sábado, diciembre 26, 2009

Balances y desbalances


Por Mara del Río.


El Centro quiere decir algo, hace rato, y no lo escuchan. Al Museo del Caribe, que está allí, diciendo todo, no lo leen, y el Transmetro, que debería decir algo si en verdad quiere poner su grano de arena para un cambio cultural en la ciudad, no piensa decirlo.



La recuperación del Centro, la construcción del Transmetro y el Museo del Caribe son tres temas sobre los cuales la ciudad debería ponerse a pensar seriamente. Lo digo porque si vamos a hacer un balance de cómo le fue a la ciudad en estos grandes frentes en el año que termina, tenemos que decir que el balance es preocupante.

El manejo del Centro –histórico o no—en este último año no varió sustancialmente de lo que veníamos viendo y padeciendo década tras década. Se hicieron más obras, se pavimentaron más calles, se “invirtieron” recursos, se adjudicaron contratos, se hicieron anuncios y se ensayaron medidas… pero a la situación del Centro en aspectos como la habitabilidad, la seguridad y sobre todo, la calidad de vida para sus habitantes, no se le ve tratamiento de fondo.

No se conoce una política social para el Centro; no se habla de servicios para la población que circula diariamente por allí; no se habla de escuelas ni de guarderías ni de servicios de salud ni de soluciones dignas para los habitantes de la calle ni de programas de atención integral para niños y adolescentes que prevengan el consumo de drogas en los barrios aledaños y en el centro mismo. Ni siquiera de sanitarios públicos, que es lo mínimo que puede ofrecer una ciudad que se diga moderna y competitiva. Ni qué decir de campañas educativas que promuevan la apropiación real de las obras y proyectos que allí se ejecutan por parte de los ciudadanos, o que se preocupen por recoger la memoria de este importante sector a través de sus relatos urbanos e historias de vida.

Qué pena encontrar tantas carencias en el manejo de un asunto que atraviesa el corazón mismo de la ciudad y revela el talante de sus administraciones, pero así es, y estas debilidades están conectadas con los otros temas a los que me refiero al comienzo de este artículo: el Transmetro y el Museo del Caribe.

El 12 de diciembre El Heraldo publicó en primera página los resultados de una tertulia promovida por el periódico sobre el proyecto de transporte masivo de Barranquilla, noticia que se tituló con la frase de Alvaro Osorio, gerente de la empresa: “Transmetro traerá un cambio cultural a Barranquilla”. Leyendo la nota, sin embargo, no se encuentra por ninguna parte una mención a las actividades de educación o “cambio cultural” realizadas o promovidas por el proyecto. La tertulia se había desarrollado en torno a temas como el sistema electrónico de control, las rutas, el combustible, el programa de chatarrización, el sistema de localización satelital y otros detalles técnicos de la operación del sistema, todos muy importantes para el funcionamiento del mismo; es decir, nada que no deba tener un sistema de este tipo en cualquier lugar del mundo. Solo que en otras ciudades –ni siquiera del mundo sino del país, verbigracia Medellín—la implantación de los sistemas de transporte masivo conllevan un programa de información y educación a los futuros usuarios, aspecto que aquí brilla por su ausencia.

La ciudad no ha visto una campaña masiva que involucre a colegios, universidades, empresas y público general sobre las condiciones del servicio, horarios, funcionamiento de las estaciones, normas de comportamiento dentro de ellas, el cuidado de los buses y otras cositas que son de interés apenas obvio para quienes lo van a utilizar día tras día. Quizás me haya vuelto lenta para captar ciertas cosas, pero no entiendo cómo es que el Transmetro le va a “traer un cambio cultural a Barranquilla”. ¿Es capaz la sola infraestructura de producir tales milagros?

En cuanto al Museo del Caribe, el asunto es de otro orden: el que se anunció y se inauguró como el proyecto cultural más importante del Caribe colombiano y uno de los más interesantes del país, ha tenido un tibio recibimiento por parte de la región y de la ciudad misma. Lo primero no es de extrañar si se tiene en cuenta que hasta ahora el museo no ha podido lanzar (seguramente por falta de presupuesto) una campaña de divulgación y promoción en todas las ciudades caribeñas, y no ha sacado tampoco la exposición itinerante que se anunció al principio, pero que la ciudad que lo hospeda no se muestre interesada en la nueva institución es sencillamente lamentable. Y no me refiero únicamente a la cifra de visitantes que recibe sino al impacto de la exposición sobre la opinión pública, sobre el sector educativo y sobre el mundo cultural de la ciudad.

