El próximo 7 de mayo en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, salón León de Greiff a las 12 de mediodía, la editorial Pluma de Mompox hará el lanzamiento de la colección "Voces del Fuego: testigos del Bicentenario", de la cual hace parte la segunda edición del libro Totó. Nuestra diva descalza, de Patricia Iriarte. Cantaclaro anticipa a sus lectores la entrevista que la autora del libro realizó en Barranquilla a la cantadora Sonia Bazanta y que será incluida en esta nueva edición.
Por Patricia
Iriarte
Estamos a 26 de marzo de 2011. Venimos de dos o tres
semanas de fuertes sacudidas terrestres y de “inesperadas” explosiones
políticas. Venimos de unos carnavales, y los editores me apremian por el
manuscrito de Totó. Nuestra diva
descalza, para una segunda edición. Quise aprovechar la visita de Totó a
Barranquilla y le pedí una entrevista especial para esta nueva versión del
libro, pero no he tenido tiempo de transcribir todas las grabaciones; tengo por
delante otro libro que debe salir en la misma fecha, pero cómo no compartir
esta conversación que sostuvimos en casa del profesor Julio Adán Hernández, al
día siguiente de su estupendo concierto en la Carnavalada. Era martes de
carnaval y durante la entrevista las dolientes viudas se detuvieron un par de veces
a llorar a Jose frente a la casa.
Además estaba fresco en la memoria el encuentro del 20 de
febrero, en la última noche del Carnaval de las Artes, sobre el escenario del
Amira de la Rosa. Una particular entrevista-concierto durante la cual Totó se
paró para cantar, bailar y coquetearle al público. Como siempre, respondió en
su más puro estilo y encantó con su encanto, su Pacantó y sus canciones de La
Bodega. Lo que sigue es una transcripción libre de buena parte de la entrevista
que me concedió el ocho de marzo, pero hay más minutos por transcribir y un
concierto por revisar.
Lleva un conjunto
de falda y blusa de algodón muy fino, color naranja suave, y lleva el cabello
recogido. Hoy tiene el look de polinesia.
Comienza hablando
del primer amor, ese que sintieron sus padres y que ella sintió con su primer
marido, el médico Hernando Oyaga. Habla después del segundo amor, los
hijos, y del tercero, que se trata de
cómo proyectar todo ese amor.
Habla, entonces, de
que su nieta mayor, María del Mar, tiene ya 22 años y estudia Historia de las
Culturas Latinoamericanas en Londres. Toca el piano, es mezzosoprano y le gusta bailar. A Pablo, el segundo, le
encanta el tambor y estudia ingeniería de sonido. Pero todos ellos tienen una
falencia, dice Totó: No pueden llorar a
Joselito, Jajaja
La verdad es que
está más cheveronga que nunca. Vital,
sana y alegre, estallando en risas a cada rato. Luego me cuenta que Eurídice,
la menor de sus hijas, quien vive en Inglaterra, ha tenido dos hijas más desde
la última vez que hablamos, pero ella no ha podido ayudarla en la crianza
porque volvió a Colombia hace cinco años y se quedó. Para nada quieta, por
supuesto. Desde aquí sacó adelante su
quinto disco, La Bodega, un proyecto musical que la volvió a poner en el centro
de atención en la Música del Mundo, pero sobre todo, una obra que enriquece la
cultura musical del Caribe colombiano.
La entrevista había
comenzado con una pregunta obligada: ¿Totó, qué has hecho desde la última vez
que nos vimos?
“En esta nueva era
hay muchos cuestionamientos, como persona, como artista, y también en esos sueños que uno tiene y se pregunta:
¿Hasta qué punto uno hizo lo que tenía que hacer? Porque yo me siento como en
el tiempo de antes, a los 70 años. (Y
vuelve a soltar la risa).
Lo que les dije
ayer en el concierto es verdad; tenía la voz afectada, pero al público no le
importa. Están ahí porque saben que van a recibir algo, ¡seguramente salud
porque había una señora de edad que brincaba de un modo impresionante! Es muy
chévere porque uno se alimenta de esas energías.”
Le pregunto qué
diferencia encuentra entre la recepción que le daba la gente a la música
tradicional (que ella llama enfáticamente “de la identidad”) hace 20 años y la
que le da hoy, y me responde:
“Antes la música de
la identidad no existía; ahora existe, pero hay que dar otro paso: que ella
afiance su presencia a través de buenos espectáculos. Todo lo que venga tiene
que hacerle venia a eso.”
