Leo Castillo frente a la Alcaldía de Barranquilla, en 2005-6 (Foto de David Romero)
Los pasajeros
Irrumpen un día
en nuestra zona de riesgo:
- Me llamo Paco Nieto
el inquilino de arriba
y estoy a tus completas órdenes.
- Me llamo Diana
la reina de Bellas Artes
y me gana bailar y enloquecer.
- Soy tu querida María Eugenia
y te quiero
te quiero tanto Leo.
- Me llamo Ricardo, amigo mío
y te convido a fumar
de mi fantástico cigarrillo verde.
- A mí puedes llamarme Susana
pero págame antes mi amor.
Al otro día son espejismo y nostalgia
fantasmas borrosos enredados entre el gentío
que el tiempo hábilmente escamotea
y finalmente devora
con su habitual eficacia.
Del libro "De la acera y sus aceros", del poeta Leonidas Castillo, que esta noche es relanzado en el Bistró de la Alianza Francesa, a las 7:00 de la noche.
En buena hora es re-presentado a la ciudad este libro, editado hace dos años por el entonces Instituto Distrital de Cultura y Turismo o IDCT, pero casi e inexplicablemente ignorado por "la crítica" de la ciudad (ni qué decir la del país). Aunque, pensándolo bien, si en esta ciudad no hay crítica...
De la acera y sus aceros contiene más de 40 poemas, algunos de ellos concebidos, macerados, escritos, o como él mismo diría, escupidos y excretados durante sus dos años de estancia en las calles de Barranquilla.
Lo que para muchos colombianos y colombianas es un año de servicio militar, un año rural, o tres meses de práctica empresarial, para Leo Castillo fueron dos años de aceras, callejones y recovecos en esta urbe ribereña; experimento vital voluntario que lo exime de cualquier deuda o servicio pendiente con la sociedad y que antes bien, tuvo el arrojo de traducir a la literatura con la habitual fuerza y belleza de su verbo.
Leo ha continuado trabajando además, en su novela, Labor de taracea, que ya circula en su versión virtual y ojalá pronto lo haga en la impresa, y en dos obras poéticas de largo aliento que también merecen una buena edición.
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