viernes, abril 22, 2011

La Tierra, la casa.



Naturaleza no es lo que vemos

Naturaleza no es lo que vemos, la montaña, el poniente, la ardilla, el eclipse, el abejorro, no, naturaleza es el cielo, naturaleza es lo que oímos, el bobolink, el mar, el trueno, el grillo, no, naturaleza es la armonía, naturaleza es lo que sabemos, no tenemos arte para decirlo, tan impotente es nuestra sabiduría para tanta simplicidad. 

Emily Dickinson  (1830-1866)







Dije, río. Fluyeron las aguas del diluvio. Fueron ahogadas las razas. Sobre las primeras tierras emergidas y chorreantes, cruzó un pájaro.

Dije, selva. Torrencial follaje, explosiones de verdor, vahos zumbantes, tibieza de matriz. El silencio sin rostro y con cuerpo de hormigas voraces, aullaba entre pieles de sierpes como vainas caídas de los árboles.




Dije, llanura. Giraron embudos de vientos negros. Se quebró una luz de cristal o de leño seco. Un espejismo de mercurio relucía en el horizonte.

Dije, luna. Brotaron fuentes e hilillos de leche, se abultaron humedades, proliferaron hongos, mohos, légamos y se escucharon grandes caídas de agua.

Fragmento del poema América
de Juan Liscano (1915-2001)




martes, abril 05, 2011

Totó. Nuestra diva descalza, segunda edición


El próximo 7 de mayo en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, salón León de Greiff a las 12 de mediodía, la editorial Pluma de Mompox hará el lanzamiento de la colección "Voces del Fuego: testigos del Bicentenario", de la cual hace parte la segunda edición del libro Totó. Nuestra diva descalza, de Patricia Iriarte. Cantaclaro anticipa a sus lectores la entrevista que la autora del libro realizó en Barranquilla a la cantadora Sonia Bazanta y que será incluida en esta nueva edición.


“Tenemos música, ahora hay que hacer escuela[1]


Por Patricia Iriarte


Estamos a 26 de marzo de 2011. Venimos de dos o tres semanas de fuertes sacudidas terrestres y de “inesperadas” explosiones políticas. Venimos de unos carnavales, y los editores me apremian por el manuscrito de Totó. Nuestra diva descalza, para una segunda edición. Quise aprovechar la visita de Totó a Barranquilla y le pedí una entrevista especial para esta nueva versión del libro, pero no he tenido tiempo de transcribir todas las grabaciones; tengo por delante otro libro que debe salir en la misma fecha, pero cómo no compartir esta conversación que sostuvimos en casa del profesor Julio Adán Hernández, al día siguiente de su estupendo concierto en la Carnavalada. Era martes de carnaval y durante la entrevista las dolientes viudas se detuvieron un par de veces a llorar a Jose frente a la casa.

Además estaba fresco en la memoria el encuentro del 20 de febrero, en la última noche del Carnaval de las Artes, sobre el escenario del Amira de la Rosa. Una particular entrevista-concierto durante la cual Totó se paró para cantar, bailar y coquetearle al público. Como siempre, respondió en su más puro estilo y encantó con su encanto, su Pacantó y sus canciones de La Bodega. Lo que sigue es una transcripción libre de buena parte de la entrevista que me concedió el ocho de marzo, pero hay más minutos por transcribir y un concierto por revisar.



Lleva un conjunto de falda y blusa de algodón muy fino, color naranja suave, y lleva el cabello recogido. Hoy tiene el look de polinesia.

Comienza hablando del primer amor, ese que sintieron sus padres y que ella sintió con su primer marido, el médico Hernando Oyaga. Habla después del segundo amor, los hijos,  y del tercero, que se trata de cómo proyectar todo ese amor.

Habla, entonces, de que su nieta mayor, María del Mar, tiene ya 22 años y estudia Historia de las Culturas Latinoamericanas en Londres. Toca el piano, es mezzosoprano  y le gusta bailar. A Pablo, el segundo, le encanta el tambor y estudia ingeniería de sonido. Pero todos ellos tienen una falencia, dice Totó: No pueden llorar a Joselito, Jajaja

La verdad es que está más cheveronga que nunca. Vital, sana y alegre, estallando en risas a cada rato. Luego me cuenta que Eurídice, la menor de sus hijas, quien vive en Inglaterra, ha tenido dos hijas más desde la última vez que hablamos, pero ella no ha podido ayudarla en la crianza porque volvió a Colombia hace cinco años y se quedó. Para nada quieta, por supuesto.  Desde aquí sacó adelante su quinto disco, La Bodega, un proyecto musical que la volvió a poner en el centro de atención en la Música del Mundo, pero sobre todo, una obra que enriquece la cultura musical del Caribe colombiano.

La entrevista había comenzado con una pregunta obligada: ¿Totó, qué has hecho desde la última vez que nos vimos?

“En esta nueva era hay muchos cuestionamientos, como persona, como artista, y también  en esos sueños que uno tiene y se pregunta: ¿Hasta qué punto uno hizo lo que tenía que hacer? Porque yo me siento como en el tiempo de antes, a los 70 años.  (Y vuelve a soltar la risa).

Lo que les dije ayer en el concierto es verdad; tenía la voz afectada, pero al público no le importa. Están ahí porque saben que van a recibir algo, ¡seguramente salud porque había una señora de edad que brincaba de un modo impresionante! Es muy chévere porque uno se alimenta de esas energías.”

