lunes, diciembre 29, 2014

Marga López, la poetisa de la lucidez y la alucinación


Cereté, 9 de noviembre de 2014. Son las diez y treinta de la mañana y tengo media hora para entrevistar a la poetisa antioqueña Marga López en su habitación del Hotel Cacique Te de Cereté (Córdoba). A las once vienen a buscarla para viajar a Montería.


Marga López lee su poema en la clausura del XXI
Encuentro de Mujeres Poetas en Cereté, 2014
Marga es, desde hace varios años, una de las invitadas al Encuentro Internacional de Mujeres Poetas que se celebra desde 1993 en ese municipio cordobés. Allí, Marga realiza talleres de escritura para niños y niñas y regala su poesía en casi todos los recitales, arrancando siempre una ovación del público por la performance que hace de cada uno de sus poemas. Su obra, compuesta por vibrantes e imaginativos relatos, sonetos y poemas de verso libre, está recogida en los libros Marumsamas, La nave de Nausicaa y Morada de Sibilas. Su poesía apela por igual a la celebración y a la devoción por la naturaleza como a la pasión por la historia o a la indignación por la injusticia.

En el Museo Rayo de Roldanillo fue honrada como Maestra de Poesía y en Cali, en una ceremonia creada por el escritor Leopoldo De Quevedo y Monroy y organizada por la Fundación Plenilunio, fue coronada como poeta con una diadema de laurel y mirto, como solía hacerse en los juegos florales de Grecia, hace 25 siglos.

En la entrevista que le concedió a De Quevedo en marzo de 2012, la poetisa habla con la mayor naturalidad de su presencia en una ceremonia del peplo sagrado para la diosa Atenea, en el año 438 antes de nuestra era, razón por la cual se tomó con mucha reverencia la coronación de Cali. “Es el símbolo lo que yo veo más allá de todo. Si alguien no lo vio, no entendió, como decía mi padre.”

Quienes saben de su talento -como Águeda Pizarro- dicen que ella “Conoce el duende, quien la habita y el ángel que la ilumina. Todo esto hace que el lector o la oyente se reconozcan en sus versos. Porque Marga no es sólo maga o transformadora de realidades sino saga, conocedora y guardiana de verdades arcanas que cuenta en su lengua antigua del futuro.”

Cuando le pregunta el entrevistador su opinión sobre la poesía colombiana, Marga sólo afirma: “Cómo no voy a creer yo en la poesía de mi país. Un solo verso haría temblar el mundo, escrito por un hombre o una mujer, en este país y en cualquier lugar del mundo, pero para mí la poesía de Colombia es una poesía universal”.

En otra entrevista dijo: “Soy lo que soy por la poesía; todo me lo ha dado (…) Esa maravillosa juglaría de decir poemas por los caminos. Esa dichura de decir el lenguaje transfigurado y desde ahí, entrar al umbral del misterio.”

Y en ese andar por los caminos su imagen va unida a sus mantas vaporosas, a su sonrisa dulce, a su cabellera suelta y a su voz portentosa. Cuando Marga López inicia uno de sus poemas el auditorio se sume en el silencio y la sigue, hechizado por la magia de su palabra.


Siluro

Soy un pez ciego.
Mi ojo sensible
alarga vibraciones hasta el sustento
que me abriga.
Habito en los profundos sedimentos.
Sobre mí todo el río.
La aguamadre
oscura.
Jamás sabré el estuario
ni el lugar esplendeante
sobre la isla de Marajó.
De mis ojos de limo
suben emanaciones
hacia llamadas de gorriones
que me alean
y beben
arriba.
Así me enhebro al lugar, a los
gorriones y a la isla.
Quieto.
Mi agalla me resguarda
entre la brevedad
y la angostura.
Amparado en mi halo.
Como vive la ulmaria
en su hoja.
Como los astros.


Ahora soy yo quien sigue a María Margarita López Díaz a su habitación, donde comienza a empacar, acuciosa, su maleta mientras me habla. Veo entonces a una mujer mayor que además de desplegar toda su energía en el escenario puede recordar detalles de su infancia, evocar vidas anteriores y envolver con ternura sus largos vestidos de colores hasta formar con ellos pequeños rollos de tela que va acomodando con destreza en la valija.

Dice que para mantener la salud y la sonrisa ve siempre el vaso medio lleno y la pequeña fiesta que puede haber alrededor. “Vivo en esa otra mitad de la realidad, en la posibilidad de la alucinación lúcida o de la lucidez alucinada.”

