sábado, junio 14, 2014

En la fuerza no está la solución

Entrevista con Magda Correa


Por Patricia Iriarte

Desde el asesinato de Alfredo Correa De Andreis por parte del Bloque Norte de las AUC, su hermana Magda se volvió la cabeza visible de la familia Correa en la búsqueda de la verdad por el crimen del académico, ocurrido en septiembre de 2004.  “El día que mataron a Alfredo yo perdí el miedo”, dice Magda cuando le pregunto si a lo largo de estos diez años de lucha no ha sentido alguna vez temor por su vida. Ella ya no tiene miedo, por eso en todo este tiempo, a pesar de los riesgos y de las voces que le han llamado loca, no ha dejado de denunciar a los culpables y de exigir justicia.

Alfredo Correa
En el caso de Alfredo Correa, gracias a la experticia del abogado José Humberto Torres y de la solidaridad e indignación de la comunidad barranquillera, los órganos de justicia actuaron con relativa celeridad y capturaron a tres personas vinculadas al crimen: un sicario llamado Juan Carlos Rodríguez De León, alias “El gato”, que siguió órdenes del jefe paramilitar Edgar Ignacio Fierro, alias “Don Antonio”, quien a su vez habría obedecido instrucciones de Rodrigo Tovar Pupo o “Jorge 40”. Todo con la complicidad y colaboración del entonces director del DAS, Jorge Noguera, quien le entregó a los asesinos la información recopilada por ese organismo sobre los movimientos cotidianos del profesor universitario. Todos ellos están condenados, sin embargo, Magda Correa sabe que falta una ficha clave que hasta ahora ha logrado burlar a la justicia; se trata del ex subdirector del DAS en el Magdalena, Javier Valle Anaya, quien al parecer se encuentra asilado –quizás protegido, dice ella– en los Estados Unidos.

La tragedia que abre sus ojos
Magda, quien trabaja como secretaria en una entidad pública, era una mujer como cualquier otra de la clase media de Barranquilla hasta esa tarde de septiembre de 2004 cuando la historia de su familia fue quebrada de un tajo; cuando arrancaron una de las cuatro patas de la sólida mesa familiar, como dice siempre su padre, don Alfredo Correa Galindo.

“Con el asesinato de Alfredo yo abrí los ojos y conocí la verdadera Colombia, porque antes de eso yo vivía en un jardín de rosas. Yo escuchaba a Alfredo hablar de estas cosas, pero veía aquello tan lejano… era algo que no entendía y en lo que no quería involucrarme. Cuando nos pasó esto fue cuando empecé a ver la realidad y a relacionarme con personas que estaban en la misma situación.” Desde entonces cambió su visión de las cosas y, si antes era apática y cómoda, a partir de la tragedia ha tenido que enfrentar situaciones que nunca había imaginado.
Magda Correa


“Ha sido una experiencia que me llevó a descubrir a la Colombia real. Mi Colombia era mis hermanos, mi papá, mis amigos, los cumpleaños, los showers, las reuniones familiares… cuando un día descubro que no es así, que ese no es el mundo donde vivimos. Para la familia ha sido devastador, ninguno ha vuelto a ser el mismo, cada uno ha hecho su duelo a su manera y todavía no salimos de él.”



La situación que Magda describe es la misma que han vivido cientos de miles de familias colombianas que han visto cómo la espiral de violencia se ha llevado a sus seres queridos y en la mayoría de los casos asisten con impotencia a la inoperancia de la justicia.

La prensa, que en opinión de Magda ha jugado un papel fundamental de acompañamiento a la familia, siempre recuerda que su hermano adelantaba investigaciones académicas sobre los derechos de los desplazados en diferentes lugares del Atlántico y el Magdalena; que había hecho denuncias sobre los daños ambientales que causaría el puerto carbonífero de Palermo  y que estas actividades, según los testimonios del proceso, fueron el pretexto para acusarlo de rebelión y detenerlo ilegalmente durante 27 días. Como se sabe, al recuperar su libertad Alfredo Correa había dirigido dos cartas al entonces Presidente de la República, Alvaro Uribe Vélez, suplicando su intervención ante la injusticia de que estaba siendo víctima, pero nunca obtuvo respuesta. Meses después cayó abaleado a pocos metros de su casa junto con su escolta.

A partir de allí se fracturó la vida de esta familia que antes de la tragedia vivía unida y feliz. Alfredo, a pesar del ser el mayor, era el más apegado a sus padres, a quienes llamaba varias veces al día tanto para contarles lo que hacía como para preguntarles si todo estaba bien en casa. “A mis padres los ha mantenido vivos la esperanza, no solo de que haya justicia sino también que haya paz en Colombia, porque eso fue lo que Alfredo Rafael siempre predicó”, recuerda Magda con una mezcla de orgullo y de nostalgia.

