miércoles, julio 17, 2013

La casa de Meira o la miopía de la ciudad frente a la cultura



En Chile existen tres casas dedicadas a preservar la memoria y la obra de Pablo Neruda: la Isla Negra, en El Quisco; La Sebastiana, en Valparaíso y La Chascona, en Santiago. En Amherst, Massachusetts, funciona el Museo Emily Dickinson, conformado por las dos propiedades con que contó la familia de la poeta norteamericana en esa ciudad, Homestead y Evergreens. La Habana cuenta con el Centro Cultural Dulce María Loynaz, que  funciona en la magnífica casa donde viviera por medio siglo la poeta mayor de Cuba y que alberga también al Instituto Cubano del Libro, como resultado de la cooperación cultural entre la Junta de Andalucía y el Ministerio de Cultura de Cuba.

En Bogotá, en la casa donde habitó hasta su muerte el poeta José Asunción Silva, funciona desde 1986 la Casa de Poesía Silva, adquirida y restaurada por la Corporación La Candelaria con el objetivo de propiciar el goce y el conocimiento de la poesía de todos los tiempos, para lo cual ofrece una serie de servicios culturales de los que se beneficia, principalmente, la población de bajos ingresos que habita en el centro, sur y occidente de la capital. Sin ir más lejos, en Usiacurí existe desde hace más de 10 años la Casa Museo Julio Flórez, acertadamente regentada por la Fundación Coprous, que recibe fondos de la gobernación del Atlántico pero también gestiona recursos a través de proyectos con la empresa privada, asociaciones civiles e instituciones educativas.

Muchas de estas casas, como tantas otras de similar naturaleza que sería extenuante mencionar aquí, pasaron por varias manos antes de ser adquiridas por las fundaciones o las instituciones que las manejan actualmente, y podría afirmar, quizás con la única salvedad de las casas de Neruda en Chile, que su destino cultural tuvo que ser arduamente luchado con los gobernantes, siempre tan renuentes a comprender y aceptar la importancia del patrimonio cultural en la vida de un país.

Es eso lo que ha pasado con la casa donde habitó gran parte de su vida la poetisa Meira Delmar, y para la cual un grupo de intelectuales y gestores culturales venimos pidiendo desde hace tres años que sea convertida en un centro cultural dedicado a la literatura y a las artes. No hablamos ya de una casa museo para no provocar espanto en los funcionarios de la cultura en la ciudad y el departamento, sino de una entidad como el Centro Loynaz de Cuba, que despliega una actividad educativa y cultural permanente al servicio de públicos diversos, aunque por supuesto, una casa museo bien puede actuar como un centro cultural y éste cumplir funciones patrimoniales propias de un museo.

El proyecto fue concebido originalmente por el sobrino de Meira, Ricardo Chams, quien tras la muerte de su tía se dio a la tarea de tocar puertas oficiales y privadas en busca de apoyo para la idea de convertir la casa en un espacio cultural. Pasado un año sin recibir respuesta Ricardo se disponía a archivar el proyecto y vender el inmueble, pero tras una serie de “coincidencias” –no del todo casuales-  decidimos, con Alvaro Suescún, impulsar una campaña de firmas para pedir al entonces alcalde Alejandro Char y al gobernador Verano de la Rosa que adquirieran la casa y la entregaran en comodato a una fundación sin ánimo de lucro que se encargara de ejecutar el proyecto y administrar la institución. Más de 600 firmas respaldaron la propuesta, entre ellas las de personas influyentes en la cultura nacional y regional. El gobernador del Atlántico se vio obligado entonces a ofrecer unos recursos (200 millones de pesos) pero el alcalde de Barranquilla no se dio por aludido y la entonces Secretaria de Cultura, Patrimonio y Turismo no supo ver que el proyecto representaba una oportunidad para la cultura, para el patrimonio y para el turismo de la ciudad.

