jueves, febrero 07, 2013

Un Carnaval para aceitar la imaginación (II)



Angel Loochkartt.
Me decía el maestro Angel Loochkartt, quien este año fue homenajeado por el Carnaval de las Artes por su maestría y su aporte a las artes plásticas, que este evento “Le da peso intelectual al Carnaval de Barranquilla y hace sentir que el carnaval no es solo disfraz, no es solo rumba, no es solo danza, sino que hay unas bases de pensamiento crítico y analítico sobre problemáticas del arte en general. De allí que invite siempre a personajes prominentes de cada disciplina. Con el Carnaval de las Artes Barranquilla se deja sentir.”

El pintor barranquillero, que es un surtidor permanente de creatividad y producción, lo dice justo cuando la ciudad comienza a volver los ojos sobre el Carnaval como expresión cultural; 10 años después de su declaratoria como parte del patrimonio humano.  

Las discusiones continúan y continuarán entre los propietarios del negocio, los actores, los gestores, los dirigentes y los dolientes del Carnaval, pero entre tanto hay trabajadores consagrados a hacer realidad la fiesta año tras año. Miles de bailarines, artesanos, músicos, costureras, zapateros, utileros y de docenas de oficios más cumplen cada año la cita con su carnaval, ajenos a los avatares políticos y económicos de la organización responsable. Y así como ellos, muchos artistas y organizaciones independientes ponen también su grano de arena con eventos como la Carnavalada, la Noche de Tambó, la Noche del Río, los bailes de disfraces, los salones burreros, los festivales de música y tradición y toda una constelación de esfuerzos solitarios. 

El Carnaval de las Artes es una de esas empresas quijotescas que la gente se inventa para celebrar el carnaval. Quijostesca como pocas.

Para Alvaro Suescún, en esta oportunidad fue mayor la incidencia reflexiva. Dice el escritor: "En una suerte de invitación para formar intelectuales críticos, Armand Matelartt, Matt Dillon, Astrid Hadad, Henry Fiol, el profesor Raúl Cuero, Martín Caparrós, y el grupo de teatro Pé de Vento, nos mantuvieron a flote en ese pequeño mar de sorpresas en que estuvimos inmersos.  Capítulo aparte merece la exposición y el reconocimiento a ese gran cultor de las artes plásticas que Barranquilla le ha entregado al mundo, Ángel Loochkartt, bien secundado por Nani y Valerio Bindi, en una exhibición que recordaremos por mucho tiempo."

No faltan, por supuesto, los críticos del evento, especialmente por lo que consideran la poca presencia del talento local y regional en el programa, o la avanzada edad de ciertos artistas internacionales invitados, o detalles de la logística, o fallas en el protocolo. Lo cierto es que el Carnaval de las Artes no cuenta con un equipo permanente y una organización como la de que dispone el Hay Festival o el Festival Iberoamericano de Teatro o el de Música Clásica de Cartagena. En materia organizativa, y a sus siete años de edad, el Carnaval Internacional de las Artes es, en cierto modo, un embrión que debe desarrollarse en pocos meses para cumplirle al público y abrir el telón una semana antes de carnavales. Por eso algunos errores se vuelven a sentir y por eso se requeriría un fortalecimiento organizativo que le permita consolidar el equipo de trabajo y dedicarle más tiempo y más gente a la organización. Un tema para el que también se requieren recursos.

La entrevista con Heriberto Fiorillo y Efraim Medina prosigue mientras se acerca el mediodía y la oficina se va desocupando poco a poco.

- ¿Conseguir el apoyo para esto es más fácil ahora o sigue siendo tan difícil como al principio?

Efraim Medina y Heriberto Fiorillo - 
Foto de El Heraldo
H.F.:  No se puede meter a todo el mundo en el mismo saco. El Estado, que en este caso es el Ministerio de Cultura, la alcaldía y la gobernación, responde cada uno a su manera. En el caso de Mincultura hemos tenido más apoyo porque tenemos la suerte de que la actual ministra viene de una experiencia parecida en Cali y sabe lo que cuesta hacerlo, y ha venido a verlo. En la alcaldía depende quien esté de alcalde y la gobernación este año redujo su aporte. Entre un gobernador y otro puede haber una gran diferencia. Lo mismo en la empresa privada; en nuestros créditos hay un montón de gente: desde las grandes empresas que dan una suma importante, hasta las pequeñas, que dan entre 1 y 5 millones de pesos.

- ¿A qué se debió la reducción este año de un día de actividades?

H.F.:  Lo que pasó fue que en el evento anterior tiramos la casa por la ventana,  quisimos ser más generosos y trajimos más gente de la que podíamos traer, así que este año tuvimos que ajustarnos.

- Hablemos del diseño y  producción del espectáculo, ¿Cómo se hace?

H.F: Se va haciendo conforme Efraim y yo vayamos identificando a la gente. Por ejemplo, él me dice: hay dos o tres artistas que vale la pena llevar al evento y son fulano y zutano, y entonces comenzamos a contactarlos. Yo viajo también a buscar figuras que me parecen interesantes, o aprovecho mis viajes para hacer gestiones o contactos, y ahí vamos consiguiendo también los recursos. Pero en general esto se comienza a gestar en los primeros meses del año. Ahora descansamos un rato y comenzamos a armar el próximo. Ya tenemos por ahí algunas cosas pensadas.

- ¿No hay un comité o consejo editorial?

No, es una red. Yo recibo los inputs que me dan y decido como crear la revista. Todos somos periodistas y toda la vida hemos hecho revistas, así que lo que yo hago es una revista anual. 
Foto de ADN

- ¿Cómo se dio lo de Armand Mattelart?

