martes, abril 28, 2009

Patria son tantas cosas bellas....

Patria, por Rubén Blades y Robi Draco Rosa




Dice así:

Hace algún tiempo
me preguntaba un chiquillo
por el significado de la palabra patria.

Me sorprendió con su pregunta
y con el alma en la garganta le dije, así:

Flor de barrio, hermanito!
Patria son tantas cosas bellas!

Como aquel viejo árbol
de que nos habla aquel poema.

Como el cariño que aún guardas después
de muerta abuela.

Patria, son tantas cosas bellas!

Son las paredes de un barrio,
es su esperanza morena
es lo que lleva en el alma
todo aquel cuando se aleja.

Son los mártires que gritan:
bandera, bandera,bandera, bandera...!

No memorices lecciones
de dictaduras o encierros:
la patria es un sentimiento
como mirada de viejo,
sol de eterna primavera,
risa de hermanita nueva.

Te contesto, hermanito:
patria, son tantas cosas bellas!

miércoles, abril 22, 2009

ROBERTO RODRÌGUEZ, EL ARTE DE LA LIBERTAD


























Satírico, rabioso, hereje impacable, vuelve el artista Roberto Rodríguez, con una exposición titulada "SOSOBRA. Roberto Rodríguez. El arte de la libertad"
Se nota, al menos en su serie de caricaturas, el ánimo desesperanzado de un artista que se declara siempre en desacuerdo con esto que llaman "el estado actual de cosas". Pero al parecer esta muestra reúne también parte de la obra plástica reciente, que promete estar a la altura. Hay que visitarla.

Presentación del poeta Leo
 Castillo a la exposición de Roberto:

La caricatura, definida como una reducción, como un recurso agresivo, como una exageración, como un retrato (su etimología nos lleva a rittrati carichi, retrato recargado o exagerado), como degradación, está por excelencia al servicio del ataque, y alguien ha llegado a denunciar en este arte un poder superior a la oratoria de masas y al periodismo. Su fuerza corrosiva, asistida por la directa expresividad gráfica, la hace asequible a un amplísimo público, llegando al que no sabe leer ni escribir incluso, y esto hace de la caricatura un arma mortífera tan temida por los tiranos como perseguida (en Rusia, a finales del siglo XIX, fue sometida a tan encarnizada represión que virtualmente desapareció).

Satírica, aliada de la risa, arrastra al ridículo, desnudando  mediante la deformación, monstruosas intenciones disimuladas, con una eficacia envidiada por los otros medios.

Roberto Rodríguez pertenece a esta peligrosa especie, y se halla clasificado, al lado de Da Vinci, Goya, Bernini, Hogart, Grukshank o Max (Max Beerbohn), Edvard Munch entre los llamados artistas-caricaturistas por el dominio de la técnica y ejercicio profesional de las artes plásticas.

Pintor malévolo, para recoger la expresión de Aristóteles, nuestro artista-caricaturista se constituye en una feliz sorpresa en nuestro medio, escaso en antecedentes memorables (acaso Guillotín), y nos representa ante el país y el continente legitimado por el desempeño certero del trazo mordaz y la destreza conducida por la inteligencia de una ironía despiadada, en un alarde de excelenciia estética tal, que cada caricatura viene a ser la exhibición pública de algo grotesco solapado en las acciones y ademanes del circo político tercermundista o universal. Esto deviene para el espectador en la telúrica celebración de la carcajada ante el prodigio de una aguda mirada que desnuda la esencial farsa, el delito, el descaro, la deshonestidad de los figurones públicos pillados como en un  descuido o traspiés de la comedia. En ocasiones simpático o anecdótico, siempre la sonrisa nos resarce, nos desquitamos mediante la burla cruel, de las indecencias perpetradas por los "dueños del balón".

   El valor civil que demanda acometer sin tapujos ni temores esta labor de asepsia moral en el plano sociopolítico, en un medio donde la mordaza autoimpuesta por los artistas sometidos a la intimidación, hace  de Roberto Rodríguez (digno cofrade de El Bosco, Doré, Rendón, Fontanarrosa, Vladdo) , un notable exponete del arte de la libertad: la caricatura.

                                                                                                       Leo Castillo, Barranquilla


Centro Cultural Comfamiliar, mañana jueves 23 de abril a las 7:00 p.m.  

martes, abril 21, 2009

DIA DE LA TIERRA, UNA VEZ MÁS



El planeta está en serios aprietos. Los efectos de la sobrepoblación y la explotación irracional de los recursos en todos los países, la industrialización feroz, la contaminación de aguas, suelos, aires y mentes, la pérdida de biodiversidad y muchos otros males forman el rosario de daños que le infligimos a la Tierra.

