sábado, agosto 27, 2011

"Capitalismo y esclavitud" en la era del Creative Commons



"La esclavitud no nació del racismo; 
más bien podemos decir que el racismo 
fue la consecuencia de la esclavitud.




Carátula de la primera en edición en español,
de Ediciones Siglo XX, Argentina, 1944.

La afirmación del epígrafe pertenece a Eric Williams en su libro Capitalismo y Esclavitud, publicado originalmente en inglés en 1944, traducido y publicado en Argentina en 1973 y ahora reeditado en España por Traficantes de sueños. Esta editorial y distribuidora altermundista ha publicado un millar de ejemplares impresos para quienes aman el papel, y lo ha puesto al alcance de todo el mundo a través de su página web, en PDF y con licencia Creative Commons, es decir, con derecho a copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra siempre y cuando sea sin fines comerciales, con reconocimiento de autoría y sin derecho o obras derivadas.  

Es realmente estimulante tener ahora al alcance de la mano la obra maestra de uno de los más importantes intelectuales antillanos del siglo XIX, quien fuera Primer Ministro de Trinidad y Tobago desde 1956 hasta su muerte, en 1981. Capitalismo y esclavitud es un libro capital para conocer y comprender la historia del Caribe y la relación entre la esclavitud y la economía capitalista mundial.

Hoy, cuando asistimos a la revuelta de los ánimos en Oriente y en Occidente y el inconformismo llega a la matriz misma del capitalismo mundial, es esclarecedor encontrar un trabajo con tanta vigencia que recorre el fenómeno del comercio esclavista y le hace una disección hasta ahora no superada que demuestra la relación directa entre el desarrollo de éste y la aparición del capitalismo.

Carátula de la edición de
Traficantes de sueños,  2011
Diez años dicen que tardó Williams en investigar y escribir los 12 capítulos de este volumen en el que revela la verdadera dimensión de las ganancias generadas por la plantación azucarera y por un comercio que no se valió solo de la mano de obra africana sino que esclavizó casi por igual a blancos, chinos e indios: “El trabajador no libre en el Nuevo Mundo fue moreno, blanco, negro y amarillo, católico, protestante y pagano.”

De hecho, según el autor, una vez exterminados los indígenas en las islas del Caribe, sus inmediatos sucesores en las colonias fueron blancos pobres que eran traídos al Nuevo Mundo bajo diferentes modalidades de contrato, siempre ventajosas para el dueño del viaje. Una de ellas les otorgaba a éstos el derecho de vender al redemptioner al mejor postor en caso de que no fuese capaz de pagar su pasaje en el tiempo estipulado.

En el capítulo sobre el comercio británico y el comercio triangular, Eric Williams demuestra, por una parte, las enormes ganancias que le dejaban a la potencia los negocios de la caña y el algodón, y por otro, los efectos que la esclavitud y el comercio de mercancías tuvo sobre la industria textil, el transporte naval, el desarrollo de las ciudades costeras de la metrópoli y la producción metalúrgica. En otras palabras, fueron las riquezas del Caribe, sacadas con el trabajo de los esclavos, las que le dieron a Gran Bretaña el dinero para financiar la revolución industrial y con ella, la posición preeminente que tuvo desde entonces en Europa.

Eran los albores del siglo XX y el racionalismo campeaba; el hombre dominaba, por fin, a la naturaleza y extraía de ella lo necesario para proveerse de nuevas comodidades. La clase que así pensaba, que había concebido y financiado la empresa colonizadora y que había recibido e invertido sus ganancias no era, por supuesto, la de los trabajadores -esclavizados o no-; era la de las élites ilustradas.

“La prosecución del tráfico de esclavos no fue tarea de la escoria de la sociedad inglesa. La hija de un traficante de esclavos aseguraba que su padre, aunque era un capitán esclavista y corsario, era un hombre bondadoso y justo, un buen padre, esposo y amigo. (…) Los hombres más activos en este tráfico eran hombres dignos, padres de familia y excelentes ciudadanos.”  (pág. 85)

James Ramsay, uno de los primeros abolicionistas, reconoció esto  pero alegó a su favor que «ellos nunca habían examinado la naturaleza de este comercio y se introdujeron en él y actuaron como otros lo habían hecho antes que ellos, como si se tratara de algo natural…». Era “natural” porque el negocio hacía prosperar a la nación, pero además, no era pecado. Por lo contrario, la Iglesia pensaba que era voluntad de Dios.

Da para pensar este trabajo en el que se conjugan la historia, la economía y la sociología. Y parece inevitable establecer cierto parangón con los problemas actuales de corrupción y tráfico de drogas, tan “normalizados” en sociedades como la nuestra en la medida en que permiten acumular rápidamente, mueven la economía e involucran a sectores  tanto de las élites como de las masas.   

Los conceptos de Adam Smith, las contradicciones de los abolicionistas, la influencia de la Revolución Norteamericana y las incidencias de los movimientos emancipatorios en las Antillas son algunos de los tópicos que los lectores y lectoras verán magistralmente desarrollados en esta obra que ahora, gracias a la licencia Creative Commons (CC) y a Traficantes de sueños, dejará de ser una ilustre desconocida.


Patricia Iriarte

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