También cree firmemente en que es muy fácil mantener la salud y la sonrisa “cuando se vive otro tiempo, cuando uno se niega a ser mayor, en el sentido en el que la gente mayor vive ciertos asuntos. Sé que soy una mujer de edad pero no vivo en el tiempo de la gente mayor. He sido muy responsable en mis obligaciones con el hogar; esa es una responsabilidad que está más allá de cualquier fase de la locura. Cuando hay que trabajar siempre está la alegría de pensar que las soluciones llegan fáciles en cualquier instante, pero la gente mayor pierde la capacidad de ensoñación. La forma de vivir es muy sencilla y me envía siempre a celebrar el alimento, el caminar, el lugar en donde vivo, los viajes que se vayan presentando. Yo soy más Rilke en mi interior, a mí me encanta la celebración. Siempre habrá esa plenitud de inmortalidad y eternidad que vendría de un lenguaje que se halla en los tiempos.”

¿Qué estaba haciendo Marga López a los 20 años?

A los 20 años estaba haciendo algo de periodismo con la Universidad de Antioquia, y trabajos de maestra para la casa, es decir, para mamá, papá y once hermanos.

¿Entonces fuiste la maestra de toda tu familia?

Si, y siempre estaba pendiente de que ellos estuvieran mejor.

¿Y estabas estudiando periodismo o lo ejercías por interés propio?

Si, estaba estudiando, pero todo el tiempo hacía periodismo, sobre todo el radial, que siempre ha sido una pasión. En la Bolivariana de Medellín, en la Universidad de Antioquia, en la Católica del Oriente. Uno se llama “Charlas en el bosque de bambú”, en homenaje a la literatura china; otro es “La Casa Sosegada”, por San Juan de la Cruz; “Cosmos”, que es un programa de ciencia que sale al amanecer y “Aluna”, en la emisora de la Universidad de Antioquia.

¿Tantos?

Y en el pueblo hago “El mundo de la música” (risas) siempre son como ocho o diez horitas radiales a la semana.

¿Todos en torno al arte?

Si, pero hay muchas temáticas: los amigos viajeros, la astronomía… estamos revolviendo todo lo que podemos.

¿Dónde vives?

Vivo en un lugar que yo llamo Rincón del Cielo, una vereda del Oriente antioqueño, en una casa de 150 años, con “presencias”, cerca del cerro Capiro. Siempre allí, en la magia del campo.

Entonces te mueves entre el campo y la ciudad todo el tiempo…

No, a la ciudad trato de no ir mucho. Lo mejor que tiene Medellín es un bus que vaya pa´ la casa. Voy a la ciudad a veces y grabo varias horas para poder adelantar; además hay como 700 programas que vuelven a pasar cuando no puedo ir a grabar. Lo de la radio es una pasión total.

Y la otra es la poesía…

Antes de la radio está la poesía, y me dedico mucho a hacer talleres de escritura creativa por todo el país, talleres muy sui generis, muy propios. Vivo muy contenta con esto de los talleres y los recitales. Es una dicha grande todo lo que ha habido por el poema.

¿Desde cuándo está el poema en tu vida?

Yo decía anoche en el recital que tenía un padre loco (un mecánico que cantaba óperas) y en realidad la poesía estuvo siempre en la casa. Pero específicamente en la adolescencia, con una maestra que tuve y con quien entramos en la literatura por la imagen, por la metáfora y por la dicha. Entonces por allá como en sexto o séptimo grado comencé a inquietarme por la escritura, guiada por esta maestra.



La bienobranza

En los años 90 ¿qué estabas haciendo?

Todo el tiempo he estado “maestriando”, sobre todo en lugares sencillos, con niños, con madres comunitarias, con adultos mayores. Ha sido una comunicación permanente con la gente. Hace poco dejé de ir a colegios fijos y comencé a ir a donde quiero; como me dan esa libertad entonces me encanta ir a las veredas más apartadas, donde están los niños escribiendo la altísima poesía.

Ha sido una vida muy sencilla. Con la cotidianidad de las mujeres sencillas, sin sobresaltos extraños que no sea el maestriar, escribir, caminar por esas veredas. Yo pienso que es una bienobranza (palabra del siglo XII) en la sencillez. Yo soy hija de Rosa Emilia, una tejedora que disfrutaba su tejido. Es eso que llaman las mujeres arhuacas: tejo mi mochila, tejo mis pensamientos. Me parece que ese tejido con la palabra y con la bienobranza ha sido una dicha completa.

La otra son sus hijas: una arquitecta que vive en París y ya le dio su primera nieta, y otra ingeniera física, que vive en Alemania y busca la unión de la física con la danza. Se llama Melissa y tiene una tesis laureada sobre los mundos y constelaciones que pueden verse en las pompas de jabón. Más poético imposible.

Pero no debe extrañar, siendo hija de Marga, la maga que es capaz de vivir en épocas diferentes y en mundos distintos.

