En la mesa, Paul Brito, Miguel Iriarte y el crítico Ernesto Gómez Mendoza. Foto de Haroldo Varela. |
Ayer fue presentado en el auditorio Mario Santodomingo del Edificio de La Aduana el cuarto poemario del poeta Miguel Iriarte, Semana Santa de mi boca, editado en 2011 por la editorial Pluma de Mompox dentro de la colección Voces del Fuego. El evento fue abierto por Cielo Támara, directora de la Corporación Luis Eduardo Nieto Arteta, quien leyó unas sentidas palabras en honor del poeta y director de la Biblioteca Pública Piloto del Caribe. Luego el periodista y crítico Ernesto Gómez Mendoza presentó un trabajo sobre la poesía de Iriarte y en particular sobre el libro presentado esa noche, y el escritor Paul Brito hizo la introducción a la lectura de poemas.
Aquí, por lo pronto, dos preciosos poemas de este trabajo, y en la página "Solo poesía" de este blog, el Tríptico de Salgar.
Semana Santa de mi boca
Sólo queda tu ausencia repetida.
Es eso todo lo que tengo.
Tú que desapareces, que te esfumas
En la ráfaga alisia que estremece mis ramas.
Aire que nada dice.
Brisa del río que viene siempre ahogada.
Cada vez que te pierdes de mí
Más cercana del centro de mis sueños yo te encuentro
Más hundida en el pozo rojo de mi sangre
Más lejana de mis manos
Que quisieran tocarte.
Por eso sueño.
Para ordenar la defectuosa realidad
De no tenerte
Para recomponerle a Dios
Los terribles descuidos de su oficio.
Para llegar a ti primero que la muerte
Película de tiempo
Sobre la piel lustrosa de la noche.
Parejas intocables somos
frente a un telón abierto
Desde donde nos miran los duendes del deseo
Asomados distantes al mar antiguo de Taganga
Desde el claro mirador de las alturas
Desde el ojo de un pez que nos ve allí
Puestos los dos para un hambre anterior a toda sed.
Y sin embargo ausentes
En la extraña ceremonia del olvido.
Pintura viva de este mar
Para el consumo de mis ojos del alma
Con los mismos que te miro
Siempre que quiero verte y no te veo.
Espejo desierto de una sal que arde
Paisaje en el que navegan mis adentros.
Podrás, ahora que ya sabes de mí andar
En el feliz dolor de la poesía
Que voy en vuelo fácil de la nada del sueño
a mis silencios, y viceversa,
Podrás, repito,
Entender por fin que un amor por más callado
No tiene que ser menor amor.
Déjate hallar,
Perdida medicina de mí ahogo
Déjame ponerte las manos encima
Virgen gemela
Idéntica deidad a la que van mis rezos dirigidos
Dulce moreno de trópico de almíbar
Miel de ciruelas
Para la semana santa de mi boca.
Es eso todo lo que tengo.
Tú que desapareces, que te esfumas
En la ráfaga alisia que estremece mis ramas.
Aire que nada dice.
Brisa del río que viene siempre ahogada.
Cada vez que te pierdes de mí
Más cercana del centro de mis sueños yo te encuentro
Más hundida en el pozo rojo de mi sangre
Más lejana de mis manos
Que quisieran tocarte.
Por eso sueño.
Para ordenar la defectuosa realidad
De no tenerte
Para recomponerle a Dios
Los terribles descuidos de su oficio.
Para llegar a ti primero que la muerte
Película de tiempo
Sobre la piel lustrosa de la noche.
Parejas intocables somos
frente a un telón abierto
Desde donde nos miran los duendes del deseo
Asomados distantes al mar antiguo de Taganga
Desde el claro mirador de las alturas
Desde el ojo de un pez que nos ve allí
Puestos los dos para un hambre anterior a toda sed.
Y sin embargo ausentes
En la extraña ceremonia del olvido.
Pintura viva de este mar
Para el consumo de mis ojos del alma
Con los mismos que te miro
Siempre que quiero verte y no te veo.
Espejo desierto de una sal que arde
Paisaje en el que navegan mis adentros.
Podrás, ahora que ya sabes de mí andar
En el feliz dolor de la poesía
Que voy en vuelo fácil de la nada del sueño
a mis silencios, y viceversa,
Podrás, repito,
Entender por fin que un amor por más callado
No tiene que ser menor amor.
Déjate hallar,
Perdida medicina de mí ahogo
Déjame ponerte las manos encima
Virgen gemela
Idéntica deidad a la que van mis rezos dirigidos
Dulce moreno de trópico de almíbar
Miel de ciruelas
Para la semana santa de mi boca.
Pan de ti, mujer, leche de cielo.
Agua negra bendita
Por esa fuerza oscura del deseo.
Boca seca
Sed que se bebe
Toda la tierra humeda que tengo
Hasta que de los labios y los senos
Te crecen suaves hojas de música y palabras
Con las que siempre calmo mi abandono.
Yo, el mismo que con su máscara
de sueño
Llega muerto a los azules de la noche
Queriendo dormir sus desamparos
En tu vientre
Pequeño poblado de duendes
Que preparan el placer
Con verdadera pasión y diligencia.
Soy cada vez un hombre diferente
Cuando salgo de ti
Prostituta adorable
Que se asusta
Cuando siente llegar el dinero
de la noche.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario