo.


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