
Un mandato insultante
Por Mara del Río
El presidente de este país avergüenza a los colombianos con su ambición desmedida, con su fiebre, con su enfermedad de poder. A los ciudadanos y ciudadanas que conformamos esta legión invisible de inconformes con su gobierno, nos tiene cansados y avergonzados con su manejo de la política, con su control sobre los medios y con las argucias que teje en Palacio con su séquito de socios y de áulicos. Ahora se propone asestar un golpe a la institucionalidad convocando un referendo para que la gente acepte la repetición de las elecciones en que fue reelegido para un segundo periodo. Reelección que, como queda demostrado en el fallo contra la congresista Yidis Medina, fue posible gracias a una reforma constitucional amañada según los hábitos que rigen la corrupción y la práctica clientelista.
Afianzado en un sospechoso 84% de popularidad el mandatario confía en que la gente le apruebe unas nuevas elecciones en las que, oh sorpresa, no se enfrentaría de nuevo a sus adversarios de entonces (Carlos Gaviria y Horacio Serpa Uribe, entre otros), es decir que la repetición es sólo para él, sino a otros candidatos que deseen hacer el ridículo. O incluso a nadie, como alguien ya insinuó a través de un noticiero. Consolidado el supuesto unanimismo por el que tanto ha trabajado y trabajado y trabajado, tendríamos entonces en Colombia el mismo panorama que tuvo el Perú con Fujimori y uno muy similar, en sus peores rasgos, al que presenta actualmente Venezuela, con un presidente que se perpetúa a codazos -o a coñazos- en el poder.
Alvarito Musolini no se detiene ante nada, no quiere Corte ni Tribunal alguno en su camino. No admite oposición ni divergencia; la ley es su voluntad y cual Atila va arrasando instituciones y pilares del Estado de Derecho; del poco que nos queda después de su insultante mandato que no queremos repetir.
Caricatura: Alvarito Musolini. De Osuna, en El Espectador. 27/06/08
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