Le pregunto qué diferencia encuentra entre la recepción que le daba la gente a la música tradicional (que ella llama enfáticamente “de la identidad”) hace 20 años y la que le da hoy, y me responde:

“Antes la música de la identidad no existía; ahora existe, pero hay que dar otro paso: que ella afiance su presencia a través de buenos espectáculos. Todo lo que venga tiene que hacerle venia a eso.”

Habla de los problemas de sonido que tienen todavía sus conciertos en Colombia y dice que hay que hacer una minga para solucionar eso con canjes y condiciones favorables para la compra de equipos.  “Para que la música de la identidad suene bien. Cuando yo me paro en un escenario en Europa ahí no falla absolutamente nada. Y eso hay que hacerlo aquí, y es lo que yo voy a hacer en esta etapa de mi vida.”

Dice que le complace saber que en la Universidad de Córdoba están estudiando esta música y que están planeando sacar al aire una emisora que pasará sólo música de la identidad. Todavía no entiende por qué la radio comercial no muestra más el trabajo de estos artistas, pero le gusta ver que el pueblo está haciendo su lucha desde el otro lado, y que, justamente aquí en Barranquilla todo le indica que hay un despertar bien chévere. “El tiempo dirá lo que perdura y lo que no. La música no puede ser efímera porque el amor no es efímero”.

La Bodega, la sutileza de la búsqueda
“La Bodega es un ejemplo de esos sueños que uno tiene sobre lo que puede llegar a hacer con la música. Y eso que estamos comenzando, porque eso tiene que llegar al punto  –y voy a decir algo que parecerá un exabrupto- de hacer de esta una música erudita, culta, pero que sea la música que consuma el pueblo. Eso tiene La Bodega: esa búsqueda.”

¿Qué diferencia hay entre La Bodega y Pacantó?, pregunto para tratar de precisar la dirección de esa búsqueda que comenzó desde La candela viva, su segundo disco. 

“Bueno, no es que sea más elaborada, pero sí es más sutil, responde, y pasa a dar un ejemplo: Aquí hubo un movimiento musical con Pacho Galán, Lucho Bermúdez, la Sonora Curro, la sonora Frómeta… Eso fue música fina. Si a eso le ponen al lado un reguetón, ¿tú con qué te quedas? Por eso los muchachos de hoy tienen que aprender a distinguir. 

Cuando la música de uno se quede arraigada al pueblo, cuando nada ni nadie pueda llegar a opacarla, ahí habremos ganado la batalla. A eso es a lo que tenemos que llegar para dejar una historia verdadera. Yo no sé si lo podré hacer todo, pero eso es lo que tengo que hacer. Porque la música salió de los templos, como la palabra, como la escritura. Por eso existieron las musas. Todo tiene que ser coherente. Lo dije ayer: las gaitas pertenecen a la profundidad de la tierra. Donde está el agua.”

Su voz se relaja para hablar de los triunfos que le ha dado el nuevo disco, del buen recibo que ha tenido en la crítica, de cómo en Europa estuvo varios meses entre los cinco primeros lugares, de por qué en el país no se escucha y de cómo para financiar la producción de La Bodega y la gira por Europa vendió su casa en Bogotá. Hablamos de las vetas de la música del Caribe con las que todavía no se ha metido, como la de Aníbal Velasquez y los Corraleros de Majagual.

“Entonces la conclusión es que tenemos música y que hay que hacer escuela. Que cada uno tiene que sacar su metodología de enseñanza con el apoyo del Ministerio de Cultura y que cada región tiene que hacer su mesa de trabajo para ver cómo se va a hacer la promoción de la música, la profesionalización del oficio, la dignificación del trabajo de los músicos.”

Y llama nuevamente a la organización para que los músicos tengan salud, tengan educación y tengan trabajo.

En junio de 2011 le van a hacer un homenaje en el Teatro Mario Santodomingo de Bogotá, homenaje que ella aceptó con la condición de que pudiera llevar una muestra de músicos y cantadoras de la región. La condición se la aceptaron pero no se la financiaron, así que anda haciendo llamadas para ver cómo consigue el dinero para llevar a los grupos a Bogotá. El día de la entrevista estaba pendiente de hablar con el general Bonett, encargado de la gobernación del Magdalena, para ver si la apoyaba.

Para terminar le pregunto cuándo tendremos un nuevo video suyo circulando en las redes, y se pone un poco seria porque hablar de videos es entrar a hacer cuentas que no quiere hacer.

Dice que ella quiere mucho su arte, que ama su trabajo, pero las únicas personas con las que cuenta en realidad son su hijo Marco Vinicio y tres músicos que son solidarios con la causa. Por eso antes de hacer un video –que sin duda repercutirá en más trabajo para el grupo-  quiere volver a tener su casa y una oficina desde pueda trabajar para hacer realidad ese sueño de hacer espectáculos de primera categoría para la música de la identidad, y seguirla llevando tan alto donde nadie la pueda opacar.

Se le ve feliz; está feliz. La música está bien y Totó, a sus setenta, está en todos sus papeles.


[1] Entrevista realizada en Barranquilla el 8 de marzo de 2011, Día Internacional de la Mujer.

Los rumbos de Sara Harb   Por Patricia Iriarte   Me sumergí en él, salí, pasaron días. Lo retomé y volví a leer uno de los últimos c...