Cientos de estadísticas han sido divulgadas por los medios durante años para tratar de darnos una idea del desastre: número de hectáreas deforestadas por segundo, número de especies en peligro de extinción, grados en que aumenta la temperatura terrestre... Números y más números, pero nada parece cambiar. Porque los cambios tienen que provenir de los ciudadanos y de los gobiernos. No de unos u otros, sino de todos y todas. Y sobre todo, serán el resultado de un cambio de conciencia, de un darse cuenta, de un despertar, de un abrir los ojos frente a las señales que Ella nos da. Si lo que estamos viendo no nos dice nada, estamos irremediable e imperdonablemente perdidos.

¿De dónde viene esta fecha?

La primera manifestación tuvo lugar el 22 de abril de 1970, promovida por el senador y activista ambiental Gaylord Nelson, para la creación de una agencia ambiental. En esta convocatoria participaron dos mil universidades, diez mil escuelas primarias y secundarias y centenares de comunidades.  La presión social tuvo sus logros y el gobierno de los Estados Unidos creó la Environmental Protection Agency (Agencia de Protección Ambiental) y una serie de leyes destinada a la protección del medio ambiente. (Wikipedia)

La fecha comenzó a celebrarse desde entonces en casi todo el mundo, pero la preocupación ambiental empezó a expandirse especialmente a partir de 1972, cuando se realizó en Estocolmo la Primera Conferencia de las Naciones Unidas por el Medio Ambiente. Dos décadas después, los gobiernos del mundo volvieron a reunirse en Rio de Janeiro en la Cumbre de la Tierra. De allí salieron la Carta de la Tierra, la Declaración de Rio y una docena de convenciones más que han intentado detener el desastre ambiental.  Una de las más importantes, la de Biodiversidad, sigue esperando la firma de los Estados Unidos.


 Tres poemas de Patricia Iriarte para la Pacha Mama

 

 

Carreteras

Manglares muertos hieren mis ojos

durante horas.

 

Siglos llevados a ceniza. 

Escombros de lo que tuvo vida.

 

¿Adónde se fueron la savia y el cangrejo?

¿Adónde el refugio de raíces,

el brindis de salobre bebida,

la posada del pájaro viajero?

 

¿Adónde dicen que conduce

esta larga y rugiente carretera?

 

 

 

Sierra y selva 

(O poema para un epígrafe)

 

“Éstos son los reinos de Paititi

donde se tiene el poder de hacer y deshacer,

donde el burgués sólo encontrará comida

y el poeta tal vez pueda abrir

la puerta cerrada desde antiguo,

del más purísimo amor...

Aquí puede verse sin atajos

el color del canto

de los pájaros invisibles”

(Hallado en la

Sierra Nevada de Santa Marta)

 

Ahora lo recuerdo: El universo nos mira desde los Andes. Sabias y antiguas voces nos hablan desde las blancas cumbres.

  Y desde las malocas, sentadas desde siempre en el corazón de la Amazonia, nos llega el recuerdo de lo que alguna vez fuimos.

 

No son otros los lugares por mirar cuando querramos encontrar pasos perdidos. No son otros los autores por leer. Todo está escrito en estas tierras, en estos árboles, en estos caminos. Sólo tenemos que prestar oídos a los mamas y chamanes. Abrir el corazón a las razones del bosque y de la selva; descifrar en los surcos abiertos por el agua las leyes del respeto.

 

Las raíces, ávidas, nos llaman con fuerza hacia el adentro. Guatavita, Duriameina, Araracuara, Macuira, Urubamba, Machu Pichu. La savia toma un nuevo aliento para emprender el viaje de partida. Y de regreso.

 

 

 

Golfo del Darién

 

Con rumbo norte

la selva estará siempre a mi derecha

La mar, junto a mi corazón.

 

A ella la he visto, apacible,

lamer la arena y besar el arrecife.

La he visto teñirse el pelo con el color del río

y ponerse el traje negro para sortear la noche.

 

He visto el bosque nocturno cerrarse sobre mí

y rodearme con sus cantos de todo origen.

Me he sentido una hoja más, un soplo

entre sus manos.

 

He temblado ante su grandeza y sus criaturas.

Me he asombrado con su esplendor diurno.

 

He transitado ese mapa bajo un aguacero,

temiendo a la roca lisa, al lodo, a la serpiente.