Pasaron esos funcionarios y llegaron otros, pero éstos tampoco ven la necesidad de incurrir en el  “gasto” que implica la compra, la adecuación y la puesta en marcha de ese centro cultural o  Casa de Poesía Meira Delmar. No lo ven como una inversión, pues su formación se lo impide, sino como un gasto oneroso que no rinde dividendos económicos ni políticos. Creen que para honrar la memoria de Meira Delmar es suficiente la Biblioteca Departamental, que lleva su nombre y donde se le podría abrir un “campito” a las pocas pertenencias de la poetisa para que no se queden sin lugar.

Lo que nosotros queremos, sin embargo, es que en ese lugar donde se animaron tantas tertulias, donde se reunieron tantas figuras de importancia en las letras nacionales; ese espacio íntimo donde Meira se sentaba a ver la tarde, donde le conversaba a los jazmines, donde sintió el afecto de sus amigos y familiares, donde amó sus libros y donde creó una de las más bellas obras poéticas de nuestro país, recupere su aliento espiritual y lo proyecte a través del tiempo en la memoria y el corazón de niños, de jóvenes y adultos inquietos por la palabra.

El cómo se sostenga una entidad así no es un misterio en estos tiempos. Con una acertada dirección la casa podría generar recursos a partir de eventos, talleres, visitas guiadas, cafetería, tienda,  asesorías a docentes e investigadores, convenios con otras instituciones, patrocinios, etc. Sólo se requiere tomar la decisión.

Para convencerlos, hemos enviado a alcaldes y gobernadores cartas que jamás responden, hemos pedido audiencias y hemos propiciado el diálogo entre las autoridades y la familia. El intento más reciente se hizo el pasado 4 de junio (dos meses después de que abordáramos a la alcaldesa Elsa Noguera en la Feria del Libro de Bogotá para pedir su intervención) cuando se realizó en el despacho del Secretario de Cultura Afif Siman una reunión en la que participaron la Secretaria de Cultura del Atlántico, Deyana Acosta, el señor Ricardo Chams, la presidenta del Consejo Distrital de Cultura, Fabiola Acosta, el escritor Alvaro Suescún, el funcionario William Guerrero y quien escribe estas líneas, para explorar una vez más las posibles salidas del asunto. Se habló –más en broma que en serio– de la donación de la casa por parte de los Chams, opción que desde el inicio ha sido descartada por ellos por tratarse de un patrimonio familiar; se habló luego de la escasez que abunda en las arcas de las dos secretarías, de las dificultades para hacer proyectos culturales sostenibles y de la necesidad de vincular a la empresa privada y al Ministerio de Cultura en la posible negociación. Finalmente se quedó en que la familia presentaría el avalúo comercial y a partir de éste la Alcaldía podría entonces presentar el proyecto en un escenario al que se invitaría a empresarios, funcionarios del Ministerio de Cultura y a otros posibles aportantes.

Se abrió así una luz de esperanza que sin embargo se apagó días después, porque basados en el deterioro galopante que presenta la casa luego de tres años de vacío, y en los altos costos del avalúo comercial, los familiares de Meira decidieron poner la casa en arriendo para detener su decadencia y esperar a que exista, por decirlo así, un interés más cierto de la administración distrital en asumir un rol protagónico en el proyecto, aportando o gestionando los recursos que se requieren.

Quienes venimos defendiendo la idea creemos que ese interés no surgirá espontáneamente de los funcionarios. Que aunque este sea el año del Bicentenario de Barranquilla y la ciudad ostente el pomposo título de Capital Americana de la Cultura, ello no significa que esta capital se va a curar de su miopía frente al hecho cultural ni va a reconocer su utilidad para formar ciudadanos. Solo hay, en mi opinión, dos caminos para la casa de Meira: que esta administración admita el valor simbólico que ella tiene y el impacto que puede ejercer sobre la vida cultural de la ciudad, y entonces le encuentre recursos como los encuentra para otro tipo de obras, o que esperemos diez o veinte años más a que un próximo gobierno se la compre a sus futuros dueños por un precio diez o veinte veces mayor al que hoy tiene.

Entre tanto, la obra de Meira y su incomparable figura seguirán creciendo en nuestra memoria.

Patricia Iriarte

Artículo tomado de:  http://www.elheraldo.co/revistas/latitud/la-casa-de-meira-o-la-miopia-de-la-ciudad-frente-a-la-cultura-116505


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