La experiencia ha sido dura, pero le ha permitido crecer como persona y tener una visión distinta de la realidad colombiana. En los foros en los que ha participado ha aprendido que los procesos de negociación para resolver largos conflictos exigen un tiempo generoso para entregar resultados, y porque sabe que este gobierno está haciendo su mejor esfuerzo confía en que la salida negociada será posible.

Considera que el acuerdo sobre víctimas alcanzado en La Habana es un aliciente para los familiares y sobrevivientes pues, “aunque parezca absurdo, el hecho de que los responsables reconozcan su error y lleguen a decir que esto no va a volver a suceder es un gran paso.. Por eso es tan importante que la gente entienda que por la vía de la fuerza no se va a llegar a nada. El camino de la fuerza no es la solución, la solución es sentarse a hablar.”

-          Magda, finalmente, si en aras de la paz fuera necesario perdonar a los victimarios y concederles una amnistía o algo similar, ¿usted qué sentiría?

“Es duro aceptar que los culpables sean objeto de algún beneficio, pero estoy segura de que si Alfredo Rafael estuviese vivo también diría que hay que negociar. Ese era su pensamiento, siempre por el diálogo y la reconciliación.”


domingo, junio 01, 2014

EL VOTO CARIBE POR LA PAZ

Nota editorial
Colombia está pasando por un momento absolutamente decisivo en su historia. Un momento en el que se define la transición presidencial y con ella, la suerte de unos Diálogos de Paz que por primera vez en cinco décadas representan una posibilidad real de solución al conflicto armado que tanto nos ha desangrado social, económica, política y psicológicamente. Quienes suscribimos la siguiente declaración -más de 200 personas hasta la fecha de hoy- creemos en la seriedad de las negociaciones que el gobierno de Juan Manuel Santos está llevando a cabo en La Habana con los voceros de las Farc; no queremos que se levanten de la mesa hasta que se hayan firmado los acuerdos para todos los puntos de la agenda y Colombia pueda pasar, finalmente a una etapa de postconflicto y aclimatación de la paz. Tenemos, igualmente, sobradas razones para pensar que un eventual gobierno de Oscar Iván Zuluaga, representante del proyecto Uribista llamado Centro Democrático (que no es de centro ni democrático) va a dar al traste con lo avanzado hasta ahora en ese proceso de negociación, y nos va conducir a una situación de más y más odio, de más y más guerra, de más y más vergüenza para todos los colombianos y colombianas. Por ello, y sin que consideremos que Juan Manuel Santos nos representa  política ni ideológicamente, ponemos el interés supremo de la paz por encima de nuestras diferencias con su gobierno neoliberal y hacemos un llamado a respaldar su nombre en los próximos comicios electorales. 



NUESTRAS RAZONES


1. La Región Caribe colombiana fue rasgada por la guerra desde la llegada de los españoles. Este territorio, tanto o más que cualquier otro, fue testigo mudo del genocidio de los pueblos indígenas a manos de los conquistadores.

2. Luego, golpeada y diezmada por las interminables batallas que llevarían a la Independencia, esta región puso una gran cuota de sangre, distinguiéndose en esa gesta los cartageneros y las tropas del Almirante José Padilla.

3. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, la Región Caribe siguió defendiendo la paz conquistada, convirtiendo su territorio en sitio de llegada y acogida de miles de ciudadanos que venían huyendo de la guerra; migrantes de Europa, de los países árabes, del mundo judío y del continente asiático llegaron a establecerse en este Caribe de oportunidades. A todos ellos se les dio cobijo para que pudieran construir familias, empresas y vidas nuevas bajo vientos de paz y hospitalidad. Es en esta región donde judíos, árabes, alemanes, polacos e italianos, solo para citar algunos de nuestros migrantes más numerosos y queridos, pudieron encontrarse para hacer amistad y negocios dejando atrás los odios de raza, religión y territorio.

4. Desde mediados del siglo XX la Región Caribe fue la tierra prometida para los que huían de la violencia intestina de los partidos y las guerrillas en el interior del país, llegando de los santanderes, de los departamentos andinos, del Tolima, del Valle  y de la zona cafetera. Ellos han poblado nuestra región y hoy son tan caribes como cualquier otro caribeño de nacimiento y herencia. También aquí esta primera y segunda generación de desplazados encontraron acogida y solidaridad, en medio de una región empobrecida por las decisiones de inversión tomadas desde el centro, no obstante haber servido para el encuentro con la economía mundial y contar con la riqueza ambiental, turística y cultural más importante de la nación.

5. Para los años 70s esta región fue la primera damnificada del naciente negocio del narcotráfico, poniendo muchos muertos bajo la mirada indiferente del nivel nacional. Para ese momento seguíamos recibiendo, en forma cada vez más numerosa, a los desplazados de la violencia  guerrillera  y del Frente Nacional.

