martes, octubre 13, 2009

La plena de la esquina y la muerte


Del libro La suerte del perdedor, de Carlos Alberto Polo.

Wilson no era un chico malo, de esos que por ahí le pasa a uno un fresquito cuando los borran y el barrio entero descansa; este no es el caso de Wilson. Terminó su bachillerato sin pena ni gloria, se quedó varado, encallado en la esquina, como la gran mayoría de muchachos del sector, sin posibilidades, descontando la consabida elección de los uniformes, en fin. La esquina lo atrapó y entre la música africana, el rap, la cancha de baloncesto, la bola è trapo, los amigos, le iba ocurriendo la vida, sin afanes, estirando los días en medio del desocupe, esperando ese “no se qué” que todos esperamos, sin hacerle daño a nadie. El barrio se pregunta entonces, ¿qué pasó? Se comenta muy quedo por ahí que los otros (los que ya sabemos) lo confundieron y ya, así de fácil. Lo más triste es que fue en la esquina, en la oficina, donde ahora hay un espacio roto, un vacío, donde repica un balón solitario de baloncesto porque no hay mano que lo sostenga y las discusiones sobre la música negra bajaron de volumen. Y nadie dijo nada cuando lo arrancaron del bordillo, cuando la pistola se estrelló en su cabeza, cuando lo montaron al auto a empellones, y la esquina esa noche sola, y su madre esa noche muda, y el barrio esa noche miedo, y todos esa noche triste, y la mañana de esa noche gris, y la llamada de esa noche cruel y el llanto, y la pena, y no pasa nada, y nadie dice nada, ni Bob Marley, ni 50 cent, tampoco el afiche de Michael Jordan en el cuarto de Wilson mirando con sus ojos de papel la cama vacía, mucho menos el dibujo en grande de su pikó favorito “El negro rumbero”, tampoco las balas en su cuerpo, ni la esquina herida y el luto y los por qué; era un buen muchacho, no se metía con nadie, y esta historia está calcada, repetida, y lo peor, ¡ésta no será la última! Normal, todo aquí pasa, habitamos el glorioso Barrio Popular donde perro come perro y por un peso te matan. Y los martes, los domingos se quedaron sin goleador, la esquina con un puesto vacío, hasta que otro caiga en la trampa, ésa de los varados, ésa de las posibilidades, la misma de cada año, no hay para la U, no hay empleo, no hay cómo, no hay qué, no, no, no. Nihilista, desesperado, es este barrio borracho y perezoso, esquinero y vagabundo, vitalista y caníbal, astilla en el corazón, vertedero del fracaso. Toca matar el tigre, torcerle el cuello al cisne, agarrarse fuerte los huevos, subir la cresta de la ola, acabar de una buena vez con esta suerte de maleficio milenario de los pobres, voltear la arepa, sacar el pecho. Agúzate, agúzate, camará, que te están velando, caballero, agúzate. Cuidao con el cañón que truena, cuidao con el frío metal con el que señalan, cuidao con los anormales que andan loqueando, cuidao, muchacho, cuidao, pana, cuidao, brother, que el tocino no está pa salsa, y esto es la plena que te canto yo desde mi barrio, y esto la plena, pelao, que el caldero está caliente, oye este pregón. Cuidao en la acera, cuidao donde quiera. Ya tú sabes, Héctor, cómo se pone la cosa caliente, cuidao, cuidao, camará quel timbal está que explota. Esto es la plena del bajo barrio, la verdá de los campeones del combate cotidiano. Cántalo Lavoe, cántalo por los inocentes caídos, por los pelaos sanos que bravean en las esquinas esperando que la pelota ruede pà este lao, por las balas ciegas que no distinguen, por mi manzana que hoy está de luto, por la pena, por la pena, por la pena, y ésta es la plena que yo te canto. Esta es la plena de la esquina y de la muerte.

1 comentario:

  1. Anónimo11:44 a.m.

    Vale la pena invertir $ 29.800 en este libro, entretiene de la primer a a la última pagina, vale la pena se los recomiendo Libreria Nacional lo conseguí. Un saludo buen Blog.

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