Esto para mí es el Nirvana. Es viernes de Guacherna y escribo sobre el Carnaval desde mi hamaca, en mi propia buena compañía y la de la música que a esta hora programan algunas emisoras universitarias: la gaita de Paíto, las voces de Totó, Martina y Petrona, las nuevas fusiones andino-caribeñas.
Afuera la ciudad ya es Carnaval. Decir que Barranquilla está en carnavales no es ser del todo fiel a la verdad, porque todo lo que se respira, desde la Lectura del Bando el 19 de enero, es carnaval, y de manera frenética. Es como si la reina hubiera agitado una bandera en la cabecera de la pista, dando la largada a una carrera. La carrera por el disfraz, la carrera por montar a tiempo la comparsa, la carrera por entregar los zapatos que encargó Daniela, la carrera por la pollera que me voy a poner en la fiesta, la carrera por conseguir la plata para ir al baile, a la caseta, a la verbena, a la rumba del sábado. La carrera por divertirse, por emborracharse de corrido hasta el martes, por ganarse unos pesos con la venta de cerveza; la carrera por alcanzar la efímera felicidad de cuatro días. Pero qué carajo, quien lo vive es quien lo goza.
No todo el mundo, claro. La situación anterior describe la realidad de una parte de la gente en la ciudad. Pero la ciudad es muy diversa. Tanto que hay otra gente que en estas fechas prefiere refugiarse en su casa a descansar, irse para otra parte o tirarla toda en el Carnaval de las Artes, ese extraño festival de cuatro días donde se escucha hablar tanto a un señor francés sobre el problema de la comunicación, como a una cantante puertorriqueña, como a un poeta, como a un actor, como a una vedette del siglo XXI. Eso ocurre una semana antes del Carnaval oficial, del Patrimonio oral e intangible que se abre con la coronación de una Reina y un Rey Momo, ¿en una especie de añoranza por la época en que éramos súbditos?
Este año el evento des-organizado por Heriberto Fiorillo y Efraim Medina, trajo a figuras como Armand Mattelart, Raúl Cuero, Valerio Bindi, Astrid Hadad, Jango Edwards, y grupo actoral brasileño llamado Pé de Vento, que fue, para mi gusto, de lo mejor de este año, junto con La Tequilera. Pensamiento, arte, performance, caricatura, música, humor, hacen parte del menú habitual de este espectáculo que se realiza desde hace siete años en Barranquilla. Gracias a este programa, que es una verdadera alternativa al Hay Festival, hemos visto en Barranquilla, por muy módico o ningún precio, a personajes como Fontanarrosa, Chico César, Omara Portuondo y muchos otros artistas de diversas disciplinas compartiendo su talento y sus claves creativas.
El Carnaval de las Artes es un evento que se ha ido ganando el cariño, ante todo, de un amplio grupo de jóvenes universitarios que esperan con ansias el mes de febrero para disfrutar de algo distinto a la oferta habitual de la ciudad –que tampoco es que sea despreciable- . Se ha hecho querer también de la generación que está al otro extremo, pues no es raro ver en las funciones a maestros, a jubilados y a señoras que vuelven a su juventud con voces como las de Johnny Ventura o una diva cubana.
La propuesta para el director del Carnaval de las Artes fue la de hacer un recorrido en clave de balance por esta singular forma de celebrar el carnaval. La entrevista con el dúo dinámico se realizó en el segundo piso de la Fundación La Cueva, un día después de que hubieran despedido al último de los invitados.
¿Diversión o reflexión? ¿Inclusión o elitismo?
En el prólogo de la entrevista decía Fiorillo, mientras le pedía a sus compañeros que bajaran un poco la voz para no entorpecer la grabación, que si el Estado –aquí representado por la Alcaldía Distrital- le pudiera regalar a la ciudad los cuatro días de Carnaval, el Carnaval Internacional de las Artes no tendría razón de ser.
Regalar, o devolver, porque el carnaval es de los barranquilleros y nadie debe cerrarles la entrada a los desfiles.
H.F.: Decir Carnaval de las Artes es una redundancia; el carnaval debería ser de las artes, pero como no es de las artes nosotros tuvimos que hacer uno, con una intención más formativa, y gratuito.
- ¿Esa fue desde el comienzo la intención?
H.F.: Uno tiene intenciones y tiene sueños, y algo se los provoca y los saca. Yo era moderador del Hay Festival y un día hablando en Cartagena con Antonio Celia, que es el presidente de la Fundación La Cueva, me dice: Te aseguro que ahora nos van a empezar a llegar las sobras del Hay Festival a Barranquilla. ¿Por qué Barranquilla no tiene un evento cultural como este? Entonces yo, no sé si de vivo o de pendejo, le dije: si quieres lo hacemos. Y aquí estamos.
Ya unos años antes Fiorillo y un grupo de investigadores y periodistas habían organizado un evento llamado “Pensar el Carnaval”, que se hizo con el apoyo del Ministerio de Cultura, durante la administración de Juan Luis Mejía.