 

Pero he visto más: he visto la triste huella

del hombre sobre la playa.

Su rastro de desperdicios, su voracidad, su indiferencia.

He oído, al atardecer, el ronquido de la motosierra,

y sentido escalofrío al imaginar su tarea.

He escuchado el testimonio de su gente

sobre lo que había, y lo que era.

Y yo, que no puedo comparar, lloro con ellos.


jueves, abril 16, 2009

Reseñas



Cantaclaro reseña algunas de las muchas noticias culturales que se han producido recientemente en la ciudad de Barranquilla, Colombia, por cuenta de fotógrafos, poetas, escritores, artistas plásticos y de quienes, a veces, además de creadores, son gestores culturales.


Destacamos, en estas últimas semanas, los dos libros presentados por la editorial independiente Labrapalabra: Días de silencio, poemario de la escritora barranquillera radicada en España Katho Gómez, el cual se presentó en sociedad el pasado 2 de abril.

El otro título es Héroes decadentes, del periodista y narrador Francesco Vitola, "quien se inicia en la escena con esta ópera prima ágil, arriesgada, entretenida y dotada con mordaz sentido del humor", al decir de los editores. Este volumen trae ilustraciones del maestro Roberto Rodríguez, y como todos los productos editoriales de Labrapalabra, se distingue por el buen diseño y cuidada factura. Hay que leerlo para catar la pluma de Vitola y saber si es tan arriesgada y entretenida como promete, además, el título. El lanzamiento es el miércoles 22 de abril a partir de las 6:30 p.m. en La Cueva.


Continúa colgada en Caza de Poesía la exposición fotográfica de Carlos Londoño Caribe indígena, una atrayente serie de imágenes que retratan, documentan y revelan con sensibilidad e impecable técnica aspectos cotidianos del entorno natural y humano de las comunidades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta y la península de La Guajira. Los rostros, lugares, momentos, oficios y detalles de la cultura material que muestran estas fotografías sólo pueden haber sido captados con paciencia y respeto por estos pueblos.
ABCDario cultural
Caza de Poesía ha tomado la iniciativa de crear un ABCDario Artístico y Cultural, que es una suerte de directorio cultural de la ciudad, donde aspira a incluir a todos aquellos y aquellas que escriben, pintan, esculpen, danzan, hacen teatro, títeres, música, fotografía, vídeos, narrativa oral o cualquier otra forma de expresión cultural. Para ello está invitando a todo el gremio de creadores a que les envíen sus datos, o los del grupo a que pertenecen vía e-mail a atobon@etb.net.co o llevarlo personalmente a Caza d’ Poesía.
Temporada de teatro en AY MACONDO
Todos los domingos de abril, a las 6:00 p.m., el colectivo teatral Ay Macondo estará presentado en el espacio al aire libre frente a su sede, sus obras "Cambalache ó el Juego de los Excesos", "Noche de Baile", "La muerte alegre" y otras creaciones que han hecho de este grupo uno de los más prolíficos y activos en la creación teatral de la ciudad.

viernes, abril 03, 2009

De Mara para Eva

Eva Durán, la poeta cartagenera que se fue y ha hecho su vida en Alemania, me pide en un mail que la recuerde cuando me encuentre en Cartagena frente a una fritanga o comiéndome un enyucado, ya que ella nada eso puede hacer desde la lejana ciudad donde se encuentra.


Yo le digo:

Me acordaré de ti por eso y por muchas cosas más. Tu ciudad, la del corralito para adentro, está cada día más bella. Toda una “ciudad boutique”, llena de hoteles “boutique”. Ya casi no quedan casonas en ruinas, todo lo están comprando y restaurando para montar negocios y apartamentos para gente chic, de estrato 20.
Los gringos de los cruceros, rojos como camarones, llegan cada tanto en manada a mirar todo con la boca abierta, toman fotos y se van, y todo lo que se les atraviesa, incluyendo los parroquianos que vamos por ahí, quedamos como en una vitrina, mirados por esos ojos rubios detrás de lentes ahumados que luego no se acordarán donde vieron qué, si en Aruba, en Cartagena, en Panamá o en Bora Bora.
Si vieras el muelle de los Pegasos no lo reconoces, ya no hay quioscos que vendan jugos y patacones mosqueados sino una amplia tarima de madera pulida, pulcra y moderna, que deja ver el soberbio Centro de Convenciones.
Afuera, más allá de las avenidas uno sabe que está la otra Cartagena, donde viven los estudiantes que estudian o que hacen que estudian en la ciudad amurallada; las secretarias, las vendedoras de los almacenes, las de fruta, los cocheros, los loteros, los emboladores, las pre-pago y los pre-pago, las y los simples prostis, los funcionarios de la alcaldía y la gobernación y en fin, toda esa gente que soporta la “boutique”, la que limpia su mierda, la que trabaja y la que roba, la que llega a las siete de la mañana a poblar ese sueño de ciudad y la desocupa a las siete de la noche, la que canta, la que baila, la que nos hace sonreír. Porque lágrimas no, esas están afuera, aquí solo respira la belleza.