Habla de los
problemas de sonido que tienen todavía sus conciertos en Colombia y dice que
hay que hacer una minga para solucionar eso con canjes y condiciones favorables
para la compra de equipos. “Para que la
música de la identidad suene bien. Cuando yo me paro en un escenario en Europa
ahí no falla absolutamente nada. Y eso hay que hacerlo aquí, y es lo que yo voy
a hacer en esta etapa de mi vida.”
Dice que le
complace saber que en la Universidad de Córdoba están estudiando esta música y
que están planeando sacar al aire una emisora que pasará sólo música de la
identidad. Todavía no entiende por qué la radio comercial no muestra más el
trabajo de estos artistas, pero le gusta ver que el pueblo está haciendo su
lucha desde el otro lado, y que, justamente aquí en Barranquilla todo le indica
que hay un despertar bien chévere. “El tiempo dirá lo que perdura y lo que no.
La música no puede ser efímera porque el amor no es efímero”.
La
Bodega,
la sutileza de la búsqueda
“La Bodega es un ejemplo de esos
sueños que uno tiene sobre lo que puede llegar a hacer con la música. Y eso que
estamos comenzando, porque eso tiene que llegar al punto –y voy a decir algo que parecerá un
exabrupto- de hacer de esta una música erudita, culta, pero que sea la música
que consuma el pueblo. Eso tiene La Bodega:
esa búsqueda.”
¿Qué diferencia hay
entre La Bodega y Pacantó?, pregunto
para tratar de precisar la dirección de esa búsqueda que comenzó desde La candela viva, su segundo disco.
“Bueno, no es que
sea más elaborada, pero sí es más sutil, responde, y pasa a dar un ejemplo:
Aquí hubo un movimiento musical con Pacho Galán, Lucho Bermúdez, la Sonora
Curro, la sonora Frómeta… Eso fue música fina. Si a eso le ponen al lado un
reguetón, ¿tú con qué te quedas? Por eso los muchachos de hoy tienen que
aprender a distinguir.
Cuando la música de
uno se quede arraigada al pueblo, cuando nada ni nadie pueda llegar a opacarla,
ahí habremos ganado la batalla. A eso es a lo que tenemos que llegar para dejar
una historia verdadera. Yo no sé si lo podré hacer todo, pero eso es lo que
tengo que hacer. Porque la música salió de los templos, como la palabra, como
la escritura. Por eso existieron las musas. Todo tiene que ser coherente. Lo
dije ayer: las gaitas pertenecen a la profundidad de la tierra. Donde está el
agua.”
Su voz se relaja
para hablar de los triunfos que le ha dado el nuevo disco, del buen recibo que
ha tenido en la crítica, de cómo en Europa estuvo varios meses entre los cinco
primeros lugares, de por qué en el país no se escucha y de cómo para financiar
la producción de La Bodega y la gira por Europa vendió su casa en Bogotá.
Hablamos de las vetas de la música del Caribe con las que todavía no se ha
metido, como la de Aníbal Velasquez y los Corraleros de Majagual.
“Entonces la
conclusión es que tenemos música y que hay que hacer escuela. Que cada uno
tiene que sacar su metodología de enseñanza con el apoyo del Ministerio de
Cultura y que cada región tiene que hacer su mesa de trabajo para ver cómo se
va a hacer la promoción de la música, la profesionalización del oficio, la
dignificación del trabajo de los músicos.”
Y llama nuevamente
a la organización para que los músicos tengan salud, tengan educación y tengan
trabajo.
En junio de 2011 le
van a hacer un homenaje en el Teatro Mario Santodomingo de Bogotá, homenaje que
ella aceptó con la condición de que pudiera llevar una muestra de músicos y
cantadoras de la región. La condición se la aceptaron pero no se la
financiaron, así que anda haciendo llamadas para ver cómo consigue el dinero
para llevar a los grupos a Bogotá. El día de la entrevista estaba pendiente de
hablar con el general Bonett, encargado de la gobernación del Magdalena, para
ver si la apoyaba.
Para terminar le
pregunto cuándo tendremos un nuevo video suyo circulando en las redes, y se
pone un poco seria porque hablar de videos es entrar a hacer cuentas que no
quiere hacer.
Dice que ella
quiere mucho su arte, que ama su trabajo, pero las únicas personas con las que
cuenta en realidad son su hijo Marco Vinicio y tres músicos que son solidarios
con la causa. Por eso antes de hacer un video –que sin duda repercutirá en más
trabajo para el grupo- quiere volver a
tener su casa y una oficina desde pueda trabajar para hacer realidad ese sueño
de hacer espectáculos de primera categoría para la música de la identidad, y
seguirla llevando tan alto donde nadie la pueda opacar.
Se le ve feliz;
está feliz. La música está bien y Totó, a sus setenta, está en todos sus
papeles.
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