“A través de la poesía, usada como un viaje, vivo mucho en tiempos antiguos. En la Grecia del 438 A.C. soy discípula de Fidias; apenas van a inaugurar el Partenón y yo estoy tejiendo el manto de la Diosa. Pero vivo también en otros espacios para ser una mujer de las cavernas, 30 mil años atrás, y me encantaría una mujer de Roma del siglo primero o segundo. Tengo ciertas mujeres muy miradas para ir a habitarlas y tengo fijaciones muy fuertes con ciertos momentos de la historia, entonces los vivo mucho y los estudio, pero la mejor forma de entrar a ellos es el poema.”

¿Tiene la poesía ese sentido para ti?

Pienso que uno no está en la poesía para hacer el gran poema que jamás se logra, está en la poesía para lo que le ocurre a uno mientras hace el poema. Es ese estar, ese mirar un zaguán en Atenas a las nueve de la mañana… la palabra no alcanza a decir… pero aún así me siento humilde para resignarme a la palabra que me llegue y sobre todo, al placer tan infinito de ese viaje que me hago con el poema, ese viaje a lo sagrado que tiene que hacer quien esté en el poema, o en la filosofía. En los talleres estudiamos mucho la filosofía de la poesía, que sería una profundización en el hecho poético como una vía de acceso al tiempo puro o a los grandes misterios que son al fin tan sencillos y están tan próximos.

- Pásame esas cositas de allá, yo tengo que mirar debajo de la cama.

Un grupo de poetisas toca a la puerta. Quieren despedirse de Marga porque se han enterado de que pronto se va. Las recibe y después de abrazarlas amorosamente sigue hablando de ese placer infinito que la escritura le trae, y más allá, “del misterio que descubre, que solo el poema trae, no otras formas de escritura sino el poema en sí.”

Son las once y ya casi termina de empacar las cosas. Queda una flor que guardará en un libro y una bellísima sombrilla de madera y encaje que le regaló una de sus hijas.

“De pronto le critico mucho a mi trabajo poético estar tan en el mundo del conocimiento, de la lectura, de la intelectualidad y esos asuntos, pero también estoy en la simplicidad con el poema. Lo que pasa es que hay temas que uno, lee, piensa y siente a nivel de la geografía de la filosofía, de la música, tiene entrada a tantas cámaras...”

¿Has incursionado en la crítica literaria?

En el ensayo, me encanta el ensayo. Ahora quiero situarme en la disciplina de hacer un ensayo sobre las mujeres de La Ilíada porque estoy leyendo La Ilíada en el parque principal del pueblo. Todo el que pasa por allí a las diez de la mañana puede leer estentóreamente y la gente se lleva las imágenes de Homero. Es bueno pasarse a vivir a ese mundo de la literatura, allí es donde se encuentra el verdadero mundo. El de la literatura es el verdadero reino.

Hay mucho asuntico para escribir. Te invito a que pases por la plaza de mi pueblo y me ayudes a leer La Ilíada con entonación homérica.

Los amigos de Marga se demoran un poco más de lo previsto y yo disfruto el privilegio de tenerla para mí sola unos minutos más. Se recuesta un poco sobre la cabecera de la cama y sus ojos se van tras añoranzas, sus oídos capturan ecos de la mañana que termina y su mente recrea las imágenes de estos cuatro días de poesía reencontrada. Imágenes que cualquier día se convertirán en versos o en historias que irá sembrando por los caminos de Colombia esta sibila encantada.

Patricia Iriarte



Admiradora de Silva, de Barba Jacob, de Arturo y de Meira Delmar, la poeta antioqueña
piensa que la poesía colombiana es una poesía universal.





Apostilla sobre un tema trivial que no lo es tanto


¿Cuándo comenzaste a vestirte de esa forma?

Voy como para los 40 años que decidí vestirme así. Creo que tengo un ramalazo muy fuerte en la gitanería y en culturas ancestrales del país; entre las mujeres de la India y las hermanas mayores arhuacas y wayuu.

¿Tú misma escoges las telas y mandas a hacer tus batas?

Marga va al baño a recoger algunas cosas y comienza a responder desde allá:

No, no mando a hacer nunca nada porque la mayoría de los vestidos son regalos de las amigas a las que se los regalan pero ellas no pueden salir de la cultura universal del bluyín. A mí me parece terrible, pero para las amigas uniformadas ya mundialmente el bluyín es un placer. Yo me he parado en los centros comerciales de París, Berlín, Roma, Madrid, Bogotá, Cali, y de cada 70 personas que pasan, 65 tienen puesto un pantalón de esos.

A mí me interesa mucho que el traje vuele, que el viento tenga juego con la tela, y a pesar de que se me concedieron unas piernas hermosísimas, todo se quedó allí, en el vuelo del vestido.


Otros enlaces:

https://www.youtube.com/watch?v=ynh29C6aTUg
http://ntc-libros-de-poesia.blogspot.com/2009/07/morada-de-sibilas-marga-lopez-diaz-cali.html







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