Se reconoce, sí, como un nuevo y atractivo sitio para visitar en la ciudad, y lo mostramos con orgullo a los foráneos, pero como institución cultural el el museo no ha tenido impacto. No es falso afirmar que en la prensa local, en revistas y otros medios de comunicación como la radio, la web y la televisión, son muy escasos los comentarios, notas críticas o referencias a los contenidos y formas narrativas que propone el Museo para mostrar la historia, la naturaleza y la cultura de la región Caribe. ¿Qué concepto les merece a los músicos de la ciudad la pieza de Einer Escaf y la puesta en escena de la Sala de la Expresión? ¿Qué opinan los académicos y los investigadores sociales sobre las exposiciones de las salas Acción y Gente? ¿Cómo lo han recibido los estudiantes que a diario acuden al museo? ¿Qué feedback ha recibido éste de sus visitantes?

Son preguntas que me surgen luego de ocho meses en los que la ciudad ha tenido tiempo de conocerlo y de hacerse, al menos, a una primera impresión que sirva para generar, al menos, un intercambio de ideas en torno a la narración del Caribe que allí se propone. La apatía que hasta ahora la ciudad demuestra hacia el museo no es consecuente con el trabajo realizado por los estudiosos más importantes del Caribe, e induce a pensar que esta ciudad es refractaria a los cambios y a los debates culturales.

Los medios, como dije antes, tampoco ayudan, pues se limitan a reproducir la información que el museo les entrega sin ampliar nada ni profundizar en ningún tema, ni de forma ni de fondo. Los periódicos y revistas nacionales también toman el camino fácil; ninguno ha producido un informe propio que le muestre al público alguna de las muchas joyas temáticas que contiene el museo.

Por eso causa tanta extrañeza la afirmación del gerente del Transmetro, porque si ni siquiera el Museo del Caribe, que es una institución pensada para producir cambios culturales, parece lograrlo, qué se deja para un proyecto cuya única función es llevar gente de un lado a otro.

Digo que la ciudad debe pensar en todo esto seriamente porque no puede ser que a estas alturas sigamos concibiendo el desarrollo como un asunto de obras y no de procesos. Al centro podrán recuperarlo mil veces y mil veces se perderán las inversiones si no se trabaja también con la gente, con sus realidades y sus expectativas, con su historia y sus visiones de futuro. No se requiere nada del otro mundo ni sería necesario contratar expertos de afuera porque la ciudad tiene mentes y manos para hacerlo. En las universidades abundan los equipos de trabajo y los insumos para ponerle contenido a los moldes de cemento.

El Centro quiere decir algo, hace rato, y no lo escuchan. Al Museo del Caribe, que está allí, diciendo todo, no lo leen, y el Transmetro, que debería decir algo si en verdad quiere poner su grano de arena para un cambio cultural en la ciudad, no piensa decirlo.

1 comentario:

  1. El balance es desalentador por donde quiera se le mire.
    El Transmetro es mucho lo que tiene por corregir, muchas son las investigaciones abiertas y llamados de atención pendientes por resolver,
    Del Museo, si bien han hecho bastante, aún falta acercarlo a las comunidades alejadas del departamento, ojalá con entradas gratuitas apoyadas por entidades gubernamentales y/o privadas que se benefician del mismo.
    Y del centro barranquillero es bastante lo que se debe hacer partiendo de las famosas inversiones gubernamentales que poco se ven, o si intentan hacerlas las hacen a su manera, sin ser efectivas en sus efectos públicos y benéficos a la mayoría de la comunidad. La propuesta de los baños públicos es una de las tantas que se deben implementar.
    Orden, educación ciudadana para resaltar el sentido de pertenencia es lo que se debe tener en cuenta, entre tantas otras sugerencias valiosas e importantes para el reverdecer del centro de Barranquilla.

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