Porque yo lo viví en los años 70, lo leí, lo estudié, y el año pasado encontré en El Tiempo la noticia de que iba a estar en Colombia junto con Humberto Eco, entonces me conseguí el mail de su universidad, le escribí y dijo que si, y no cobró un peso. 

Con Umberto Eco llevamos años tratando de convencerlo; Efraim ha ido tres veces a Milán y una vez le ofrecimos, por joder, 30 mil dólares, ¡y no se movió!

E.M.: Pero tampoco va a ninguna otra parte; es de los que se mueven muy poco, porque en general los escritores aceptan –quizás no un premio Nobel o una de las grandes estrellas– pero uno bien situado en el medio literario, en un 80 o 90 por ciento va a decir si. Un cantante, un actor o alguien que tiene un performance, lo primero quiere es cobrar, porque ese es su espectáculo; un escritor no es un espectáculo. Si está en Europa y le ofrecen venir, no a Cartagena sino a Barranquilla, que muchas veces no sabe ni dónde queda, entonces hay que hacer un proceso de seducción para convencerlo, pero se consigue. 

H.F.: La red la armo con mis amigos periodistas y escritores. Por ejemplo, Santiago Gamboa conocía a Laura Esquivel, entonces él hizo el contacto y la invitó y ella aceptó porque él la iba a entrevistar… Sin ellos yo no sería nadie, y les doy mucha libertad para que propongan, pero la amalgama final la hago yo.  

E.M.: El tiene clara su puesta en escena, eso se lo inventó él y nosotros le pasamos elementos. La ventaja que tiene Heriberto es que él escucha de todo y a todos. Yo no hago nada, yo vengo a ver esto, como un espectador más.

H.F.: Mentiras, él es muy humilde, pero se pone a tapar los huecos, trabaja en producción…hace de todo. 

- ¿Y les han dado ideas los artistas locales?

H.F.: No, me llegan ideas sobre todo de amigos periodistas (especialmente de Bogotá pero también de otras ciudades del mundo), a quienes yo les digo: si consigues que acepte, lo traemos. Esto es algo rico de hacer; representa mucho esfuerzo pero las cosas que uno quiere cuestan. Es parte del trabajo y me gusta ser útil; este es un arte con utilidad, a mi me gusta el arte inútil pero este arte útil me parece importante.

E.M.: El que quiera hacer esto tiene que estar dispuesto a pasarse el año pidiendo plata, imaginando la puesta en escena, buscando la gente con la que va a trabajar. Se necesita estar loco y tener una generosidad extraordinaria. Yo no sé por qué él lo hace, yo lo hago porque él lo hace y yo con mis amigos voy hasta donde sea. Y las cosas se parecen a su dueño. ¿Quiénes hacen el Hay Festival? Unos que son tan h.p. como el evento que hacen. En cambio aquí no. Nosotros en el Caribe somos de relaciones afectivas, si no existe eso uno no entra a la casa de nadie. Y este evento es eso, un grupo de amigos que se quiere y quiere lo que hace.

- ¿Otro personaje, aparte de Eco, a quien no hayan podido convencer?

H.F.: Yo siempre he querido traer a Oscar de León, pero quiero traerlo a él con su bajo, y si necesita la orquesta yo le monto aquí la de Hugo Molinares, pero siempre que me encuentro con él me dice: ¿y qué hago con el resto de la orquesta? Lastimosamente  no he tenido amistad con un hermano de Oscar o con un amigo suyo que me ayude a convencerlo.

- Hablemos de las pifiadas: el número sobre el Carnaval de Venecia antes del show de La Tequilera –que no estaba en el programa–  creo que no estuvo a la altura del espectáculo que precedía. 

E.M.: Es que no tenía que dar la talla, los entremeses en el teatro son divertimentos. Ese fue un regalo del italiano Valerio Bindi montado dos días antes con un grupo de actores, no de bailarines, porque en el Carnaval de Venecia no se baila. Era una cosa de tipo conceptual. Por ejemplo,  Matt Dillon estaba hablando ¿y qué dijo que significara algo? Nada, pero la gente se lo come porque son funcionales, porque todavía tienen mucho que recorrer. Pero no ellos como personas sino nosotros como cultura. Jango Edwards dijo una cosa que me quedó sonando: “La obcenidad es la enfermedad de aquellos que solo ven con los ojos”. 

- Ese fue otro que tampoco me gustó. Me pareció demasiado ordinario.

E.M.: "Jango Edwards fue uno de los tres artistas que abrió los Juegos Olímpicos del 94, cobrando un millón de dólares, y es uno de los pocos que ha actuado ante la Reina Isabel. Lo que hizo fue una clase sobre la risa, una cosa simple, porque si se pone a hacer las cosas que hace habitualmente en Europa la gente hubiera terminado aburrida; él lo que quería era hacerse amar del público y creo que lo logró." 


Sí, la gente parecía divertirse mucho, pero yo personalmente detesté su constante automanoseo y su gesticulación gratuitamente vulgar, pero eso no tiene importancia. Lo que si preocupa es que un artista baje el nivel de su espectáculo para el público barranquillero porque piense que éste no va a disfrutar de algo más elevado; es decir, porque no da para más. Si esta premisa fuera cierta la sala no se hubiera reído como lo hizo con el grupo Pé de Vento, de Brasil, de humor más refinado, o con la misma Astrid Hadad y sus misiles satíricos contra la política y el machismo, sin mencionar muchos otros shows inteligentes que hemos tenido en años anteriores. Pero en fin, a pesar de las pifiadas, o precisamente por la discusión que ellas originan, el Carnaval de las Artes le da peso intelectual al Carnaval de Barranquilla, como dijo el maestro Loochkartt.  Ojalá surjan otros que hagan lo mismo.

Patricia Iriarte

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