H.F.: Por ese entonces se comenzaba a hablar de la declaratoria de la Unesco, así que invitamos a personas de varios carnavales del Caribe para conocer su experiencia y ver cómo podíamos mejorar al Carnaval de Barranquilla. Bueno, tres semanas después de esa conversación le presenté el proyecto a Celia teniendo en cuenta las dos experiencias: la del Hay y la de la reflexión sobre el carnaval.
La idea era hacer una especie de Hay pero más nuestro y más abierto. El Hay es muy elitista y muy literario, y no todos los literatos son divertidos. Además, la creación no sólo está en la literatura; lo que propuse inicialmente fue como un “Pensar el Carnaval”, pero desde múltiples ángulos, no solo desde la literatura.
El segundo año, ya con la ayuda de amigos como mi compadre Efraim Medina, que estaba en Italia, vimos que podíamos hacer algo más internacional y comenzamos a formar una red de amigos y periodistas que es con quienes hacemos esto. Todo ha ido saliendo bien, y con el tiempo creo que cada vez mejor.
- Recuerdo que las primeras versiones incluyeron algún evento en el que se analizaba el Carnaval de Barranquilla, particularmente. ¿Por qué se dejó de hacer esto?
H.F.: Si, una de las cosas que quisimos hacer desde el principio era una sesión especial para hablar sobre el carnaval de Barranquilla con los hacedores.
- Monsiváis, de hecho, vino a uno de ellos, apunta Efraim.
H.F.: Pero con el tiempo nos dimos cuenta de que lo importante, más que nada, era aceitar la creatividad y la imaginación, porque si tu aceitas la creatividad y la imaginación, ella se va a meter en todas partes: se va a meter en el carnaval, se va a meter en la ciudad, se va a meter en la vida pública, y de pronto vamos a tener mejores gobernantes dentro de 20 años, porque esos niños que fueron a Fantástico y fueron al Carnaval de las Artes, dicen: Eche, yo no trago entero, yo puedo leer entre líneas… Bueno, ese es el ideal de uno.
- O tienen unos referentes estéticos distintos, más ricos, más complejos.
H.F.: Exactamente.
- Algo que hemos visto a lo largo de estos siete años es que ha ido mejorando la producción del espectáculo. ¿Ha sido necesario formar a la gente de aquí o traer gente de afuera, cómo ha sido este proceso?
H.F.: Si, se han formado y hemos traído también gente de Bogotá, Medellín y Cali, pero ese proceso de aprendizaje está siempre a riesgo, porque en un año pasan muchas cosas: se va un productor, se muere alguien, cambian al presidente de una compañía... Es muy jodido, hacerlo cada año es un logro, pero no hay nada que nos derrote.
- Pero hay una experiencia acumulada…
H.F.: Hay un acumulado en nosotros (y señala a Efraim y a sí mismo) pero esto va a ser como cuando se mueren los viejos de la tribu, que con ellos se muere tanta información como una biblioteca. A ver, yo no quiero que esto crezca, yo quiero es que cada año se den en Barranquilla cosas simultáneas o inspiradas en el asunto, eso sería lo más interesante.
- ¿Y han notado cambios en el público después de siete años?
H.F.: Solo te voy a decir una cosa: este año, por primera vez, creo que hay un público que viene al Carnaval de las Artes sin importar lo que vea en el programa; viene porque piensa que vale la pena, y eso me parece un logro. En todas las conferencias, en todos los eventos, estaban allí los 500, los 600, los 800 espectadores. Esa es la primera gran satisfacción.
E.M.: La sensación que yo tengo, y como yo lo vivo, es la de poder compaginar dos cosas que son la responsabilidad y la libertad; saber que no es una obligación sino que es algo anímico. Y lo que yo he notado que esto le ha dado a Barranquilla es que ha aumentado la autoestima de la gente y de la ciudad misma. Y eso es lo más importante y lo que más falta nos hace… La gente que está más llevada, mas jodida, piensa que esto no es para ellos. Eso me pasó a mí, yo fui como uno de esos niños en el barrio, sin nada, que pensaba que esas cosas que no eran para mí, que era la gente bonita y blanca la que podía tener eso. Por eso cuando desde el inicio Heriberto me dijo ayúdame con esto, yo de una.
Es esa posibilidad que le da a unos chicos de que el señor Edwards o cualquier otro artista le da la mano al salir de la función, ese contacto directo, eso es lo que me parece más entrañable en esto, y yo creo que la ciudad lo va sintiendo.
Por Patricia Iriarte
El próximo lunes, en la segunda parte de la entrevista: ¿Cómo se hace el Carnaval de las Artes, cómo se financia, a quiénes podríamos ver en los próximos eventos?
El próximo lunes, en la segunda parte de la entrevista: ¿Cómo se hace el Carnaval de las Artes, cómo se financia, a quiénes podríamos ver en los próximos eventos?
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