miércoles, junio 30, 2010

Paradojas del mundo desarrollado

El primer enlace corresponde a una noticia que intenta corregir uno de esos motivos de náusea que denunciaron escritores como Sábato y Saramago: En Inglaterra se han instalado 3.500 cajas que son usadas para "espantar" jóvenes. Dichas cajas emiten un pitido sólo audible para las personas de entre 20 y 25 años y que producen un agudo dolor en el oído. Dice la nota del diario ABC:
La Asamblea del Consejo de Europa acaba de pedir en Estrasburgo que se prohíba por ser «altamente ofensivo» al equiparar a los jóvenes con especies de pájaros o bichos no deseados. La institución internacional (...) apoyó por unanimidad el informe (en el que) se pedía el cese de estos dispositivos por entrar en conflicto con los derechos humanos, la vida privada y la libertad de reunión. Este ruido de mosquito, sale de una especie de «caja» metálica que emite un tenue pitido, no audible para las personas adultas pero sí para las de entre 20 y 25 años. (...) La cuestión es que los centros comerciales y las zonas residenciales donde se instalaron, con el asesoramiento de los ayuntamientos correspondientes, vieron cómo los jóvenes que los fines de semana solían frecuentar estas áreas directamente desaparecieron."
Lealo completo en

El segundo enlace, en cambio, es un indicio positivo de que, al menos en una parte del mundo, las cosas comienzan a cambiar: En Suecia los hombres están pasando más tiempo en casa cuidando los niñ@s y compartiendo la mitad de los oficios domésticos.

La nota es del New York Times y salió publicada el 9 de junio de este año:

1 comentario:

  1. Anónimo3:46 a.m.

    Ante la falta de normativa legal, algunos detractores del dispositivo denominado "Mosquito" argumentan que dicho dispositivo no discrimina a los bebés -lo que no es cierto-, y que el empleo de dicho dispositivo atenta contra el derecho a la libertad de los jóvenes a reunirse. Sin embargo, a diferencia del ruido causado por el botellón y el vandalismo, que sí traspasa las ventanas de los vecinos -tanto de los que tienen bebés y niños pequeños como de los que no-, el sonido emitido por el dispositivo no traspasa ventanas ni puertas y, además, es direccional en un radio de entre 30 y 40 metros. Resulta sospechosamente demagógico argumentar que un sonido molesto dirigido exclusivamente hacia una reunión de jóvenes incívicos que dejaron hace mucho tiempo de ser bebés, es un acto discriminatorio. Países como Canadá, Bélgica o Reino Unido, más desarrollados, solventes y serios que España, han demostrado que el dispositivo no tiene ningún efecto dañino contra la salud, y, por contra, su empleo ha mejorado en gran medida la calidad de vida de muchos vecinos desesperados ante la pasividad de los ayuntamientos para erradicar un problema propio de países tercermundistas. Es cierto que algunos grupos de la Asamblea del Consejo de Europa solicitaron prohibir la venta y uso de este dispositivo, pero no lo consiguieron, entre otras razones porque aparatos similares de mayor potencia y alcance están siendo empleados por las fuerzas de seguridad de diferentes estados miembros para disolver manifestaciones sin originar daños físicos de ninguna índole a los manifestantes.

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