Me acordaré de ti con el sabor del anís en el frito y en el enyucado, con la cocada que venden en la puerta de la Universidad, con la cerveza en la terraza, y con el apunte diario en la pizarra del vendedor de bolita frente a la Catedral, que dice cosas casi cabalísticas, casi poéticas.

Esta ciudad no lo sabe a ciencia cierta, pero le haces falta. ¿Cuándo vienes?

jueves, abril 02, 2009

La flota aérea de Bocas de Ceniza



Por Patricia Iriarte
Foto de Juan Carlos Martínez


¿Peces rumiantes? ¿Anzuelos voladores? ¿Pescadores que no se hacen a la mar? En los tajamares de Bocas de Ceniza, la única obra de ingeniería colombiana que –según dicen-- se ve desde la luna, todo es posible. Es lo que se siente al llegar a esta angosta franja de piedra donde viven los únicos pescadores de Colombia que usan cometa en lugar de redes. La ventaja de estos sobre sus colegas de otros lugares es que no necesitan bote, barco ni canoa para sacar la pesca. No precisan de velas, remos, ni ruidosos motores porque ellos conocen la ingeniosa forma de traer los peces desde el mar a la tierra a través del aire.

Carlos Monroy y Mario Mendoza, dos de los miembros de este particular grupo, nos cuentan que el invento lo trajo un paisa que llegó aquí hace 34 años. Sin embargo, se sabe que la técnica es antigua y proviene de Asia y Oceanía. Aquí la adoptaron los pescadores de Bocas de Ceniza y desde entonces la han perfeccionado agregando varios anzuelos a cada cometa –a diferencia de lo que se hace en otros países— aprovechándolas al máximo; unos para vivir de esto, otros como un deporte que no cambian por nada en el mundo.

Lo primero que hay que hacer, después de conseguir un buen carrete de nailon y una cometa adecuada (hecha necesariamente en plástico), es conocer el viento. Saber que aquí sopla desde el norte durante casi todo el año, excepto en septiembre y octubre; recordar que hay meses para la pesca de río y otros para la de mar. Que octubre, por ejemplo, es época de róbalo (el más caro del mercado), mientras que en noviembre y diciembre la captura es de chivo. Que una pesca promedio puede ser de 40 o 50 kilos de pescado, pero que cuando pica el sábalo la cordada puede traer hasta 60 kilos en varios vuelos.

Luego hay que estar dispuesto a levantarse a las cuatro de la mañana a preparar los aparejos para comenzar a las cinco y trabajar hasta las diez, o hacer la jornada de seis a seis, batallando con el viento en una franja de piedra de siete metros de ancho y bajo un sol canicular que azota sin posibilidad de escapatoria. A mano izquierda golpean, a veces con verdadera furia, las olas del mar; y unos pasos a la izquierda se explaya, entero, el caudal del Magdalena, con sus siete mil metros cúbicos por segundo. Allí no hay árboles, no hay carpas, no hay nada donde refugiarse del sol o la lluvia, pero debe ser muy placentero sentarse en un paraje como este en las horas frescas de la mañana o al atardecer a elevar una cometa y pastorear su viaje hasta las nubes, hasta ver la cosecha de peces colgando de la cuerda.

Monroy, que antes de escoger este oficio trabajó varios años como conductor en Barranquilla, es de los pescadores que fabrica sus propios anzuelos y señuelos, fundiendo el plomo en latas de sardina que calienta sobre un pequeño fogón. Luego vierte el metal líquido en los moldes, que a veces también son de su propia factura. En un recipiente con agua que tiene frente a su rancho nos muestra una serie de señuelos hechos con plumas de gallo fino, que son las mejores para engañar a los peces. Al colgar y desplazarse suavemente sobre el agua, las largas plumas semejan pequeños peces nadando cerca de la superficie, aunque también usan, por supuesto, carnadas reales como la lisa.