6. La Región Caribe, desde los años 80s hasta el inicio del nuevo siglo, recibió además la embestida atroz de las guerrillas. Muchos costeños fueron secuestrados, asesinados y obligados a salir de sus tierras, destinando a los más pobres a la miseria de las periferias urbanas, así como a otros a dejar el país. Esta violencia, dada la debilidad institucional, fue repelida por otros grupos armados que terminaron, so pretexto de la defensa de unos, causándole aún más daño a toda la gente del Caribe.

7. Hemos sido víctimas, entonces, de todo tipo de grupos armados ilegales y de sus métodos más inhumanos; aquí se asentaron los hermanos Castaño, Mancuso, “Don Berna” y “Jorge 40”, junto con los frentes más criminales de la guerrilla. Nuestra tierra ha sido testigo y víctima indefensa de algunas de las más terribles masacres nacionales. Siguen recordándose entre las páginas más sangrientas del país las masacres de El Salao, la Mejor Esquina, Nueva Venecia, Chengue, así como la larga y sostenida masacre de la población étnica de San Onofre, donde se ensañaron con la muerte y se diezmó una población buena y hospitalaria por naturaleza. Siete de los ocho departamentos del Caribe colombiano vivieron en carne propia la guerra, y aún el archipiélago de San Andrés ha padecido los efectos de la guerra económica y la violencia del narcotráfico, que bastante daño le han hecho a su población.

8. Ante toda esta violencia la gente del común ha respondido con factores naturales de resiliencia, queriendo dejar la guerra atrás; ha enterrado a sus muertos y quiere una nueva oportunidad. Solo hay que mirar el renacer de los Montes de María y la dinámica económica en la que toda la región viene participando, para entender lo que se desea. No somos un pueblo de odios y venganzas, somos la región que mejor representa la paz en este país, y como tal hoy, cuando se blanden nuevamente las banderas de la violencia y “el todo por la fuerza”, como Región unida debemos responder con Paz.



PROCLAMA

Entendemos que la guerra y sus efectos han sido generados por diversos tipos de grupos armados, pero entendemos que la paz exige la capacidad de superar  creencias como la Ley del Talión y cualquier otra forma de venganza.
Entendemos que no solo la guerrilla sino los demás grupos armados ilegales, así como las guerras de partidos, la debilidad institucional y la corrupción de muchos años han contribuido también a esta situación.
Entendemos la urgente necesidad de proteger a las víctimas y proceder el Estado a indemnizarlas y apoyarles para un nuevo futuro.
Entendemos que las negociaciones de paz demandan calma y un proceso sostenido y continuo de dos partes con voluntad de diálogo y de concordia.
Entendemos que la Paz, con mayúscula, demandará una convocatoria ciudadana posterior para refrendar los acuerdos que se logren en La Habana.
Queremos superar el pasado lleno de odios y tragedias para pensar un futuro de progreso y estabilidad.
Queremos, con orgullo, seguir representando a Colombia ante el mundo a partir de la cultura, la alegría y la riqueza natural y no desde las horribles caras de la guerra.
Queremos que la reconciliación permita recuperar a las víctimas y victimarios de los conflictos, para que no sigan afectando la seguridad ciudadana, se reduzca la violencia familiar y urbana y se mejore su calidad de vida, de forma que los miembros de las llamadas Bandas Criminales y otros grupos creados por la violencia social puedan caber también en el proceso de paz.
Queremos fortalecernos y ser autónomos como Región en Paz, y aportarles nuestras lecciones  de reconciliación y perdón a toda Colombia.
Queremos apoyar a nuestra gente y a los hermanos venezolanos de la mejor manera, por lo que además de recibirlos con afecto solidario, es nuestro deber evitar un potencial conflicto con el gobierno de Venezuela ya que así no podríamos apoyarlos ni proteger al tiempo a nuestra Región Caribe.

Es hora de que la Región recuerde sus gestas, recoja las enseñanzas de nuestro querido Gabo, honre la valentía de sus mujeres frente a la guerra, escuche la lección espiritual de nuestros hermanos de la Sierra Nevada de Santa Marta, comparta las alegrías de nuestros futbolistas y conserve la bella costumbre de acoger a todos en nuestro territorio.

Por todo lo anterior, convocamos a todas las personas que nacieron en nuestra tierra o que llegaron aquí desde cualquier parte del mundo, del interior o del sur de nuestro país y que hoy se sienten orgullosamente costeños; a las y los costeños en tierras andinas; a los santandereano-caribes que lideran nuestro comercio y a todos los Caribes regados por el mundo, a VOTAR POR LA PAZ el próximo 15 de junio, eligiendo a Juan Manuel Santos como Presidente de Colombia.

Queremos al Caribe unido en una sola causa, la Paz, para que no vivamos otros 50 años de guerra y para que los egos y la venganza no sean los que definan nuestra suerte.


¡TODOS SOMOS EL VOTO CARIBE POR LA PAZ!

Los rumbos de Sara Harb   Por Patricia Iriarte   Me sumergí en él, salí, pasaron días. Lo retomé y volví a leer uno de los últimos c...