Es fundamental saber qué le gusta comer a cada especie: a los peces de mar les gustan los de río, que son blancos casi todos, por eso es codiciada la pluma blanca, que atrae buenas presas de agua salada. Algunos de agua dulce, como la dorada, son rumiantes, es decir que tienen dientes, y son capaces de picar hasta un pedazo de bollo limpio.

Un barrio de nadie, sólo del mar

A unos 500 metros del conjunto de casas, sobre una enorme laja de mármol pulido que debió llegar por error a este lugar, don Jairo Díaz se prepara para enviar a su cometa por peces a mil metros del tajamar. Tiene entre sus pies un carrete de 800 metros y otro de 200, y mientras hace los arreglos con ayuda de su socio, un paisa socarrón que se llama Aníbal, nos cuenta que de sus 59 años de vida le ha dedicado 20 a este oficio, alternándolo a ratos con una venta de “drogas blancas” que tiene en el mercado: así le llama él a su negocio de canela, clavito, boldo y otras hierbas medicinales que conoce tanto como los peces del Magdalena y del Caribe. Después de prestar el servicio militar don Jairo trabajó como guachimán y como albañil, pero se convenció de que eso no le iba a servir de mucho para levantar a los once hijos que ha tenido con cuatro mujeres. Además, no hay nada mejor que ser dueño de su propio tiempo.

Muchos llegaron hace varias décadas y literalmente, contra viento y marea, se convirtieron en una comuna donde se vive, se trabaja, se sufre y se goza como en cualquier otro barrio de Barranquilla. La calle es una sola, la de la vieja carrilera del tren que alguna vez sirvió para llevar los materiales y los trabajadores que construían los tajamares. Al culminarse la obra muchos se quedaron y otros fueron llegando después.

Falta de trabajo en otros frentes y deseos de libertad son dos motivos que abundan entre los hombres y mujeres que decidieron vivir aquí. Hoy los pescadores suman más de un centenar y están organizados en una cooperativa. Las mujeres atienden negocios de comida en dos estaderos que le venden a los vecinos y a los turistas que todavía se aventuran a llegar hasta aquí en los rudimentarios vagones que quedaron del “trencito turístico”.

Algunos tienen una casa en otro barrio de Barranquilla pero mantienen un rancho en Bocas como base para sus faenas de pesca, de manera que van y vienen periódicamente y a veces hasta traen a su mujer y a sus hijos para acompañarse y trasmitirles la técnica. Otros levantaron aquí una casucha de madera y plástico, porque de qué otra cosa se puede construir en un espolón que no les pertenece y que por obvias razones no ha tenido nunca acueducto, alcantarillado ni energía legal.

Bocachico contra carbón

En efecto, este barrio de dos kilómetros de largo por siete metros de ancho sobrevive sin servicios públicos desde hace más de 40 años, pero ya no lo hará por mucho tiempo. Donde hoy sólo parece haber “tugurios”, pronto habrá un superpuerto cuya primera etapa costaba (hace un año), 180 millones de dólares. Patios de acopio de carbón, zonas de descarge de barcazas, bandas transportadoras y terminales de embarque comenzarán a levantarse allí mismo donde hoy zumban las cometas.

En realidad, el macro proyecto debía haber comenzado hace años, pero a pesar de que todo está listo (con la gerencia adjudicada a una firma norteamericana), siempre ocurre algo que retrasa el inicio de las obras y el consecuente desalojo de los pescadores. Como si algo los protegiera.

Todo es posible, pero la globalización seguirá su curso inexorable y tarde o temprano abrirán ese puerto para que el progreso tenga una puerta grande por donde entrar. Por algo las acciones valen quince mil pesos y sólo puede adquirirse un mínimo de mil millones que debe pagarse en un solo contado.

El contraste no puede ser mayor. El pescado cuesta entre cinco y diez mil pesos el kilo; la tonelada de carbón, cien dólares. Pero mientras que el Ministerio de Comunicaciones remueve el último obstáculo que queda, el cable submarino que pasa por allí, esta comunidad seguirá pescando con cometa hasta el último minuto y recibiendo a los curiosos que llegan a ver de cerca la desembocadura del famoso Magdalena, a contemplar el encuentro sempiterno del río con el mar y a sorprenderse con esa flota área de pesca que, como cosa de magia, trae con la brisa una cosecha de peces agitados.

Los rumbos de Sara Harb   Por Patricia Iriarte   Me sumergí en él, salí, pasaron días. Lo retomé y volví a leer uno de los últimos c...